La destrucción de la Unión Europea (UE) y debilitar a la OTAN, utilizando para ello a su quinta columna dentro, como sus amigos turcos y húngaros.
Ricardo Angoso
Rusia siempre ha buscado, desde los tiempos soviéticos, aniquilar a Occidente por cualquier medio, pero su guerra en Ucrania tuvo consecuencias nefastas y no deseadas para Putin, ya que cohesionó a los occidentales y revitalizó a la OTAN.
La agresión de Rusia contra Ucrania no es una guerra contra este país, sino contra Occidente. El presidente de Rusia, educado en la época soviética en el odio a Occidente y formado en el KGB para destruirlo, siempre ha odiado todo lo que venga de Europa y de los Estados Unidos; detesta la democracia, el respeto a los derechos humanos y los valores y los principios democráticos. Putin fue educado en el autoritarismo, la brutalidad comunista y el uso de la fuerza como un fin en sí mismo para imponer su sistema autocrático y bárbaro en donde no existen adversarios, sino enemigos a batir, destruirlos y, llegado el caso, eliminarlos, tal como ha hecho en los últimos años con todos los aquellos que cuestionaban su omnímodo poder y sus erráticas decisiones.
Aparte de su odio a Occidente, que es lo que le ha motivado a agredir militarmente a Ucrania, Putin es un criminal y durante su mandato han sido asesinados un centenar de periodistas, magnates, disidentes, activistas de derechos humanos, ex agentes del KGB huidos al exterior y hasta políticos en activo que no comulgaban con el discurso oficial. Entre los muchos asesinados o muertos en extrañas circunstancias, hay que reseñar los trece oligarcas o ex altos cargos rusos que han fallecido desde que comenzó la guerra de Ucrania. Uno de ellos se cayó desde un barco, otro desde la ventana de un hospital, varios suicidados en formas poco claras, otro asesinó a toda su familia y después se quitó la vida… Aunque el Kremlin aparentemente se desvinculó de los hechos e incluso Putin envió las condolencias a sus familias, hay serias dudas acerca de la versiones oficiales dadas sobre tales muertes y muchos apuntan al máximo líder ruso, conocido por su carácter maquiavélico y siniestro, como responsable de estos hechos.
La guerra de Ucrania, como otras iniciadas por Putin, es parte de toda una estrategia por debilitar a sus vecinos, sembrar la división entre los mismos e impedir a toda costa que la UE y la OTAN sigan ampliando sus fronteras hacia el Este de Europa, desafiándole en una periferia que Rusia considera como suya y carente de soberanía.
Rusia, siguiendo la tradición imperial de los zares rusos de los siglos XVIII y XIX, reconstruye su imperio a base de sustraer territorios en su periferia, que considera sujeta a una suerte de doctrina de la soberanía limitada de sus vecinos, en una reactualización de la doctrina Breznev, en la que se sostenía que, en virtud de la “solidaridad socialista internacional”, la URSS tenía el derecho de intervenir en los asuntos internos de cualquier país socialista si optaba por reformas que pusieran en peligro el régimen comunista. Ahora Rusia invoca, de una forma u otra, esa misma doctrina y se cree con el derecho de intervenir en los asuntos de sus vecinos e incluso ocuparles algunos de sus territorios.
LA TRAYECTORIA MILITARISTA DE PUTIN
Putin ya había intervenido militarmente en su periferia. Mantuvo ilegalmente a las tropas del XIV Ejército Ruso en la región de Transnistria en Moldavia; consolidó la ocupación militar de Abjasia y Osetia del Sur, reconociendo su independencia como hizo con Crimea y las regiones del Donbás; se anexionó ilegalmente a estos territorios después de los reconocimientos ilícitos de los mismos; impuso un régimen brutal y criminal, violando los más elementales derechos humanos, en Chechenia; atizó descaradamente la guerra de Azerbaiyán contra Armenia para ocupar Nagorno Karabaj para, a renglón seguido, aparecer Moscú como garante de la paz y meter el hocico en esa crisis con un contingente militar “pacificador”, y, finalmente, mucho antes de la guerra desatada contra Ucrania en febrero de 2022, armó y jaleó, en el año 2014, a las milicias prorrusas de la regiones levantadas en armas en el Donbás para que atacaran a las fuerzas del ejecutivo de Kiev. Esa guerra, sin contar las víctimas actuales, costó unas 15.000 vidas a las fuerzas ucranias y a las milicias prorrusas.
Pero más allá de la periferia donde Putin actúa impunemente, Rusia siempre apoya a cualquier país que sea claramente antioccidental, como ha hecho apoyando a las satrapías más impresentables del planeta, entre las que destacan Bielorrusia, Cuba, Siria, Irán, Nicaragua, Corea del Norte y Venezuela. La política exterior rusa desdeña la democracia, las libertades civiles y el respeto a los derechos humanos, cuestiones consideradas de escaso interés para Moscú, e incluso apuntala militarmente a regímenes abyectos, como es el caso de Siria. En enero del 2022, cuando unas protestas en Kazajistán debilitaron al régimen de Nursultán Nazarbáyev, Putin no dudó en enviar fuerzas militares para reprimir la revuelta civil y apuntalar a uno de los gobiernos más corruptos del mundo. Es un genocida profesional.
La lucha de Putin contra Occidente, y los valores democráticos que representa, es global y no se detiene ante ninguna frontera, tal como se vio cuando apoyó el proceso independentista catalán, alentó las pretensiones serbias de secesión en Bosnia y Herzegovina y provocó, con la ayuda de sus aliados bielorrusos, una crisis migratoria en la frontera de Bielorrusia con Polonia y Lituania. Para Putin, en su lucha por destruir Occidente y, por ende, desestabilizar a Europa, todo vale y, para ello, utiliza la energía, las materias primas, los ataques cibernéticos, la interceptación de comunicaciones y todos los medios a su alcance.
La agresión militar a Ucrania, que ha degenerado en una guerra en que las ciudades y la población civil se han convertido en objetivos militares, tiene como objetivo fundamental amputar territorialmente a Ucrania una tercera parte de su territorio y dejarla tullida política y económicamente, pero también provocar una crisis humanitaria que desestabilice a Europa. Ya han salido del país, según datos del ACNUR, algo más de quince millones de ucranios, una bomba de relojería, pensaba Putin, que le estallaría a los europeos. Pero, al igual que le pasó con el ataque a Ucrania, erró el tiro y sus cálculos no se han cumplido. Europa ha hecho frente a esta amenaza, dando cabida dentro de sus fronteras a millones de ucranios, y cada día que se alarga la guerra los objetivos del sátrapa de Moscú aparecen más lejanos, pero, no por ello, se debe bajar la guardia.
Fuente Aurora