Rossana y José Manuel, un electricista de Villalba (Madrid), eran novios desde hacía tres años y se iban a casar. El día anterior a la boda, por la tarde, la pareja había estado en la que iba a ser su casa para ultimar los últimos detalles. Había nervios, claro; pero sobre todo estaban llenos de ilusión . «Lo pasamos muy bien», relataba a ABC la joven días después de los hechos. «Hablamos de lo que íbamos a hacer, de nuestra vida en común, de la boda… A las once y media de la noche lo dejé en su casa y yo me fui a la mía, en Torrelodones. Quería descansar porque mis compañeras de la peluquería me insistían en que debía dormir bastante porque de esa forma el maquillaje se aplica mejor».José Manuel, por su parte, había quedado con sus amigos de siempre en el bar Utopía. La idea era «tomar unas últimas copas de soltero» y luego ir al bingo a probar suerte. Así lo hicieron, pero algunos acabaron, ya muy entrada la noche, en el pub Joloki. Las bromas al novio se sucedían. Es verdad que había cuatro desconocidos en el local, pero tampoco repararon demasido en ellos ni le dieron mayor importancia a su presencia, así que continuaron con sus charlas y sus animadas partidas de futbolín. Félix Galindo, amigo de José Manuel, relató así a ABC lo que sucedió después. «Serían las cinco y media de la madrugada cuando decidimos volver a casa. Esther, una conocida nuestra a la que nos encontramos en el local, había pedido a otro de nuestros colegas, Carlos, el que llevaba el coche, que la llevase a Alpedrete, donde ella vivía. Por supuesto, accedió».Noticia Relacionada ESCRITO CON SANGRE reportaje Si El exorcismo de Almansa: «¡Mamá, acaba ya, acaba ya!»… Pablo Muñoz Rosa Fernández Gonzálvez tenía sólo 11 años cuando su madre y dos vecinas le arrancaron las entrañas en un ritual de exorcismo. Creían que estaba embarazada del diablo…«José Manuel y yo -continuó Félix- nos adelantamos hasta el automóvil. Mientras esperábamos a que llegasen Félix y Esther vimos cómo esos cuatro tipos se metían con la chica y se empeñaban en ser ellos los que la llevaran a su casa. Mi amigo decidió intervenir y la cogió del brazo para acercarla hasta donde estábamos el resto. Todos se abalanzaron sobre él… Sonó un disparo y cayó al suelo. Luego, otro me metió una pistola en la boca, me agarró y me intentó llevar a un callejón oscuro. Le pegué un empujón y huí. Él hizo un disparo al aire». Esther no sólo ratificó este testimonio, sino que añadió que los cuatro «empezaron a gritar que el pueblo era una porquería».Tras el asesinato, el autor del disparo mortal cambió el cargador de su arma, de la marca Geco y no reglamentario, por otro con munición Santa Bárbara, que era la que utilizaba la Guardia Civil. Intentaba que no se le relacionase con el crimen, por supuesto en balde.Rossana se enteró de lo ocurrido a las ocho y media de la mañana. Una amiga de la familia llamó a su casa. Lo cogió su madre, aunque ella, por los nervios, ya estaba despierta… Oyó a su progenitora responder «y ahora cómo le digo yo esto». «Supe que algo malo había pasado. Bajé corriendo la escalera de casa y ya me dijo que a mi novio le había rozado una bala». Se fueron a Madrid y entonces descubrió la monstruosidad de lo sucedido. La madre de José Manuel, por su parte, se enteró cuando limpiaba las escaleras del bloque de su vivienda, que quería tener lustrosas para el día de la boda. «Un hombre llegó llorando y me preguntó si allí vivía Santarem. Le dije que era su madre y me constestó: ‘Prepárese para lo peor’».¿Quiénes eran esos cuatro tipos? Pues guardias civiles, entre ellos un sargento, que habían hecho el traslado desde Vitoria a Madrid de un preso del Grapo y querían tomar una copas para relajarse. El alcohol y las armas, unidas a la estupidez, es un cóctel explosivo, y esa noche se demostró otra vez. El autor de los disparos, José María del Río, aseguró tras declarar ante el juez de instrucción que había «destrozado cuatro familias: la de la chica, la que iba a formar, la de mis padres y la que iba a tener yo, que también iba a casarme». Fue condenado a 27 años por asesinato «repentino e imprevisto». Había concurrido «la circunstancia específica de alevosía»; por tanto, «ánimo de matar». Ya está en libertad.
Fuente ABC