LA HABANA, Cuba. – Un incendio de grandes proporciones reduce a cenizas un extenso territorio de Pinares de Mayarí, en Holguín. Y aun confiando en que la estrategia de contención funcione, de acuerdo con lo explicado por los expertos, el siniestro continuará arrasando bosques durante más de una semana antes de la extinción (y cualquier semejanza con lo sucedido en agosto del año pasado en Matanzas no es mera coincidencia).
También en la tarde de este miércoles 22 de febrero, la Unión Eléctrica informó de otra falla en la línea de alta tensión que dejó sin electricidad a más de media Cuba, desde Cienfuegos hasta Guantánamo, con lo cual ya suman cuatro las interrupciones masivas en solo nueve días, las suficientes para comenzar a pensar que se pudiera avecinar otro cambio de directivos y ministros, que es lo acostumbrado en estos casos cuando el régimen necesita enviar señales de “buena actitud”, aun cuando todo el mundo sabe que, si en Cuba algo en verdad ha llegado para quedarse, son los apagones, así como las malas noticias.
De modo que esta misma semana la Defensa Civil emitió un Aviso de Alerta como consecuencia de la intensa sequía que afecta a casi todos los embalses y fuentes subterráneas del país, una situación que pudiera prolongarse hasta más allá del 15 de mayo, por lo cual nos esperan no solo días de oscuridad y calor, sino además de mucha sed, poco aseo y pérdida de cultivos. No obstante, siempre quedarán los hoteles con sus bien surtidas mesas bufés y sus piscinas de bordes infinitos para los privilegiados que puedan disfrutarlos (y ese privilegio no incluye a nadie cuya vida dependa de la moneda nacional).
Pero, no todo se reduce a incendios, apagones y sequías, e igual este miércoles, como para no quedar fuera de este nuestro “lento Apocalipsis” (en tanto es parte indispensable de él), ETECSA reconoció que el “fallo de una tarjeta” derribó el servicio de voz en la telefonía celular, a solo unos días que los servicios de datos cayeran, al mismo tiempo que llovían dólares en las proximidades del Hotel Packard, una escena que en cualquier otro país pasaría a la sumo como performance o excentricismo, pero que en el nuestro se torna “asunto de Estado” hasta con notas emitidas por la Cancillería, como consecuencia de la paranoia de los comunistas y su imperiosa necesidad de hacernos ver el enemigo en todas partes.
Y entre bosques calcinados y manantiales secos, entre descomunales, persistentes, fallos eléctricos y caídas de la telefonía móvil (todos informados en la misma emisión del noticiero de televisión de este miércoles), también llegan los silencios “oficiales”, colmados de muy “buenas intenciones”, sobre los asaltos, las muertes de personas por causa de la creciente violencia y los feminicidios. Sin dudas, Cuba es un país que arde por los cuatro costados y lo más interesante es que lo hace de adentro hacia afuera, aunque el régimen insista en hacernos creer que las chispas y detonantes llegan desde el exterior.
Así, las únicas “buenas noticias” generadas dentro de Cuba por estos días (la lluvia de dólares y la repartición espontánea de billetes de 500 pesos) fueron de inmediato transformadas en “malas noticias” por un gobierno que, al parecer, en su más profunda intimidad, odia que el dinero llegue como regalo al cubano de a pie, así como siente regocijo con el desastre que él mismo genera, aun cuando a veces a algunos les resulten creíbles las expresiones de consternación.
Pero en cuanto los escuchamos cantar la “Guantanamera” desde la ebriedad o los vemos inaugurar eventos de comida gourmet desde la arrogancia y la opulencia, enseguida comprendemos de qué va este partido donde el fuego, la sed, la oscuridad (y el pésimo servicio de telefonía) solo afectan a quienes fueron obligados a tomar del mazo amañado las cartas perdedoras.
Como he señalado en otra ocasión, demasiado pronto este 2023 comienza a parecerse en términos de infortunios a ese recién concluido 2022 y, por lo pronto que han surgido las “semejanzas” —apenas antes de finalizar febrero— me atrevo a decir que el resto del camino hasta diciembre será de los peores por los que hemos transitado en más de medio siglo.
El barco hace aguas, se hunde sin duda alguna o, mejor dicho, la propia tripulación —ya no sé si a espaldas del capitán— lo está hundiendo quizás para “mejores propósitos”, pocos sabrán, pero las señales están ahí y solo un ciego y sordo de cañón es incapaz de verlas.
Mientras tanto, como en una tosca parodia de aquella leyenda del Titanic en que la orquesta tocó hasta la muerte, algunos tercos, suicidas, resignados e ilusos se obstinan en quedarse a ver qué pasa pero, eso sí, de manos cruzadas, encerrados en la habitación y cantando el “porompompón” de Rebeca Martínez. A fin de cuentas es la mejor música de fondo para este final de mal gusto.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org