Buenos Aires, 4 de noviembre de 2025-Total News Agency-TNA-–El rediseño reciente del gabinete del presidente Javier Milei abrió un nuevo episodio en la pugna entre los sectores liderados por su hermana, Karina Milei, y el asesor político Santiago Caputo, que promete prolongarse durante el mandato. Según fuentes políticas que siguen de cerca el proceso, aunque la estructura del equipo ministerial fue aprobada por el mandatario, la batalla interna permanece latente por los puestos que aún restan definir.
La jefa de la Secretaría General de la Presidencia ganó mayor protagonismo tras el triunfo electoral del espacio libertario, cargo que, según operadores oficiales, “se lo ganó por su desempeño en las provincias”. Con esta aprobación tácita, los vínculos entre su sector (“karinistas”) y el bloque de Caputo (“caputistas”) se complicaron, con acusaciones cruzadas sobre la designación de cargos estratégicos y la distribución de poder. En ese marco, el sector dirigente recuerda la frase de Milei: “hay que ser bilardista”, para ilustrar una estrategia sin contemplaciones.
Al mismo tiempo, permanecen vacantes dos ministerios clave: Seguridad y Defensa, que deberán reemplazar a Patricia Bullrich y Luis Petri respectivamente. En el entorno oficial se admite que no hay apuro en la designación y que la resolución estará supeditada a negociaciones internas entre los dos bloques en disputa. Por otra parte, sorprendió la designación de Diego Santilli como ministro del Interior, movimiento que reabrió la discusión sobre quién manda en verdad dentro de la coalición.
Además del gabinete, la pulseada interna abarca organismos descentralizados. En el ente recaudador ARCA (ex AFIP) se sumó recientemente como director adjunto de Aduana el ex funcionario de Comercio Esteban Marzorati, estrechamente vinculado a Caputo, mientras el titular, Juan Pazo, podría retornar al Palacio de Hacienda antes de fin de año, según versiones extraoficiales. Estos movimientos, señalan analistas, configuran un tablero casi paralelo al ministerial, donde se juega más que cargos: una hoja de ruta de poder más estable que la secuela visible de cambios ministeriales.
La llegada de Santilli fue reclamada como éxito por ambos bandos. Los karinistas reivindican su influencia en la decisión del presidente, mientras los caputistas reclaman su protagonismo en la operación. En medio de eso, surgieron versiones de que Caputo habría puesto su renuncia a disposición en protesta por la falta de espacios, cuestión negada por sus voceros, quienes la calificaron como “burda operación”. En la foto oficial del nuevo gabinete figura también Mariano Cúneo Libarona, a quien los hermanos Milei pidieron seguir al frente del Ministerio de Justicia pese a que días antes había ofrecido su renuncia; fuentes del entorno explican que Karina intervino para evitar que ingresara un dirigente del PRO o su segundo, Sebastián Amerio, del sector caputista.
El diseño en curso prevé que el presidente defina los cargos restantes en consulta directa con Karina Milei, lo que sugiere un esquema de liderazgo compartido bajo el mando de la hermana del mandatario. En ese contexto, Bullrich aspira a colocar a su segunda, Alejandra Monteoliva, al frente de Seguridad, mientras Petri impulsa a su jefa de gabinete, Luciana Carrasco, para Defensa. Ninguna de las opciones está definida y ambas estarán condicionadas por el equilibrio interno que Milei permita.
La gestión enfrenta así una paradoja: mientras el presidente parece querer dibujar un gabinete estable y con capacidad de gobernar, las tensiones internas entre los grupos que lo sostienen condicionan fuertemente el ritmo de los cambios. No hay nuevos anuncios oficiales inminentes, aunque en los entornos gubernamentales se circulan versiones de nuevos nombramientos que podrían producirse antes de fin de año.
Para los analistas, la continuidad de lo que denominan una “guerra fría” entre los sectores de Karina Milei y Santiago Caputo indica que el poder real en la Casa Rosada no solo se define por cargos visibles sino por el control de resortes institucionales y financieros. Si bien ambos se muestran alineados públicamente con el proyecto presidencial, la competencia latente por su influencia condiciona las decisiones y genera incertidumbre sobre la gobernabilidad futura.

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