¿Dónde están los dirigentes de juventud de Toledo? ¿Dónde están las políticas que deberían garantizarles a todos y todas un futuro digno? No es una pregunta para un debate tranquilo: es un grito que recorre los barrios, que se escucha en las casas donde ellos y ellas no pueden emanciparse , que resuena en las conversaciones de quienes saben que la ciudad se les está cerrando en la cara. Y no nos engañemos: lo que existe no es política, es beneficencia. Un sucedáneo paternalista que pretende calmar la indignación de todos y todas con gestos simbólicos y actividades recreativas, mientras el verdadero problema se pudre bajo la alfombra.Beneficencia es organizar festivales y excursiones para ellos y ellas cuando los jóvenes no pueden pagar un alquiler. Beneficencia es inaugurar proyectos piloto para unos pocos, mientras la mayoría se enfrenta sola al muro de los precios abusivos y la precariedad laboral. Beneficencia es la sonrisa de foto oficial cuando detrás, en silencio, se consiente que la emancipación sea estadísticamente imposible. Y no, la beneficencia no construye futuro: lo adormece.La realidad es clara y cruel. Los jóvenes toledanos y toledanas viven atrapados entre salarios bajos, inestabilidad laboral y viviendas que engullen más del 70% de sus ingresos. Solo uno de cada diez menores de 30 años, hombres y mujeres por igual, logra emanciparse, y no por falta de voluntad, sino porque el sistema político ha convertido ese derecho en un privilegio. El mercado es una máquina de expulsar: quienes pueden se marchan, quienes no, se quedan atrapados en casa de sus familias o en alquileres que les impiden ahorrar, planificar o soñar.Frente a esto, las instituciones locales han optado por la estrategia más cómoda: sustituir las políticas estructurales por calendarios festivos. Conciertos, parques temáticos, actividades de ocio… como si el problema de ellos y ellas fuera el aburrimiento y no la imposibilidad material de construir un proyecto de vida. El ocio no es enemigo de la juventud, pero tampoco es la respuesta. Lo indignante es que se utilice como cortina de humo para tapar la ausencia de medidas reales que beneficien a todos y todas.Las pocas iniciativas que van más allá del entretenimiento, como residencias de estudiantes o proyectos de vivienda compartida, son testimoniales, pensadas para unas decenas de personas, mientras miles de jóvenes siguen excluidos. Es el equivalente político a dar un vaso de agua a un barrio entero que se está quemando. Se gana un titular, pero no se salva nada. Y mientras se juega a la beneficencia, la brecha se agranda: más jóvenes sin futuro, más talento que se va, más ciudad envejecida y dependiente.La juventud de Toledo, ellos y ellas, no está pidiendo favores: está reclamando derechos. Y esos derechos no se reducen a un techo. Hablamos de empleo digno para todos y todas, educación accesible para cada uno y cada una, transporte que conecte a todos y todas, acceso real a la cultura y a la participación política sin distinciones. Hablamos de políticas integrales que miren a ellos y ellas como motor de la ciudad, no como público pasivo para llenar plazas en fiestas municipales. Porque sin una juventud activa y arraigada, Toledo corre el riesgo de convertirse en una postal bonita… pero vacía.El silencio de quienes gobiernan sobre este drama no es casual. Es un silencio que denota ausencia, la ausencia que delata ignorancia, y la ignorancia que confirma la falta de interés. Es, en última instancia, una decisión política: priorizar lo inmediato, lo visible, lo que da votos rápidos, frente a lo profundo, lo incómodo y lo transformador. Pero las consecuencias de esta decisión caerán sobre todos y todas, y lo harán para quedarse.Es hora de asumir que las políticas juveniles no son un extra opcional, sino un pilar estratégico de cualquier ciudad que quiera tener futuro. No basta con planes en papel ni con proyectos simbólicos para unos pocos. Hace falta un parque público de vivienda en alquiler asequible para ellos y ellas, ayudas que lleguen sin burocracias imposibles a todos y todas, planes de empleo que no se basen en contratos basura, programas de emancipación que empiecen en la educación y terminen en la autonomía real.Si Toledo no apuesta por todos y todas sus jóvenes, no tendrá quien la sostenga mañana . No tendrá nuevos vecinos y vecinas en sus barrios, ni empresas con trabajadores y trabajadoras formados y formadas, ni un tejido cultural y social vivo. Tendrá turismo, sí; tendrá fotos bonitas, sí; pero no tendrá vida. Y una ciudad sin vida no es una ciudad: es un decorado.Por eso, el momento de actuar es ahora. No dentro de cinco años, no en la próxima legislatura, no cuando las estadísticas sean todavía peores. Ellos y ellas no pueden seguir esperando a que alguien, desde un despacho, decida que sus vidas merecen prioridad. No necesitan beneficencia: necesitan que la política deje de mirarlos y mirarlas como un problema y empiece a tratarlos y tratarlas como la solución. Porque si no es ahora, quizá no haya un mañana que merezca la pena para todos y todas.
Fuente ABC