Quedan 20 días para las elecciones de medio término, y la Argentina no puede evadirse de la sensación de que el lunes 27, cualquiera sea el resultado, entraremos en zona de borrón y cuenta nueva. Hay que señalar que hay poca probabilidad de que eso suceda. Pero hoy tiene más peso lo que creemos que va a suceder, que lo que va a suceder en la realidad.
Las encuestas nunca han garantizado un resultado, pero si la volatilidad previa, al punto de ofrecer tantos escenarios posibles que cualquier apuesta se vuelve válida. Y en tren de hacer suposiciones, no hay ninguna fuera del radar: desde una nueva configuración del gobierno a modificaciones de raíz del programa económico, sin importar que haya sido acordado hace siete meses con el FMI.
José Luis Espert. (Fuente: archivo)Hay que reconocer que la sucesión de denuncias que afrontó el Gobierno en los últimos 60 días terminó de trastocar el rumbo y la estrategia que se había trazado el oficialismo para la pulseada de octubre. La renuncia de José Luis Espert, que hasta el domingo encabezaba la boleta libertaria en el principal distrito de la Argentina, no estaba en los planes de nadie. Tampoco la difusión de los audios de Diego Spagnuolo y Karina Milei, antecedente directo de la derrota en la elección bonaerense del 7 de septiembre. Sin embargo, en el mejor escenario que podía imaginar Javier Milei para el 26-O, había un hito que no iba a ser alcanzado: tener el control de alguna de las dos cámaras legislativas.
Si LLA consigue reponerse de todos los traspiés, relanzar su campaña y volver a seducir a los votantes que conquistó en 2023, igual tendrá que negociar con los gobernadores para sumar los votos que necesita en el Congreso. Si el escenario es el menos favorable de todos los posibles, con una economía que no repunta y denuncias que siguen repiqueteando en los medios, tendrá menos diputados y más necesidad de negociar. En el fondo, el camino que tendrá que recorrer a partir de diciembre es el mismo. Lo que va a cambiar es el costo que deberá resignar por conseguir esa gobernabilidad.
Lo que puede hacer una diferencia hacia adelante es que el Gobierno entienda en qué momento se desvió de ese escenario que le auguraba triunfos en octubre, luego de obtener un generoso respaldo del FMI que calmó al dólar y profundizó la baja de la inflación. Desde junio en adelante, hubo un encierro endogámico que empezó por la política (disparado por el exitismo que abrió la elección porteña) y se extendió a decisiones monetarias y cambiarias, en el que se dejaron pasar oportunidades (como la acumulación de reservas, por la obsesión inicial de comprar solo a $ 1000) y se potenciaron distorsiones (como sucedió con el desarme de las LEFI y la suba exorbitante de las tasas de interés para contener una suba del dólar que llegó por la vía de la desconfianza).
Aunque sea para subsanar las consecuencias de los conflictos provocados por el ajuste fiscal, el Gobierno mostró cierta vocación de corregir algunos de esos desvíos. Pero no queda claro a qué tiempo busca trasladarse: si a los orígenes de su gobierno o a los desafíos que lo esperan en 2026. El show musical que anoche brindó Milei buscó recuperar la mística que logró cuando no tenía una gestión de la cual hacerse responsable. La sociedad que lo miró, sin embargo, ya no tenía delante a un candidato, sino a un Presidente. El espejo de 2023 ya no funciona igual.
Fuente El Cronista

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