Alejandra Bertero había sido contratada por Guillermo Cóppola como mensajera entre Buenos Aires e Italia como representante de DIARMA, la compañía de Diego Maradona.
Según su propia declaración, en 1990 Guillote le pidió que gestionara personalmente el envío de un paquete de diarios y revistas desde Buenos Aires.
Fue entonces que un empleado suyo ubicó a Bertero en Ezeiza y le indicó que llevara el bulto en la mano. Coincidió que ese día viajaba la Selección argentina y Carlos Bilardo tenía la indicación de alinear a Bertero junto a la delegación a efectos de ‘ahorrar’ detalles aduaneros.
La chica pasó como un jugador más por la puerta lateral de la aduana de Fiumicino, sin que nadie la revisara y luego le dio el paquete a su novio, quien a su vez se lo entregó a Cóppola en Nápoles a cambio de un cheque por 25 millones de liras que Pugliese cobró el 11 de julio de 1990 en la Banca della Provincia di Napoli.
En octubre de 1990, finalizado el mundial, Pietro llamó a la casa de Maradona y registró la conversación: “Estoy preocupado porque la policía me está cercando ¿Puede ser que me busque por aquel paquete que me hiciste traer de Buenos Aires?”.
A los pocos días, Cóppola se fue de Italia. Lo hizo tan apurado que, a pesar de los años de amistad que los unía, ni siquiera tuvo tiempo de despedirse de Maradona ni de darle las razones. Públicamente dijo: “Diego ya no lleva una vida de deportista. Mi presencia ya no le sirve… algún día me comprenderá”.
Años más tarde, frente al Juez Carlos Liporaci, Cóppola admitiría, involuntariamente, la verdad sobre lo sucedido: “Nadie dijo por qué Diego y yo cortamos en 1990. Nadie lo sabe. Mucho de lo que ahora pasó en este lugar y el tema de la droga y demás es la razón por la cual yo me alejé de Diego”.
Concretamente, Pugliese había asegurado a la justicia que Cóppola y Maradona participaban del tráfico de drogas, mientras le pedían que él hiciese de contacto y denunció que a su novia –Alejandra Bertero- la habían hecho trasladar un paquete con dos kilos de cocaína haciéndole creer que se trataba de periódicos y revistas.
Pietro dijo a los fiscales italianos que Maradona y Cóppola sabían del contenido del paquete porque ambos supervisaron la entrega final. Asimismo, confesó que el pago recibido por el trabajo se había realizado a través de DIARMA.
Existían conversaciones que confirmaban la participación de Cóppola en la transacción bancaria y la invitación personal de Maradona a Pugliese para que se reuniera con él en su casa. Esas grabaciones fueron entregadas a la justicia por el abogado de Pugliese.
Tanto Maradona como Cóppola admitieron posteriormente que habían estado presentes cuando llegó el paquete, pero negaron que contuviese cocaína; eso sí, nunca pudieron desmentir su relación con Pugliese.
…
Eran realmente extraños los vínculos de Cóppola con el clan camorrista del barrio napolitano Forcella, cuyos capos eran Carmine y Nunziello Giuliano, gente de la mafia y las drogas.
“¿Si tuve contacto con la Camorra? Sí… puede ser”, confirmaría tiempo después Guillote, sumando sus propias palabras a la elocuente prueba ya aportada por el diario italiano Il Mattino, que había publicado la foto de Diego Maradona junto a dos líderes del clan: Carmine y Raffaele.
Para que no quedaran dudas Pietro Pugliese, en una de sus declaraciones ante la justicia, había confesado que, en un asalto al Banco de la Provincia de Italia -donde le robaron una importante cantidad de joyas a Maradona- “Guillermo Cóppola me dio una lista de las joyas robadas y yo me dirigí personalmente al clan de la Camorra, Di Giuliano y Villaricca… Gracias a esa gestión se logró recuperar 5 relojes de gran valor”.
Los vínculos de Maradona con la Camorra eran aún más evidentes que los de Cóppola. Durante la celebración de la victoria del Nápoles en el campeonato de 1987, algunos periodistas recibieron una invitación para una fiesta privada organizada por Maradona, a quienes se les advirtió que no debían publicar, por su propia seguridad, detalles de aquella noche. De todos aquellos periodistas invitados, solamente Bruno Passarella, corresponsal en Roma de El Gráfico, se animó a describir el ambiente aproximado en el que Maradona se estaba introduciendo.
“Aquella noche, Maradona estaba en una casa en Nola, una de las villas desperdigadas por los alrededores de Nápoles. Cuando preguntamos por el propietario de la casa no se nos quiso dar a conocer el nombre. La mansión se asemejaba a un búnker, con puertas que se abrían por control remoto, un circuito privado de televisiones por todo el lugar y un enorme mastín atado a una cadena cerca de la entrada principal. Fue una noche extravagante y lujosa, con Moët et Chandon fluyendo como el agua y servido en copas de plata, una pantalla enorme de video que mostraba continuamente los goles de Maradona y muchos invitados con anillos enormes en los dedos. Era un ambiente evidente de dinero nuevo, blanqueado rápida y fácilmente. El tipo de dinero que en Nápoles había proporcionado fortunas fáciles a ciertas personas. Al amanecer volvimos a Nápoles, sin que ninguno de los periodistas supiera algo más sobre la identidad del anfitrión.”
Si bien Passarella describió algunos detalles de la velada, se negó rotundamente a revelar algo más.
*Extracto del libro “Poli Armentano, un crimen imperfecto” de Christian Sanz (Ed Cien, 2003)
Fuente Mendoza Today