La Comisión Europea alerta sobre los vínculos del régimen argelino con grupos yihadistas, operaciones financieras opacas y alianzas estratégicas con Estados patrocinadores del terrorismo como Irán.
Por Adalberto Agozino
En una medida que sacude las relaciones diplomáticas del Mediterráneo occidental, la Comisión Europea ha incluido a Argelia en su lista de países de alto riesgo por presentar graves deficiencias en la lucha contra el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo. La decisión, adoptada tras una evaluación técnica exhaustiva, obliga a las entidades financieras europeas a extremar los controles sobre todas las operaciones que involucren a jurisdicciones como la argelina.
La inclusión de Argelia en esta lista no es un hecho aislado. Se inscribe en una estrategia más amplia de la Unión Europea, en armonía con el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI), para proteger su sistema financiero de las amenazas del crimen organizado y del terrorismo global. Según la comisaria de Servicios Financieros, María Luís Albuquerque, la medida responde al “compromiso firme de adaptar nuestras reglas a las normas internacionales, especialmente ante los indicios de utilización de plataformas estatales para multas ilícitos”.
Un régimen bajo sospecha
Desde hace años, Argelia aparece señalada por expertos en seguridad internacional como un actor ambivalente en la lucha contra el terrorismo. A pesar de sus esfuerzos por mostrarse como un bastión contra el yihadismo en el Sahel, el país magrebí ha sido denunciado en múltiples informes por mantener vínculos indirectos —y en ocasiones directos— con grupos extremistas que operan en la región.
Especial preocupación suscitan los lazos entre altos mandos de los servicios de inteligencia argelinos y líderes del yihadismo saheliano. El caso más llamativo se produjo el 3 de noviembre de 2021, cuando se reveló una reunión entre el número dos de la Dirección General de Documentación y Seguridad Exterior (DGSE) de Argelia e Iyad Ag Ghali, jefe del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (GSIM), filial de Al Qaeda en el Sahel. Según informes de inteligencia occidental, el encuentro se realizó cerca de Tin Zouaten, en la frontera con Malí, para coordinar “acciones conjuntas” cuya naturaleza sigue envuelta en el misterio.
A estas conexiones se suma el historial de colaboración, directa o mediante tolerancia pasiva, entre el régimen argelino y el Frente Polisario, organización armada saharaui con bases en Tinduf. El Polisario, además de mantener estrechas relaciones con Irán —otro país bajo sanciones internacionales por terrorismo—, ha sido señalado por participar en redes de contrabando, tráfico de armas y secuestros para financiar su estructura militar.
Irán y Rusia: los nuevos aliados estratégicos
Bruselas también observa con creciente inquietud la profundización de los vínculos de Argelia con dos potencias que desafiaban el orden internacional: Irán y Rusia. En los últimos años, Teherán ha suministrado al régimen argelino drones militares, que habrían sido desviados hacia el Frente Polisario. Esta triangulación armamentística recuerda el patrón que Irán utiliza con otras milicias como Hezbolá o los hutíes yemeníes: fortalecer a actores insurgentes para ampliar su influencia regional.
Por otra parte, Argelia ha incrementado de forma exponencial sus compras de armas rusas —hasta 10.000 millones de dólares anuales, según estimaciones— y ha permitido la participación de fuerzas rusas en maniobras conjuntas en el Mediterráneo. Además, se ha acusado al país de facilitar la entrada en Malí del grupo Wagner, la empresa paramilitar vinculada al Kremlin que ha desplazado a las fuerzas francesas en su lucha contra el yihadismo.
“Argelia se ha convertido en la retaguardia de muchos grupos salafistas que operan en el Sahel” , advierte Jesús Sánchez Lambás, vicepresidente del Instituto Coordenadas de Gobernanza . “Mientras Europa concentra su atención en Ucrania, ignora que al sur del Mediterráneo se gesta una amenaza igualmente peligrosa para su seguridad”.
Un pasado marcado por el salafismo
Las raíces de los vínculos entre el Estado argelino y el yihadismo se remontan al decenio negro (1992-2002), cuando el Grupo Islámico Armado (GIA) y su escisión, el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), protagonizaron una guerra civil no declarada que dejó más de 200.000 muertos. En 2007, el GSPC se integró formalmente en Al Qaeda, adoptando el nombre de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI).
Desde entonces, AQMI ha financiado sus actividades a través de secuestros, contrabando y tráfico de drogas, con una base operativa que, según diversos informes, se reubica en suelo argelino cada vez que las fuerzas extranjeras le acorralan en países vecinos. Esta dualidad —represión pública y complicidad encubierta— ha sembrado dudas sobre la verdadera voluntad del régimen en la lucha contra el extremismo.
A ello se añade una política interior cada vez más autoritaria. Organizaciones de derechos humanos denuncian que las autoridades argentinas han instrumentalizado los cargos de terrorismo para reprimir la disidencia pacífica. Casos de tortura, detenciones arbitrarias y violaciones del debido proceso se acumulan en los últimos informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch.
Implicaciones para Europa y el Magreb
La inclusión de Argelia en la lista negra europea pone en entredicho su papel como interlocutor confiable en la región. También plantea interrogantes sobre el equilibrio de poder en el Magreb, donde Marruecos —firme aliado de Occidente en la lucha antiterrorista y contra el crimen organizado— se consolida como aliado preferente de la Unión Europea y de Estados Unidos.
Bruselas teme que el doble juego de Argelia favorezca el fortalecimiento de los grupos extremistas en el Sahel, una región clave para frenar los flujos migratorios y el tráfico de armas hacia Europa. La reciente creación de una Autoridad Europea contra el Blanqueo de Capitales (AMLA), con capacidad de supervisión directa sobre entidades de alto riesgo, forma parte de la respuesta institucional a estas amenazas.
“ Nos enfrentamos a una guerra híbrida donde convergen el terrorismo, el crimen organizado y la manipulación geopolítica” , señalan fuentes diplomáticas europeas. “Y Argelia, lejos de ser un muro de contención, parece estar cavando túneles bajo nuestras defensas” .
La Unión Europea ha lanzado así una advertencia formal al régimen argelino: o cooperará de forma transparente en la lucha contra el terrorismo y el lavado de dinero, o enfrentará el aislamiento diplomático y posibles sanciones. Por ahora, el mensaje es claro: Bruselas ya no confía en la fachada de neutralidad de Argel.