
El presidente Javier Milei añora con terminar con el Estado que él conduce. Al menos es lo que pregona. Ese fue de hecho el slogan que lo catapultó primero a la Cámara de Diputados, donde su participación durante dos años fue casi nula, y luego a la Presidencia de la Nación.
Prometió terminar con “la casta” y con los viejos vicios de la política. Sin embargo, en los hechos, todo indica que “se olvidó” de las promesas y pasó a tomar el control para beneficio de los propios.
Lo antedicho viene a cuento de los acomodos que se suscitan en áreas públicas, pero es algo que se pudo ver desde el minuto cero, cuando eliminó el decreto antinepotismo para poder designar a su hermana al frente de la Secretaría General de Presidencia.
Desde ese momento los escándalos por los acomodos no dejaron de crecer, y hoy los militantes del Gobierno ascienden a áreas del Estado a pesar de que muchos de ellos no cumplen con los requisitos con los que deberían contar.
Dos grandes ejemplos son la Secretaría de Medios y Comunicación que dirige Manuel Adorni y la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), a cargo de Oscar Villabona, quien reemplazó a María Julia Cordero.
Son contratos con sueldos millonarios para personas cuyo mérito no fue más que militar al Gobierno de Milei, sobre todo en el ámbito de las redes sociales. La mayoría carece de conocimientos específicos en el lugar asignado.
Todos son acomodos a dedo, al igual que una serie de contrataciones, como las de las empresas del Clan Menem, las de Leonardo Scatturice, o alguna relacionada con el intendente de 3 de Febrero Diego Valenzuela, recientemente sumado a las filas de La Libertad Avanza.
¿La meritocracia? Bien, gracias. La arbitrariedad con la que administra los recursos del Estado el Gobierno es altamente escandalosa. Al igual que el respaldo a funcionarios acusados de corrupción, como es el caso del diputado nacional y aspirante a la gobernación correntina Lisandro Almirón.
Lo propio podría decirse del armado de listas en terreno bonaerense, donde fueron llenadas con gente de “la casta”, incluso algunos que fueron justicialistas hasta el último momento y no se sonrojaron al pasarse de partido.
Lo de “tabula rasa” suena, en este contexto, más a una excusa para meter gente con aparente peso electoral –sin importar del espacio del que provengan- que a una estrategia destinada a “perdonar” a viejos referentes de la política tradicional.
En el medio quedan personajes que no solo estuvieron desde el minuto cero bancando la campaña de Milei, sino que fueron elegidos por el voto popular, tales los casos de la vicepresidenta Victoria Villarruel o el legislador porteño Ramiro Marra.
En definitiva, el Gobierno de Milei se parece más a los que lo precedieron. Casta, designaciones a dedo, contrataciones arbitrarias (y en casos irregulares), y tantos otros vicios que la política ha utilizado a su favor a lo largo de las últimas décadas.
Este artículo se publicó primero en Mendoza Today.
Fuente Mendoza Today