En los pasillos de la Casa Rosada poco se mencionan los hechos de corrupción que involucran al Gobierno del presidente Javier Milei. A pesar de que la oposición achaca con ellos al entorno presidencial, los funcionarios de primera línea no hacen más que jactarse de los logros de la gestión.
El autobombo funciona dentro del Gobierno como una suerte de impulso más personal que social de los actores que se encuentran en las altas esferas del poder y que resumen sus respectivas administraciones en los datos que los favorecen.
No hay dentro del ideario oficialista grandes problemas sociales, económicos o de seguridad. Simplemente se resume el “fracaso argentino del último siglo” a un impedimento cultural que, sostienen, deriva de las gestiones políticas de las últimas décadas.
Que hayan cerrado casi 30 fábricas por día en los últimos dos años, o que se hayan perdido más de 270 mil puestos de trabajo registrado en el país no es más que una mera consecuencia del crecimiento que está por venir.
Eso es lo que tratan de venderse a si mismos los hombres y mujeres que manejan la cosa pública. Tiran la pelota hacia afuera y desoyen a los acérrimos críticos de la actual gestión nacional.
Con algunos pueden tener razón. Personajes ideologizados, casi lobotomizados, que son capaces de criticar cuestiones de menor cuantía y basan sus reproches en chicanas poco importantes y hasta irrelevantes.
Pero hay otros que ejercen la necesaria crítica constructiva. El Gobierno no los diferencia, los pone a todos ellos en el mismo casillero, como si todos fuesen enemigos de la Argentina y juegan en pos de lograr la caída de una administración elegida democráticamente.
Sin embargo, tanto el presidente Milei como sus funcionarios y legisladores, cuentan con un factor a favor: el fuerte apoyo social de aquellas personas decididas a no volver al pasado y tienen la esperanza de que Argentina por fin será próspera.
No son todos, claramente. Algunos apoyarán las medidas del Gobierno aún cuando estas afecten al normal funcionamiento del entramado social. Son los fanáticos, pero son los menos.
La sociedad cuenta con análisis diversos y de los más variados. “Cada persona es un mundo”, sostiene un viejo refrán. Pero la mayoría de los votantes de Milei simplemente no quieren volver a la “década ganada”.
Las valijas de Antonini Wilson, los bolsos de José López, las cajas fuerte de Néstor Kirchner, los dólares termosellados de Florencia Kirchner, la Rosadita. Son solo ejemplos de lo que pasó en Argentina y que la gran mayoría no quiere que vuelva a suceder.
Ese es el potencial que hoy tiene La Libertad Avanza, la confrontación con el peronismo en general y el kirchnerismo en particular es la que lo sostiene aún al frente de la administración nacional. Es lo que puede llegar a catapultar al propio Javier Milei a la reelección.
Los logros de gestión, los datos positivos, son celebrados. Nadie quiere que Argentina se convierta en tierra arrasada. Nadie busca que al país le vaya verdaderamente mal. Un país pujante es necesario para el bienestar particular de todo ciudadano.
Pero ahí es donde debe tener cuidado el Gobierno, porque la corrupción comienza a picar en punta y enchastra los zapatos de los funcionarios “intachables”. Las causas por corrupción o narcotráfico pueden jugar en contra de acá a dos años.
$LIBRA, ANDIS, financiamiento narco que involucra no solo a legisladores sino a funcionarios de primera línea. Son hoy elementos que funcionan como desacreditantes de la actual gestión.
Es que, si al final se comprueba que los más altos funcionarios del Gobierno participaron de hechos ilícitos, ¿qué diferencia a esta de la gestión kirchner? ¿Cuál puede llegar a ser la pérdida de confianza?
Hoy Milei cuenta con la ventaja de ser un actor relativamente nuevo en la política, al que muchos le ofrecen el invaluable regalo del tiempo para aceitar las medidas y reformas que busca impulsar.
Pero tanto el presidente como sus funcionarios deben ser cautelosos, escuchar las críticas hechas de buena fe y no caer en la desgracia de la corrupción Argentina.
Hay por el momento cierta exhibición de un razonamiento un poco más pragmático, pero puertas adentro la cuestión funciona bien distinta. No hay datos malos para lamentarse y la jactancia se evidencia en los despachos oficiales.
Este artículo se publicó primero en Mendoza Today.
Fuente Mendoza Today

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