Madrid, 26 de septiembre de 2025 – Total News Agency – TNA –Estos días, Madrid despega en un sinfín de planes que obligan a las personas a hacer dobletes y tripletes para estar en todo. Lo que más le gusta al público es “estar sin saber en dónde”, como si asistir a algo fuera más una excusa que un verdadero motivo de interés.
Un conocido gastrónomo fue pionero en inaugurar esta tendencia: asistía a tres comidas a la vez, tomando un entrante en un sitio, el primer plato en otro y el postre en un tercero. El mérito, sin embargo, recaía en su chófer, que lograba cumplir con ese itinerario tanto en almuerzos como en cenas, visitando seis restaurantes diarios. Años después, esa costumbre se mantiene.
En la ciudad están abriendo nuevos bares que buscan contentar a todos los gustos, en especial a quienes se creen especiales por el mero hecho de ser convocados. Los nuevos conceptos pretenden aunar originalidad, exclusividad y, sobre todo, temática.
Algunos hoteles, por ejemplo, han instalado boleras en sus sótanos para tomar una copa entre strikes. Otros han optado por mesas de juego y ruleta, copiando modelos de bares del Upper East Side neoyorquino. Tal es el caso del nuevo Gabos, que anoche reunió a un nutrido grupo de invitados para probar suerte en la ruleta.
El regreso de los clubes privados
Estos clubes, con bóvedas de ladrillo y estética subterránea, siempre fueron un filón en Madrid. Basta recordar el desaparecido Clandestino de la calle Barquillo o, más recientemente, Argo y el Matador. Hoy, la capital busca distinguirse de sí misma con bares que ofrecen bebidas de alta calidad y garantizan privacidad para quienes pagan cuotas exclusivas.
No obstante, muchos veteranos añoran tiempos pasados. Sitios como El Palermo de Sandra y Fofó –hoy de Carolina– o el Jazz Club de la calle Doctor Cortezo reunían a auténticos lobos de la noche madrileña, muy distintos a los “lobeznos” de las redes sociales que dominan la escena actual.
La transformación generacional es evidente: los “puretas” se hicieron mayores y ahora los puristas beben agua con gas para poder ir al gimnasio al día siguiente. “Hemos perdido toda educación”, remarcan quienes añoran la vieja bohemia.
Un itinerario recomendado
Si hubiera que trazar un recorrido de bares, no faltan opciones: Chinchin, The Dash, Trafalgar, Batón Rouge, Candela, Cock, De Diego, Palermo, 1862 Dry Bar o Salmón Gurú son parte de una lista que no exige cuotas ni membresías.
El consejo es claro: copiar al gastrónomo pionero y contar con un chófer que permita recorrer varios locales sin sobresaltos. La advertencia es pertinente: “No está la cosa para excesos ni soplos policiales”.
El futuro del ocio nocturno
Para muchos, el problema de los bares comenzó con la prohibición de fumar y terminará cuando instalen máquinas de gimnasio, algo que auguran cercano. El ciclo, aseguran, se repetirá como siempre.
Mientras tanto, proliferan bares para quienes no beben, comparables a panaderías para celíacos o restaurantes para quienes siguen dieta estricta. Una paradoja que habla de la transformación cultural del ocio.
Antiguamente, era común que médicos prohibieran beber y los pacientes siguieran acudiendo a los bares disimulando su abstinencia. El Bar Miguel Ángel, conocido como “la panadería” por su clientela de “baguetes”, era un ejemplo. Hoy, la salud y las aplicaciones móviles dictan cómo empinar el codo sin perder la batalla contra la báscula ni contra los filtros de Instagram.
El futuro, advierten algunos psiquiatras, podría estar en la manipulación de la concentración a través de psicodélicos derivados de hongos y ácidos. “Ya no necesitamos el lexa, el futuro son los psicodélicos”, señalan, recordando que el filósofo Antonio Escohotado “tenía más razón que un santo”.
Muy pronto, anticipan, la revolución llegará también al bar más cercano.
Fuente: ABC

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