Cristina Fernández de Kirchner y Jair Bolsonaro tienen muchas diferencias ideológicas, pero hoy comparten una realidad: ambos se encuentran bajo arresto domiciliario, con uso obligatorio de tobillera electrónica y restricciones impuestas por los poderes judiciales de sus respectivos países.
El caso del expresidente de Brasil es de extrema gravedad. En julio de 2025, el Supremo Tribunal Federal (STF) ordenó el arresto domiciliario de Jair Bolsonaro, acusado de liderar una conspiración para impedir la asunción presidencial de Luiz Inácio Lula da Silva tras su derrota electoral en 2022.
En contraste, la exmandataria argentina fue condenada en 2022 por administración fraudulenta agravada en el marco de la causa “Vialidad”, vinculada a la adjudicación irregular de contratos viales en la provincia de Santa Cruz. En junio de 2025, comenzó a cumplir una sentencia de 6 años de prisión domiciliaria, con uso de tobillera.
Mientras Cristina Kirchner recibió una pena concreta de seis años de cárcel, Bolsonaro aún no ha sido condenado, pero enfrenta cargos que podrían llevarlo a una pena superior a 40 años de prisión, si es hallado culpable del intento de subvertir el orden democrático.
Las condiciones de cumplimiento también son distintas. Bolsonaro no puede usar redes sociales, tiene prohibido comunicarse con otros imputados, se le confiscaron los teléfonos celulares y solo puede recibir visitas de familiares o abogados autorizados.
Kirchner, por su parte, permanece en su departamento de Buenos Aires. Puede salir con autorización judicial y no enfrenta restricciones en redes sociales ni en sus comunicaciones generales, aunque no puede recibir multitudes ni manifestarse desde el balcón, por decisión judicial.
Ambos portan tobilleras electrónicas que permiten el monitoreo constante de sus movimientos. Estos dispositivos notifican cualquier intento de manipulación, desconexión, ingreso a zonas restringidas o desplazamiento no autorizado.
Las tobilleras de ambos casos utilizan radiofrecuencia y GPS. Se comunican con una unidad domiciliaria conectada a un centro de monitoreo que recibe alertas en tiempo real. También envían reportes de batería baja o intentos de sabotaje.
El STF justificó las medidas estrictas alegando riesgo de fuga, tras conocerse que Bolsonaro habría considerado refugiarse en embajadas extranjeras. Su cercanía con figuras internacionales como Donald Trump también levantó sospechas sobre posibles intentos de evasión judicial.
En el caso argentino, la defensa de Cristina Kirchner solicitó el beneficio de prisión domiciliaria alegando razones de salud y edad (72 años). El tribunal aceptó, siempre que se cumplieran condiciones como el uso de tobillera y supervisión constante.
Los movimientos de Cristina autorizados por la Justicia están registrados, y su dispositivo informa también sobre manipulación o desconexiones.
En Brasil, la unidad doméstica y la tobillera forman parte de un sistema integral que incluye monitoreo de ubicación GPS y detección de actividades no autorizadas.
A Cristina también se le restringió saludar a simpatizantes desde su balcón; cualquier acción que pueda perturbar al vecindario está prohibida.
En Brasil, Bolsonaro debe cumplir arresto domiciliario en su residencia de Brasilia, limitando las visitas a familiares cercanos y asesores legales.
Cristina permanece en su departamento porteño, con el control judicial correspondiente, y su hijo Máximo es garante del cumplimiento de las condiciones impuestas.
Tanto en Argentina como en Brasil, las unidades domiciliarias que acompañan las tobilleras están programadas para detectar manipulación del sistema, desconexiones o alteraciones en el patrón de comportamiento. También cuentan con baterías de respaldo y capacidad de actualización remota.
Las medidas han generado intensos debates en ambos países. Algunos sectores consideran que los dispositivos de vigilancia son necesarios para garantizar la legalidad, mientras otros los ven como instrumentos de exposición política o persecución.
Tobilleras y polémicas
Bolsonaro calificó las restricciones como una “humillación suprema”, mientras que Cristina, aunque públicamente denunció una persecución judicial años atrás, no hizo declaraciones recientes desde que comenzó a cumplir la pena.
La comunidad internacional ha reaccionado de forma distinta. En el caso brasileño, hubo manifestaciones de apoyo por parte de líderes como Donald Trump, quien incluso utilizó la causa para justificar nuevos aranceles a Brasil. El caso de Cristina ha sido tratado principalmente como un tema de política interna argentina.
Pese a las similitudes en cuanto a las medidas aplicadas (tobillera, arresto domiciliario), los delitos que se les imputan son de naturaleza muy distinta. Sin embargo, en ambos países la tecnología aplicada es legal y está avalada por el Poder Judicial.
Más allá de las causas penales, ambos representan polos opuestos del espectro político latinoamericano. Cristina Kirchner es ícono del progresismo peronista; Bolsonaro, del conservadurismo ultraderechista.
Ambos casos tienen alto impacto político en sus respectivos países. Mientras Cristina queda inhabilitada de por vida para ejercer cargos públicos, Bolsonaro aún mantiene fuerte influencia entre sectores de derecha, aunque su futuro político dependerá del veredicto final.
Tanto Bolsonaro como Kirchner protagonizan procesos que quedarán en la historia judicial de América Latina. Dos exjefes de Estado sometidos al control de un sistema de justicia que, en ambos casos, optó por aplicar la tecnología de vigilancia electrónica como símbolo de control, justicia y, para algunos, también de castigo político.
Este artículo se publicó primero en Mendoza Today.
Fuente Mendoza Today