LA HABANA, Cuba. – Serio, con mirada penetrante, el periodista Oliver Zamora comentó hace meses: “El golpe de carácter que dio el líder chino Xi Jinping en la mesa hizo temblar al presidente Biden, que evitará a toda costa que la vocera del Capitolio, Nancy Pelosi, visite Taiwán. Esto demuestra que China es la primera potencia mundial”.
No se inmutó el comunicador que con tanta seguridad se expresó en el estelar noticiero dominical de la Televisión Cubana. Muy a su pesar, el conflicto de marras concluyó con el aterrizaje en Taipéi de la funcionaria yanqui.
A lo largo de la historia otros observadores políticos han marcado al público cubano. Al comienzo de la Guerra de los Seis Días entre árabes e israelíes, el analista político de la Televisión Cubana era un hombre de 60 años, con espejuelos y de apellido Wanguemert, que además balbuceaba. Este señor, elegante y calvo, predijo: “será una guerra corta que no ganarán los árabes”. Su comentario fue acompañado de imágenes de tanques de guerra desplazándose por las arenas de un desierto.
Otros analistas recordados son Pablo Alfonso o Eduardo Dimas, quienes, a través de Radio Martí o en programas de radio y televisión del Gobierno hacían sus análisis. Porque no importa la posición ideológica del analista si es culto, informado y valiente. De otra manera, sería zapatero remendón, abogado de manigua, picapleitos, herrero con cuchillo de palo, o analista de tamarindo.
En Cuba cualquier mediocre o pusilánime amanuense, graduado de periodismo, o con un taller intensivo sobre la batalla de ideas, es convertido en analista político. Oliver Zamora tiene esa responsabilidad en el noticiero dominical de la TV. No es un caso aislado. Es “botón de muestra” de una cofradía capaz de torcer un hecho hasta beneficiar a sus patronos del departamento ideológico comunista.
Los balidos analíticos de Diana Valido sobre la tiranía Siria y Bashar Al-Assad son un ejemplo. Demuestran que estos comunicadores están de espaldas a la realidad global y a la cubana en especial. Así, mientras los “parlamentarios insulares” entrecruzan mentirillas, omiten hechos y reciclan promesas sobre la prosperidad del país, estos “tamarinderos” se desgastan y desgarran sus vestiduras sin profundizar en los hechos; así sea alabar a otras dictaduras, o comentar que la Ucrania nazi invadió a Rusia, o que Pedro Castillo en Perú es el salvador del nuevo Imperio Inca.
Otros ejemplares de esta fauna son Jorge Legañoa y Cristina Escobar, pareja de comentaristas que tienen su fuerte en los escenarios externos y hablan con afectada convicción de los más increíbles temas. Legañoa, o “engaño-a” ―como le llama Juan González Febles―, tiene un programa de cine llamado “Solo la verdad”. No es casualidad que se hable poco o nada de cine. Engaño-a se extasía comentando filmes estadounidenses críticos con su sociedad. Sin embargo, ¿estaría dispuesto a hablar de filmes críticos con la realidad insular, y además censurados, como Vicenta B. o Santa y Andrés? ¿O a comentar sobre la interrupción y censura a la Muestra de Cine Joven?
Cristina Escobar, por su parte, tuvo la oportunidad de ser maestrante en el Reino Unido, y la aprovecha para defender a su tocaya, Cristina Fernández de Kirchner. Según la cronista, la expresidenta de Argentina es víctima de una mafia judicial, y en su argumento no pierde oportunidad para atacar la división de poderes, tan importante en la democracia. Sin embargo, ¿qué le prohíbe a Escobar hablar de presas políticas como Saily Navarro o Sissi Abascal, condenadas injustamente por denunciar los graves problemas de la nación cubana? ¿Por qué y para qué se alejan estos analistas a otras realidades, si los problemas están muy cerca?
En medio de un V Pleno del Partido Comunista de Cuba lleno de absurdos, como las 86 medidas ideológicas para que los jóvenes no huyan de Cuba, Oliver Zamora volvió por sus fueros. Apuntó que el nuevo líder global ―supuestamente China― se impuso durante su visita a Arabia Saudita y los Emiratos Árabes, siendo aclamado como el nuevo emperador del mundo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org