Tras los últimos movimientos de la Fed y del BCE, los grandes inversores internacionales han apostado por cubrirse y han disparado el precio de los derivados que firman para cubrirse contra las subidas de tipos.
Estos swaps son un auténtico termómetro para medir la temperatura del mercado, ya que son el instrumento que utilizan los fondos para intentar protegerse de estos escenarios de incertidumbre.
Que el swap se encarezca significa que los inversores están apostando a que los tipos van a seguir subiendo, al menos, hasta el entorno al que han llevado este derivado. Y ese listón está por encima del 3% de aquí a 2025.
Hace apenas dos meses, en octubre, cuando los bancos centrales ya llevaban unos meses inmersos en subidas de tipos, el swap a un año se situaba en el 2,62%, a dos años tocaba el 2,90% y a tres años, el 2,96%, rompiendo la barrera del 3% en el horizonte de cinco años.
Pero, este viernes, el derivado a un año rompió ya el listón del 3%, tras subir un 8,6% en apenas tres jornadas. A dos años, esta armadura se ha tensionado todavía más, al haberse disparado un 10,3% desde el miércoles, hasta el 3,17%. En el caso del swap a tres años, el alza ha sido del 9,3%, hasta el 3,045%.
Para valorar la importancia de estos derivados, basta recordar que cada décima al alza o a la baja son millones de euros para los inversores institucionales, ya que estos derivados son los instrumentos con los que cubren sus inversiones y, por tanto, tratan de ajustar siempre al máximo.
Cada décima al alza o a la baja de estos ‘swaps’ supone millones de euros para los fondos
A diferencia de octubre, cuando se endurecieron más los swaps entre cinco y diez años, ahora son los derivados a corto plazo los que están encareciéndose significativamente, lo que indica que el mercado, lejos de apostar por un ablandamiento de la política monetaria, ha adelantado al presente el escenario que antes confiaba en poder dilatar unos años.
Jarro de agua fría
Estos movimientos representan la respuesta de los agentes económicos a los mensajes arrojados en los últimos días por parte de los principales bancos centrales internacionales. Frente a la expectativa de que tanto la Fed como el BCE corroborarían en sus respectivas reuniones la idea de que lo peor de la inflación ha quedado atrás, lo que daría pie a un próximo fin del endurecimiento de la política monetaria, ambas instituciones sorprendieron con mensajes muy duros, indicando que los tipos de interés seguirán apuntando al alza por un periodo aún prolongado.
Este jarro de agua fría se ha hecho notar en los últimos días en los mercados financieros en forma de fuertes caídas de las bolsas y los bonos. Una reacción que no es más que el reflejo del temor a los efectos económicos de estas políticas, que conllevan un encarecimiento de la financiación hasta niveles inéditos desde hace varios lustros y amenazan con producir un frenazo severo de la actividad económica.
De hecho, el encarecimiento de las coberturas utilizadas por los grandes fondos no es otra cosa que el correlato del aumento de los costes de financiación corporativa que se ha evidenciado en los últimos días en el mercado, con la caída de los bonos de las principales empresas (el rendimiento medio de los bonos de empresas europeas con grado de inversión vuelve a rozar el 3%, 15 veces más que a inicios de año) o el repunte de sus CDS.
Según observan en Macroyield, las actuales condiciones de la economía europea sugerirían, siguiendo una versión no demasiado exigente de la famosa regla de Taylor, la necesidad de tipos de interés en la región de hasta el 7%. Y aunque este es un escenario que prácticamente ningún experto contempla, sí que ha empezado a ganar fuerza la idea de que el actual ciclo de subidas eleve el precio del dinero en la eurozona a niveles de hasta el 4%, lo que supondría 1,5 puntos porcentuales por encima de la situación actual.
Fuente El Confidencial