La fortaleza de la recuperación se mide en una semana clave a las puertas de las elecciones territoriales del 28 de mayo. Después de haber esquivado el fantasma de la recesión, la economía española afronta el tramo final de abril con una avalancha de cifras que se conocerán en solo 24 horas: las que van desde las nueve de la mañana de este jueves hasta la misma hora de este viernes. El dato más importante es el PIB del primer trimestre, que reflejará —según la media de los expertos— una aceleración del crecimiento, frente a las cifras negativas que se preveían en otoño. También se espera una reducción de la tasa de paro, mientras que la inflación volverá a repuntar. Y todo en la semana en que el Gobierno debe presentar a Bruselas el Programa de Estabilidad.
Si en el fútbol todos los rivales temen que Lionel Messi, Kylian Mbappé y Neymar Jr. jueguen juntos, en la economía el tridente formado por la contabilidad nacional, la Encuesta de Población Activa (EPA) y el índice de precios de consumo (IPC) asusta a cualquiera. Especialmente si salta al campo en plena recta final de la temporada, cuando se deciden los títulos —las alcaldías y los gobiernos de las comunidades autónomas— para los que muchos llevan esperando una legislatura. Y todo con el ojo puesto en la final de la Champions, que se celebra a final de año: las elecciones generales de diciembre. En conjunto, se puede decir que los delanteros están en forma, pero el entrenador teme que los aficionados piten a uno de ellos, el más irregular, al comparar su rendimiento con el que tuvo el año pasado.
La única mala noticia que puede llegar para la Moncloa esta semana tiene que ver con el llamado efecto base, un fenómeno estadístico que ha condicionado enormemente el dato de inflación durante los últimos meses. La cifra de marzo (3,3%), la más baja desde el inicio de la crisis energética —en el verano de 2021— y la mayor caída de la historia, fue propiciada por la comparación con el mismo mes del año anterior, cuando el coste de la vida se disparó durante los primeros compases de la guerra de Ucrania. Ahora, ocurre justo al revés: el dato interanual de abril medirá el nivel de precios en relación con el del cuarto mes de 2022, cuando se moderaron 1,4 puntos gracias a la entrada en vigor de la subvención de 20 céntimos por cada litro de combustible.
El gráfico no engaña: en líneas generales —y con la incidencia lógica de la coyuntura económica—, los meses con un mayor incremento del IPC durante el primer año de la espiral inflacionista coincidieron con los mayores descensos durante el segundo año, y viceversa. Este escalón, que obliga a echar la vista al retrovisor para saber por dónde estamos yendo, será un factor imprescindible en las estrategias de los políticos durante lo que queda de año (y de legislatura). Durante el verano, dará grandes alegrías al Gobierno, pues la inflación tomará los récords del año pasado como referencia; durante el otoño, en cambio, aguará la fiesta al presidente, Pedro Sánchez, que no podrá presumir de la contención de precios aunque la situación real sea mucho más favorable, ya que la excepcional moderación del tramo final de 2022 perjudicará la comparación.
De momento, solo queda una bala antes de las municipales y autonómicas, y esta arrojará malas noticias para el Ejecutivo. La Moncloa quiere poner en valor el abaratamiento de la energía —el aspecto qué más preocupó en la calle al inicio de la espiral inflacionista—, pero la alarma por el precio de los alimentos persiste y el dato de este viernes solo ayudará a incrementarla. El IPC general experimentará su primera subida notable desde el pasado verano —hasta ahora solo había tenido un ligero repunte en enero y febrero—, pese a que la tendencia de fondo sigue siendo descendente. Además, está previsto que la inflación subyacente, que es la que más tienen en cuenta los bancos centrales para las alzas de tipos de interés tan temidas por los hipotecados, continúe su escalada. Durante la compaña electoral, la oposición va a tener nueva munición para atacar, precisamente con uno de los aspectos de los que más ha sacado pecho el Gobierno durante los últimos meses.
El balance global, sin embargo, favorece a los intereses de la coalición en el poder. España continúa teniendo una de las inflaciones más bajas de la Unión Europea, y la economía ha aguantado mucho mejor de lo previsto las turbulencias de un invierno complicado. Es cierto que la inestabilidad en el sector financiero, tras la quiebra del Silicon Valley Bank en Estados Unidos y el rescate de Credit Suisse, dibuja nuevos nubarrones en el horizonte: todos los organismos, desde la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) advierten de que el crecimiento podría ralentizarse en el segundo trimestre por la moderación del consumo derivada de la restricción del crédito, y las rebajas de previsiones para 2024 resultan generalizadas como consecuencia del llamado efecto arrastre (carry-over). Para las generales todavía hay dudas, pero las autonómicas se afrontarán con una certeza: la economía española está acelerando.
Durante las últimas semanas, el Partido Popular ha ido alejando su discurso de los números para pasar a las ideas. Los datos avalan esta estrategia, que deja atrás el desgaste al Gobierno por la situación económica y pone el foco en temas más políticos, como la ley del solo sí es sí. No solo no habrá recesión, sino que el primer trimestre se saldará con un mayor ritmo de crecimiento, que ya había aguantado estoicamente en el último cuarto del año pasado. La resiliencia del consumo, en una cuesta de inicio de 2023 que se preveía muy dura, y la pujanza de las exportaciones, que siguen batiendo récords cada mes, llevarán a un alza del PIB del 0,3% hasta marzo, según el consenso de los analistas de Bloomberg y la estimación del Banco de España. Otras instituciones, como la AIReF, elevan el dato a un notable 0,7%, mientras que los panelistas de la fundación de las antiguas cajas de ahorros (Funcas) lo reducen al 0,1%, en línea con lo que se preveía antes de Navidad.
Más allá del dato exacto, lo cierto es que la contabilidad nacional que el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicará este viernes corroborará que la economía española ha resistido mucho mejor de lo esperado, en parte gracias a un invierno sorprendentemente tranquilo en los mercados energéticos. Como resultado, se suceden las revisiones al alza para el PIB de este año, mientras el Gobierno presume de que España es el país que más crece entre los grandes del euro, aunque también es el único que no ha recuperado todavía los niveles prepandemia. En el mejor de los casos, incluso podría hacerlo este mismo trimestre, lo que taparía una vía de agua en el discurso del Ejecutivo. La mayoría de los organismos, en cambio, calculan que lo hará hacia el verano.
La EPA despejará dudas sobre el empleo
Uno de los pilares de la recuperación tras la crisis del covid está siendo la fortaleza del empleo, que no se ha resentido durante la espiral inflacionista actual. No es un fenómeno exclusivo de España: toda Europa presenta cifras extraordinariamente bajas para un periodo de escaso crecimiento —y, en algunos casos, contractivo—, pero en nuestro país esta vitalidad laboral adquiere unas dimensiones políticas propias. Un año después de la aprobación de la reforma del mercado de trabajo, el Gobierno presume de la extraordinaria creación de empleo en una coyuntura muy difícil.
Efectivamente, el número de afiliados a la Seguridad Social no para de crecer, y ya roza los 20,6 millones, según el adelanto que ofrece el ministerio de José Luis Escrivá a mediados de abril. Las últimas cifras oficiales sorprendieron muy positivamente: con 200.000 nuevas altas y 50.000 parados menos, el mercado laboral vivió su mejor marzo de la historia, pese a que, a diferencia de otros años, una parte del impacto de la Semana Santa se notará en abril. Para conocer ese dato, habrá que espera hasta después del puente del Primero de Mayo, pero la EPA de este jueves dirá hasta qué punto los sindicatos pueden encarar con satisfacción la festividad del Día del Trabajador.
Desde la salida del covid, las cifras del INE, que se elaboran a través de una encuesta y son las que tiene en cuenta Bruselas, no siempre han coincidido con las que ofrecen el Ministerio de Trabajo y el de Seguridad Social. Las discrepancias se han agravado tras la reforma laboral, pues supuso un cambio en los tipos de contratos que no se ha traducido en una nueva forma de medir. Como consecuencia, 443.000 fijos discontinuos sin actividad no figuraban en las listas del paro a finales de 2022, ya que mantenían su vinculación pese a no trabajar, según reconoció recientemente el propio Ejecutivo. No se trata de una figura nueva, pero sí mucho más generalizada tras la aprobación de la nueva norma.
De ahí la importancia de la EPA, que sirve para contrastar el triunfalismo del Gobierno. En el último cuarto de 2022, por ejemplo, la encuesta arrojó que España había destruido 82.000 empleos, el peor cierre del año en una década, y sumado 44.000 nuevos parados. Según el INE, nuestro país perdía empleo por segundo trimestre consecutivo, frente a la creación de puestos de trabajo que, aunque ralentizada, indicaba el Ejecutivo. Para el primer trimestre de 2023, Seguridad Social constata una nueva aceleración, en paralelo con la de la actividad económica, y todo hace pensar que esta vez la EPA también resultará positiva. Será la magnitud de la recuperación laboral la que determine hasta qué punto el Gobierno puede sacar pecho de estos datos de cara a los comicios del 28 de mayo sin miedo a que la oposición le recuerde, una vez más, las dudas sobre los fijos discontinuos.
En medio de esta avalancha de cifras, el Ejecutivo deberá afrontar una de sus grandes citas anuales con Bruselas: la presentación del Programa de Estabilidad. O, lo que es lo mismo: la letra pequeña de los anuncios para este curso electoral. El año pasado, el Ejecutivo se comprometió con la Comisión Europea a afrontar la consolidación fiscal que necesita España —así lo repiten constantemente el Banco de España o la AIReF— por la vía de los ingresos; es decir, subiendo impuestos. En este tiempo, el Ejecutivo ha emprendido algunas rebajas fiscales para paliar los efectos de la espiral inflacionista, especialmente sobre las rentas más bajas, gracias el margen que le otorgó el aumento histórico de la recaudación. Al mismo tiempo, estableció nuevos tributos para el plástico, las grandes fortunas, los bancos y las energéticas.
Aunque el proceso de reducción del pasivo público continúa, nada de esto es suficiente ante el regreso de las reglas fiscales europeas, suspendidas desde la pandemia. La respuesta a la crisis del covid ha disparado la deuda hasta el 113% del PIB y el déficit hasta el 4,8%, unas cifras difícilmente asumibles en el nuevo escenario, por mucho que se flexibilicen las normas comunitarias. El Gobierno deberá mostrar ahora la cara b de los paquetes de ayudas contra la inflación, aunque será el próximo Ejecutivo salido de las urnas el que tenga que afrontar el grueso del ajuste fiscal. Mientras el entrenador prepara la estrategia, Messi, Mbappé y Neymar aguardan en el vestuario el comienzo de un partido crucial para el devenir político de España.
Fuente El Confidencial