El 28 de abril de 1979 el policía local de Durango, Pedro Ruiz Rodríguez, dirigía el tráfico en una de las calles de este municipio vizcaíno cuando tres etarras le ametrallaron desde un coche. Murió en el acto. Había emigrado desde Jaén tres años antes y aquí conoció poco después a su mujer, Sara, que en ese momento estaba embarazada. Ella no lo sabía y cuando lo supo ya no pudo darle la buena noticia. «Yo soy víctima del terrorismo y después soy Pedro» , afirma el hijo de ambos, desplazado desde Zamora para asistir al homenaje que el Ayuntamiento ha rendido este jueves a las víctimas de ETA en la localidad. Desde hoy, tanto el nombre como la trágica historia de su padre, al igual que la de otras ocho personas, pueden leerse en distintas placas con un código QR, distribuidas en los lugares exactos donde fueron asesinadas por la banda terrorista. Una iniciativa de Carlos García, el único concejal del Partido Popular en el consistorio, cuyo voto fue determinante para desalojar a EH Bildu de la alcaldía y brindársela a Mireia Elkoroiribe (PNV) tras las últimas elecciones municipales de mayo de 2023, y que celebra que ha cumplido con uno de sus objetivos prioritarios esta legislatura. La política nacionalista encabeza la comitiva (de alrededor de treinta personas entre familiares y amigos de las víctimas), que recorre uno a uno los puntos donde perecieron, después de llevar a cabo un acto «discreto» en el salón de plenos , sin convocatoria de prensa y al que han asistido los representantes de EH Bildu. No al paseo posterior, donde sí había miembros del resto de corporaciones locales. «Sigue llamando la atención la poca gente que ha venido. Cuando sabes que has hecho algo mal, no te gusta que te lo recuerden. Es increíble imaginar lo que pasó justo aquí y también allí y allí…», dice uno de los asistentes junto a la placa del concejal popular Jesús María Pedrosa. «A mi madre no tenía pensado decírselo. Al final se lo comente y se puso muy nerviosa. No quería que viniera», comenta Pedro. Sara regresó a su Zamora natal tras la muerte de su marido, donde la Policía local apadrinó al recién nacido gracias a la colaboración de quien fuera gobernador civil de la ciudad entre 1979 y 19882, José Ramón Ónega, que falleció en 2021 a causa del COVID-19. El hermano del histórico periodista, Fernando Ónega, fue clave para que la viuda pudiera tener una pensión con la que salir adelante. Hoy se ha quedado cuidando de sus dos nietas. «Había vuelto aquí a la boda de un amigo hace unos años. Para mí es duro, cuando llegué esta mañana estaba raro, me sentía observado . Fíjate qué bobada. He quitado los símbolos de la bandera de España que tenía en el coche», dice Pedro, que hoy trabaja como Guardia Civil en el Centro de Cooperación Policial y Aduanera (CCPA) de Quintanilha/Alcañices: «El acto de hoy se lo agradezco mucho a Carlos. Al principio no me apetecía, pero hablando con mi mujer y con amigos me animé. Es bonito, más vale tarde que nunca ». El grupo hace una última parada para depositar una última rosa blanca frente a la placa de Pedro Ballesteros. Se escuchan vivas a España y la Guardia Civil, mientras algunos comentan el ambiente «clandestino» que rodea al evento . Han asistido figuras como Daniel Portero, hijo del fiscal jefe de Andalucía asesinado por ETA y presidente de Dignidad y Justicia, o Nerea Barrios, hija de José Luis Barrios, en representación del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite). Entre las familias de las víctimas de Durango solo se ha desvinculado la de José María Urquizu, en protesta por el «déficit de justicia» y la falta de «verdad» en el País Vasco. Quienes sí están se conocen, al menos de oídas, y recuerdan tiempos pasados antes de despedirse. «En mi casa cada vez que había un atentado era un duelo . Como si se moría alguien de la familia. Daba igual que fuera guardia, que político… Aunque no conozca a la gente, si sé que una persona es víctima de ETA para mí es alguien cercano. Es una unión que surge sin querer. Todos hemos pasado lo mismo. Esta mujer que me ha saludado, su marido fue la primera víctima de aquí en Durango, conocía a mi padre. Mi madre y mis tíos me habían hablado de él», comenta Pedro sobre Epifanio Benito Vidal. Sobre Damaso Sánchez Soto, el joyero de la localidad, Pedro sabe que su madre le había comprado las alianzas para su boda antes de que también lo asesinaran: «Al año de matar a mi padre, por chivato, ETA decía que lo era porque mi tío trabajaba aquí como Guardia Civil, le mataron a él», traslada con emoción contenida: «Por eso cada vez que ves a una persona que es víctima del terrorismo es como un familiar o un amigo». Los otros tres nombres que desde hoy también honra Durango, 45 años después, son los de Sergio Canal Canal, José Antonio Merenciano y Jesús Hernando. Los tres, miembros de la Policía Nacional, fueron ametrallados con armas ligeras el mismo día, 3 de octubre de 1980, cuando se desplazaban en el mismo coche al Ayuntamiento para tramitar el DNI. ETA lo sabía, porque la visita estaba anunciada. El atentado también sigue sin resolver.
Fuente ABC

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