Por Enrique Guillermo Avogadro
“He visto el futuro, y funciona”.
Lincoln Steffens
Cuanto la política exhibió, con notable impudicia y hasta oportunísimos cortes de luz, en la presentación de las listas para las elecciones legislativas bonaerenses de septiembre mostró qué duro será el camino que la Argentina deberá recorrer para recuperar, aunque sea parcialmente, un nivel de bienestar que permita acabar con la pobreza, la indigencia y la educación y la salud públicas hechas pedazos. Recomiendo efusivamente leer “Somos Nosotros”, de Willy Kohan, porque nos recuerda, muy brevemente por cierto, todo lo que hemos hecho para caer tan bajo.
En una provincia arrasada por la salvaje inseguridad y la miseria, sólo mostraron el rastrero y desvergonzado afán por lograr, con engañifas y garrochazos, acceder a cargos públicos que permitan a sus caciques, viejos y nuevos, robar sin tasa ni medida, asociándose con lo peor del hampa y con los saqueadores habituales del Estado. Con la única y muy honrosa excepción del frente Potencia, encabezado por María Eugenia Talerico, que tanto luchó contra la corrupción desde la UIF, ningún partido pudo siquiera simular alguna empatía o sensibilidad con la ciudadanía y sus problemas cotidianos.
Aparentemente, al menos Javier Milei parece haberse puesto las botas y ordenado a los restantes integrantes del “círculo de hierro” deponer las armas y dejar de exhibir sus diferencias en público. La soterrada batalla que mantenían “el Jefe” Karina Milei y el super-asesor sin cargo Santiago Caputo podría así haber llegado a su fin, ya que asignó a ambos tareas específicas: a su hermana, el armado territorial de La Libertad Avanza y, al “mago del Kremlin” – apodo que le debe a Carlos Pagni -, la conducción de la campaña electoral.
Mientras tanto, y pese a los excelentes resultados macro – los famosos “fundamentals” -, el “riesgo-país” sigue altísimo, precisamente por el ruido infame que genera la política argentina; ese índice, que mide la opinión de las calificadoras acerca de la credibilidad que tienen los títulos de deuda de cualquier país, resulta fundamental a la hora de acceder a los mercados internacionales de crédito. Y los mercados locales presionan al termómetro principal de la economía (la cotización del dólar) y obligan al Banco Central a intervenir para conservar el máximo logro del Ejecutivo: la sensible baja de la inflación. Tendremos que acostumbrarnos a este tembladeral, como mínimo, hasta las elecciones de octubre y, salvo que en éstas La Libertad Avanza se imponga por márgenes enormes e inesperados, muy probablemente hasta 2027.
Tampoco el mundo se ha tranquilizado. En Ucrania, y contra las esperanzas de Donald Trump, Vladimir Putin sigue adelante con su campaña de verano y destruyendo cada vez más ciudades y, con ellas, vidas de civiles. No han logrado detener al tirano ruso las amenazas europeas de nuevas sanciones económicas, la liberación estadounidense al suministro de armas ni los ataques que Volodimir Zelensky ha logrado concretar en las profundidades de la geografía rusa.
Y qué decir de Benjamin Netanyahu, a quien una multitud de países ha condenado por la bestialidad humanitaria que está concretando en Gaza. Notoriamente, se ha excedido en su razonable venganza por los actos terroristas de Hamás el 7 de octubre de 2023, que costó miles de muertos y centenares de rehenes, muchos de los cuales han fallecido en territorio palestino por las torturas que les fueron infligidas en cautiverio. Pero la magnitud de la hambruna que está provocando el ejército de Israel en la población civil – justificada por sus mandos precisamente por la búsqueda de esos rehenes – ha hecho que la opinión mundial, que se había solidarizado inicialmente con el país agredido y la precisión quirúrgica con que ejecutó su retaliación, hoy haya girado por completo, conllevando un aislamiento creciente del régimen de Netanyahu.
Tampoco el sudeste de Asia, que estuvo a punto de estallar con los recientes incidentes entre India y Pakistán por Cachemira hasta que la intervención de China puso paños fríos, duerme tranquilo. Thailandia agravó la situación de los habituales roces fronterizos con Camboya con ataques aéreos y misilísticos; aunque ninguna de esas naciones dispone de armamento nuclear, no por ello deja de preocupar a todos sus vecinos.
La izquierda regional, que había caído en desgracia con la muerte de la UNASUR, inspirada por Hugo Chávez, está intentando reconstruirse con la colaboración del impresentable Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, que ha conseguido reunir esta semana a Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Gabriel Boric (Chile), Yamandú Orsi (Uruguay) y el inefable Gustavo Petro (Colombia); sólo faltaron, porque no se atreven ya a salir de sus países, Nicolás Maduro (Venezuela), Daniel Ortega (Nicaragua) y Miguel Díaz-Canel (Cuba).
En la medida en que a todos los une hoy su rechazo a Trump y sus políticas, con la “foto de familia” que graficó el encuentro se sumaron a la negativa española a acompañar, con el 5% de su presupuesto para gastos en defensa, al esfuerzo de la Comunidad Europea para sostener a la OTAN y dotarla de fuertes condiciones disuasivas frente a eventuales tentativas de avance de Rusia hacia el oeste. Tampoco resultan irrelevantes, en igual sentido, los persistentes esfuerzos de los BRICS para reemplazar a al dólar como moneda de cambio en las transacciones comerciales internacionales, además de reserva de valor.