LA HABANA, Cuba. – He pasado toda la mañana buscando una vieja foto, una foto de mi abuelo paterno, pero no la encontré. En esa imagen que busqué, y que recuerdo muy bien, aparece mi abuelo sentado sobre un césped, con las piernas cruzadas, y entre esas piernas cruzadas descansa un balón de fútbol. No sé si esa vieja foto fue tomada antes o después de algún partido, no sé cuáles fueron los equipos contrincantes, pero muy bien que recuerdo esa imagen de la que no tengo ninguna referencia más allá de ella misma.
No recuerdo si le pregunté alguna vez a mi abuelo sobre los resultados del partido; no sé si ganó o perdió, tampoco tengo información del instante en el que fue tomada la imagen. No sé si fue tomada antes del partido o si alguien apretó el obturador después que terminara. No sé nada de esa foto que ya no conservo, pero reconozco que me habría gustado mucho que esa imagen acompañara estas líneas, sobre todo ahora, cuando está casi por cerrar la Copa Mundial de Fútbol.
Y toda esta monserga tiene que ver con una idea fija que me ha estado acosando desde hace días. Y es que no consigo dejar de pensar en cierta creencia, y por la cual me pregunto si no le habría gustado al poder cubano ser protagonista de una copa mundial de fútbol en su propio patio. “Cuba vs. Cualquiera”, pero en la final, y en Cuba. Esa idea me obceca, me encandila. El poder cubano, Raúl, Díaz-Canel y el resto, frente a la pantalla de enormes televisores mirando el desempeño de los cubanos y su contrario, y la apetencia me hace pensar en Estados Unidos como contrario. ¿Cuál si no?
¿Y usted, lector, consigue imaginar una final así en ese mundial de fútbol? ¿Usted puede imaginar esa plaza que Martí escolta llena de pantallas gigantes y en las que se hagan visibles los desempeños del equipo cubano y el de USA? ¿Usted imagina ese partido en cualquiera de las grandes ciudades del mundo, en alguna de esas que tengan al fútbol como la gran pasión? ¿Usted puede imaginar a cubanos con tan extraordinarios desempeños como los de Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, Luka Modric o Neymar?
¿Usted imagina a Díaz-Canel dando brinquitos de felicidad después del gol de Periquito Pérez, ese que dejó boquiabierto al mundo entero? ¿Usted consigue imaginar a Raúl y a Esteban Lazo lanzando al aire sus sombreros? ¿Usted puede imaginar ese diferendo en La Habana? ¿Puede sentir a un país que hasta es capaz de olvidar el hambre por un rato y pensar únicamente en el balón y en las alegrías de Raúl y de Miguel, incluso la de Fidel si estuviera? A mí me resulta difícil, pero lo intento.
Quizá los más precisos enfrentamientos entre Cuba y USA se concretaron en un estadio de béisbol, pero el béisbol no tiene la universalidad del fútbol. El béisbol no tiene tantos seguidores como el fútbol, y quizá tampoco tanto dinero como el fútbol. Imagine usted un equipo en el que abunden jugadores con el nombre de Fidel o Raúl en ese Qatar de ahora, y también imagine sus goleadas, y las banderas cubanas desplegadas en las gradas, esas que consiguen opacar a la bandera estadounidense, incluso a a todo el país del norte, y ellos, Raúl, Díaz-Canel y Lazo, dando brincos de alegría.
Imagine un diferendo, una porfía política, que gana fuerzas en el terreno del fútbol, en las gradas de ese terreno de fútbol. Imaginen un dineral, imaginen los rostros de los dueños de esos bolsillos a los que entrarán esos dineros. Imaginen un diferendo enorme y sempiterno, un desacuerdo de insospechadas proporciones, de tan inesperadas y posibles proporciones como aquellas que se temieron, se vivieron, durante la Crisis de los Misiles, pero imaginemos también un estadio de “Patria y Vida” que opaca al “Patria o Muerte”.
Imaginen también el descalabro y el fracaso del equipo nacional frente al de USA. Imaginen, imaginen, a la manera de Lennon, ese paraíso que no existe e imaginen que vive en paz en medio del comunismo y verá cómo fracasa… Imaginen, imaginen, que no hay países, ni mundiales de fútbol…, aunque eso puede ser muy aburrido, así que mejor no lo imagine…
Aunque sí, sí, imagine con fuerza, con muchísima fuerza, que no hay Raúles ni Fideles, pero sí Joes, para acabar con la costra feroz del comunismo, quise decir con la porquería, con la caca. Imagine un país que se supone victorioso en todo, aunque no lo sea en nada… Imaginen, imaginen, y no digan que soy un soñador, imaginen una final del Mundial de Fútbol, y a Cuba… Imaginen incluso un Mundial de Fútbol en La Habana y verán que se marean, que se desvanece su imaginación…
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org