Por Dario Rosatti
Buenos Aires, 1 de octubre de 2025 — Total News Agency-TNA–El brutal triple femicidio de Morena Verdi, Brenda del Castillo y Lara Gutiérrez no solo dejó al descubierto la ferocidad con la que opera el narcotráfico en la Argentina, sino también la impunidad con la que los criminales cometen asesinatos, aun cuando luego sean capturados. El caso reveló además una falencia estructural: la facilidad con la que los delincuentes logran atravesar el país y cruzar hacia Bolivia o Paraguay por pasos fronterizos casi sin control.
El escape que desnudó el vacío en los controles
Víctor Lázaro Sotacuro, señalado como pieza clave en la logística del clan de “Pequeño J”, pudo recorrer medio país y cruzar hacia Villazón por un paso ilegal en La Quiaca sin ser detectado. Los investigadores reconocen que el narcotráfico se vale de esta debilidad estructural para garantizar rutas de fuga y abastecimiento. La falta de coordinación en las fronteras vuelve a exhibirse como un talón de Aquiles en la estrategia de seguridad nacional. La falta de inteligencia criminal es evidente.
El error político que casi frustra la captura de Pequeño J
La presión por mostrar resultados tras el escándalo llevó a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, a anunciar públicamente la detención de Matías Agustín Ozorio, mano derecha de “Pequeño J”. Sin embargo, la noticia se difundió mientras los investigadores de la Bonaerense y la fiscalía de Homicidios mantenían en secreto el arresto para tenderle una trampa al líder narco a través del teléfono de su ladero. La filtración casi frustra la operación, generando malestar en el equipo del fiscal Adrián Arribas. “Se quiso apropiar de una detención en la que no intervino y casi hace que se escape Pequeño J”, deslizaron fuentes judiciales.
El procedimiento que se precipitó tras los crímenes
En paralelo al escándalo del triple crimen, Gendarmería Nacional realizó un operativo de magnitud que terminó con el secuestro de 400 kilos de cocaína, un decomiso de proporciones que no se veía desde hacía tiempo. El hallazgo se produjo en Monte Grande y sobre la Autopista Ezeiza–Cañuelas, cuando fueron interceptados una camioneta y un camión que trasladaban el cargamento oculto en bolsas de frutas. El destino final era el Mercado Central, en Tapiales, partido de La Matanza. Lugar ya denunciado como una de las bases del narcotrafico en La Matanza.
El dato no pasó inadvertido: la feria mayorista, bajo la órbita política del intendente Fernando Espinoza, ha sido reiteradamente señalada como epicentro de operaciones de contrabando y narcomenudeo. Espinoza, cuyo recorrido político se remonta a sus días como chofer de Alberto Balestrini en los años 80, es apuntado por sus detractores como un dirigente que ascendió en la política desde estructuras ligadas a punteros y redes delictivas.
Mercado Central, un “punto caliente” del narcotráfico
El decomiso refuerza los informes que en los últimos años calificaron al Mercado Central como un “mercado de la cocaína”, comparable en su dinámica a La Salada o al barrio 1-11-14. Allí confluyen la logística, el transporte y la falta de controles, elementos que lo transformaron en un enclave estratégico para el narcotráfico.
Un estudio de 2024 reveló que apenas el 3% de las causas por narcomenudeo en la provincia de Buenos Aires llegan a juicio, con más de 7.500 detenidos en prisión preventiva. Este déficit judicial y la corrupción enquistada en los centros logísticos convierten a espacios como el Mercado Central en escenarios ideales para el avance de las mafias.
Una señal de presión política
El secuestro de semejante cantidad de cocaína, justo tras el triple crimen, despierta interrogantes: ¿fue producto de un operativo de rutina o una reacción bajo presión para mostrar acción contra el narcotráfico? Sea o no casualidad, la magnitud del golpe sugiere que la exhibición de fuerza de Gendarmería buscó contrarrestar el impacto social y político de los femicidios.
El drama del triple crimen y la posterior incautación de droga ponen en evidencia una verdad incómoda: mientras la Argentina se convierte en territorio de disputa narco, los controles fronterizos siguen ausentes y los mercados mayoristas continúan siendo puntos ciegos donde el crimen organizado actúa con libertad.