MIAMI, Estados Unidos. — Siempre que se hace alguna referencia al movimiento surrealista del siglo XX, el primer nombre que acude a la mente es Salvador Dalí, pintor, escultor y grabador español nacido el 11 de mayo de 1904 en el municipio de Figueras, Cataluña.
Aunque el honor de haber pasado a la historia como padre del surrealismo recayó en el escritor francés André Bréton, Dalí se convirtió en su figura más descollante, lo cual no es decir poco, considerando que de aquella tendencia estética también formaron parte Joan Miró, René Magritte, Max Ernst, Ives Tanguy y Giorgio de Chirico, entre otros.
Experto dibujante y admirador del arte renacentista, durante su temprana juventud Dalí hizo breves incursiones en el cubismo y el dadaísmo, pero fue a partir de su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1922, que su personalidad y estilo comenzaron a fluir. Su coqueteo con el cubismo llamó la atención de Luis Buñuel y Federico García Lorca, con quienes compartía residencia y algunas materias. Su amistad con el autor de Bodas de Sangre fue apasionada, romántica incluso, dirían algunos; pero no hay pruebas concluyentes al respecto.
Su carácter megalómano y narcisista le acarreó la expulsión de la Academia en 1926. El temperamental Dalí, que sobresalía por su talento, llegó a afirmar que nadie en el claustro era lo suficientemente bueno como para examinarlo, así que no alcanzó a graduarse y marchó a París, donde encontraría, por fin, su camino dentro del arte.
Allí conoció a Pablo Picasso, a quien admiraba profundamente. No pasaría mucho tiempo antes de que el sentimiento fuese mutuo. Libre de ataduras académicas, rodeado de un ambiente artístico que se vigorizaba y renovaba constantemente, Dalí dio rienda suelta a su genio creativo, recurriendo por igual a las influencias clásicas —Bronzino, Zurbarán, Rafael, Velázquez, Vermeer— y a los novedosos lenguajes de la vanguardia. Empleó técnicas tradicionales y contemporáneas que atrajeron el interés del público y la crítica. Como otros artistas excepcionales, fue amado o aborrecido, sin términos medios.
A partir de 1929 su carrera avanzó vertiginosamente. Colaboró con Buñuel en la realización del filme Un perro andaluz y se unió al grupo surrealista, afincado en el barrio de Montparnasse. Su presencia influyó poderosamente en los derroteros del movimiento. Produjo obras impactantes, enigmáticas, que hasta hoy intrigan a expertos, psicoanalistas y público en general.
Los cuadros que pintó son una puerta abierta a su desmesurada imaginación, que algunos calificaron, sin cortapisas, de locura. Su comportamiento extravagante y narcisista fue criticado por sus detractores, que lo consideraban una hábil estrategia para atraer la atención sobre sus cuadros.
En tal sentido Dalí fue, quizás, el primer artista en la historia que se auto publicitó como parte indisoluble de su obra, cuya excelencia era evidente, pero resultaba aún más atractiva por el carácter inquieto y excéntrico de su autor, que no dejaba indiferentes a los curiosos.
Sea como fuere, su estilo es identificable por cualquier persona medianamente conocedora de la historia del arte. Su obra más conocida, La persistencia de la memoria (1931), está considerada como el paradigma de la pintura surrealista y, según varias teorías, encierra un rechazo al tiempo como entidad rígida e inexorable.
Fuente Cubanet.org