Por Dario Rosatti
Ezeiza, 22 de noviembre de 2025 – Total News Agency-TNA--La explosión que devastó el Polo Industrial Spegazzini el pasado viernes continúa revelando capas de gravedad que exceden ampliamente la versión oficial. A partir de información recopilada por equipos especializados presentes en la zona, y con acceso exclusivo a material fotográfico inédito, Total News Agency reconstruyó detalles técnicos, omisiones críticas y elementos altamente sensibles que podrían modificar el rumbo de la investigación judicial sobre lo sucedido en el Polo Industrial administrado por Martín Rapallini.
El siniestro —que dejó un saldo preliminar de más de veinte heridos y daños en un radio cercano a los quince kilómetros— tuvo su epicentro en la planta de Logischem S.A., donde se almacenaban sustancias inflamables y contenedores de alta capacidad. Aunque los primeros peritajes apuntaron al fósforo rojo como posible punto de origen, la magnitud de la onda expansiva, la profundidad del cráter y el patrón de destrucción sugieren la presencia de un material mucho más poderoso. Operarios que testificaron sobre la explosión en Ezeiza el 14 de noviembre informaron que uno de los recipientes tenía una fuga de químicos, incluyendo fósforo sólido, aluminio, cianuro y otros compuestos tóxicos y oxidantes.
Total News Agency accedió a esquirlas metálicas recuperadas del lugar, provenientes del cilindro contenedor —descripto por testigos como un “zepelín”— que habría detonado con fuerza desproporcionada. Una de las piezas analizadas pesa aproximadamente cinco kilos, presenta una costura de soldadura visible y un espesor de alrededor de un centímetro, una medida muy superior a los cinco o seis milímetros mínimos exigidos por normativa industrial para depósitos presurizados de más de 1,80 metros de diámetro, es decir, que si es más grueso el contenedor, significa que tiene más diámetro y es más complejo el producto contenido, de ahí las esquirlas que mostramos y que claramente no pertenecen a la estructura de los galpones. Estos datos indicarían una posible falla estructural severa o un uso indebido de contenedores no aptos para almacenar sustancias de energía elevada.

Especialistas consultados por esta agencia en el predio confirmaron que el cráter principal alcanza unos tres metros de profundidad y un diámetro aproximado de metro y medio, seguido de una depresión en forma de cauce que se extiende cerca de quince metros. Según esta evaluación, el contenedor habría actuado como una “carga hueca”: al caer en el hueco inicial, hizo tope y expulsó la energía hacia el lateral menos resistente, generando un efecto de expansión que coincide con el patrón observado.

Pero las anomalías no terminan allí. Según pudo confirmar TNA, el día anterior al desastre una comisión de bomberos de la Policía de Ezeiza acudió al predio ante un aviso de fuga. Sin embargo, la empresa no habria permitido una inspección integral, se labró un acta que hasta hoy no aparece y no se informó a organismos provinciales como Policía Ecológica, Medio Ambiente ni Habilitación Industrial. El silencio posterior sobre ese episodio constituye, según fuentes calificadas, un accionar “como mínimo esquivo” tanto de autoridades de la planta como de la propia fuerza policial que intervino.
A ello se suma un dato inquietante: hace meses se habrían almacenado en el complejo materiales vinculados a la fabricación de combustible de cohetes para la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). Aunque no se sabe si tales elementos estaban presentes al momento de la explosión.
La explosión fue de tal magnitud que los especialistas consultados sugieren que podría haber habido Nitrato de Amonio que lamentablemente aún no se controla como debiera, dado que, a pesar de la voladura de la AMIA, estos controles se relajaron. La fiscalía deberá determinar si hubo alguno de estos materiales y si alguna de las empresas operaba para proveedores del organismo aeroespacial. Argentina se mueve en un contexto geopolítico que amerita controles superlativos, el robo de estos materiales podría ser muy sencillo y abrir la Caja de Pandora a un nuevo atentado.
En paralelo, el origen oficial basado en fósforo rojo presenta inconsistencias. Aun cuando esta sustancia pueda transformarse en fósforo blanco a más de 500 grados en atmósfera inerte, expertos consultados por esta agencia señalan que por sí sola no genera una detonación semejante: “Es evidente que había algo mucho más poderoso”, sostuvo un especialista que pidió reserva de identidad.

En la imagen se puede comparar con el dedo de quien escribe, el espesor del contenedor que explotó.
La investigación, a cargo de la UFI 1 de Ezeiza, trabaja sobre restos recuperados, mapas térmicos, análisis de residuos y revisión de sistemas de supresión. Sin embargo, la presencia de personal pericial “muy joven y con poca experiencia”, según fuentes del operativo, genera inquietud sobre la profundidad técnica del trabajo.
A la destrucción total de varias naves industriales se suma un patrón de expansión que alcanza a Iron Mountain Argentina, Larroca Minera, Almacén de Frío, depósitos de plásticos y químicos, y otras instalaciones contiguas. Más de setenta dotaciones combatieron durante horas un fuego alimentado por solventes, agroquímicos y materiales poliméricos de alta inflamabilidad, en una infraestructura industrial extensa cuya arquitectura liviana aceleró la propagación.

Mientras tanto, la pregunta central permanece sin respuesta: ¿qué explotó realmente en Ezeiza y por qué?
Los datos exclusivos obtenidos por Total News Agency —esquirlas, fotografías inéditas, fallas previas ignoradas, material aeronáutico potencialmente involucrado y testimonios técnicos en el terreno— obligan a revisar la hipótesis inicial y exigen una pericia exhaustiva, independiente y con especialistas de mayor nivel.
La magnitud del daño y la cadena de omisiones que precedieron al siniestro configuran un escenario que iría mucho más allá de un incendio industrial.
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