En un cuaderno que usaba como si fuese un diario personal había escrito sus objetivos para 2023. “Aspiro para este año que mi sueldo sea de más de 1.000.000 de pesos por mes”. Pero Walter Araya no se refería al salario de un trabajo legal. Sus ingresos provenían de robos en lujosas casas en San Isidro. Solo entre febrero y mayo pasados, él y sus cómplices, según una investigación judicial, protagonizaron siete violentos atracos donde se hicieron de un botín de 123.500 dólares, 6000 euros, casi un 1.355.000 de pesos, 34 monedas de oro valuadas en U$S 1.530.000, relojes de primeras marcas y joyas. Él invertía la parte que te tocaba en la construcción de propiedades, la compra de autos y en préstamos usureros. Ahora está tras las rejas. Fue apresado ayer por detectives de la policía bonaerense en Tigre tras una persecución de 250 metros y disparos intimidatorios.
Araya, de 35 años, está considerado jefe y coordinador de la organización criminal, en complicidad con Gastón Refatti, detenido a fines de mayo pasado, afirmaron a La Nación calificadas fuentes judiciales.
“Con la detención de Araya y otro sospechoso, también detenido en las últimas horas, quedó desbaratada la banda delictiva que robaba casas en San Isidro. Se trata de un delincuente, con antecedentes por robos, devenido en empresario. Con el dinero que obtenía en los atracos compraba propiedades en barrios humildes, las refaccionaba y las ponía en alquiler, adquiría automóviles y se transformó en prestamista a tasas usureras”, sostuvo un detective judicial.
La investigación que permitió desbaratar a la organización criminal estuvo dirigida por Patricio Ferrari, uno de los dos fiscales generales adjuntos de San Isidro, con la colaboración de detectives de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) de San Isidro de la policía bonaerense. En el expediente interviene la jueza de Garantías Andrea Rodríguez Mentasty.
“Allanamos todas las propiedades que Araya había adquirido con el dinero obtenido de los robos y que había remodelado para poner en alquiler. Los autos que compraba los hacía trabajar con choferes para una aplicación móvil que une a conductores particulares con pasajeros”, explicó un detective judicial que participó de la investigación.
Después de la detención de Refatti, Araya cambió su teléfono celular y dejó de utilizar los automóviles que solía conducir. Se ocultó en una casa quinta de Tortuguitas, en Malvinas Argentinas, que fue ubicada ayer por los investigadores judiciales y policiales.
Ayer, Araya salió de su escondite para saludar en su cumpleaños a su hija de tres años. Fue hasta un humilde barrio de Don Torcuato, en Tigre. “A último momento, decidió hacer un festejo y, como llovía, lo hizo en una obra en construcción. Se trata de un edificio de tres pisos que llevaba adelante con el dinero obtenido en los robos. Cuando advirtió el operativo para detenerlo, intentó escapar. Hubo una persecución de 250 metros que terminó después de unos disparos intimidatorios que hizo la policía”, dijo una fuente del caso.
Araya imaginaba su proyecto inmobiliario con una construcción moderna. Así se lo hizo saber a Refatti por chat al enviarle varias fotografías de un boceto de su proyecto que hizo en la plataforma Pinterest y que fue recuperada por los investigadores judiciales.
Los investigadores judiciales y policiales llegaron hasta Araya después del análisis de la información obtenida de los teléfonos celulares secuestrados a fines de mayo pasado, cuando se detuvo a Refatti y a otros dos integrantes de la banda.
En los allanamientos de ayer ordenados de urgencia, los funcionarios policiales secuestraron un Peugeot 308, un Fiat Punto, un Ford Focus, un Ford Fiesta Kinectik y un Citroën C4. “Todos los vehículos fueron adquiridos después de los robos investigados”, sostuvo una fuente del caso.
Funcionarios judiciales resaltaron la importancia de un correcto análisis de la información recuperada de los teléfonos celulares que permitieron ubicar a Araya en los robos ocurridos en San Isidro a partir de los chats de Whastapp con Refatti.
El modus operandi
El modus operandi se repitió en todos los robos: los ladrones ingresaban en las propiedades por los fondos, después de acceder por terrenos baldíos u obras en construcción. Generalmente, se encontraban con una puerta o venta abiertas o, si era necesario, las abrían por la fuerza.
Después de irrumpir en las propiedades, los ladrones maniataban a los propietarios con precintos plásticos. Algunas víctimas fueron golpeadas con las culatas de las armas en la cabeza.
En el tercer golpe protagonizado por la banda, ocurrido el 8 de marzo pasado en una propiedad del barrio Las Lomas, además de robar U$S 20.000, 6000 euros y alhajas, los delincuentes se apoderaron de 34 monedas de oro con la leyenda” Austria un ducado de oro -1915″. Según el expediente judicial, cada metal pesaba 3,49 gramos y tenía un valor de 45.000 dólares.
“No se trataban de entraderas [modalidad delictiva donde los delincuentes sorprenden a las víctimas cuando ingresan en sus casas] o escruches [suceden cuando los residentes no están], los robos protagonizados por ´la banda del falso comisario´ ocurrían cuando las víctimas estaban en sus casas y eran sorprendidas cuando cenaban o descansaban. En cada caso, hubo una inteligencia previa”, dijo a LA NACION un investigador.
Los robos se repetían y no había pista de los delincuentes. Se sabía que los ladrones llegaban y escapaban en una camioneta Toyota SW4 negra. Pero el rastro solía perderse, generalmente, en el peaje Henry Ford del ramal Campana de la autopista Panamericana.
“El conductor de la camioneta 4×4, que después se determinó que era Refatti, pasaba el peaje pegado a otro auto, para evitar que las cámaras tomaran la chapa patente. Además, siempre tenía bajo los parasoles para que los rostros no quedaran registrados en las filmaciones”, explicó un investigador.
Refatti no lo supo en ese momento, pero una chapa patente que había robado para colocarla en la camioneta utilizada los días de los robos lo puso en mira de los investigadores.
Una chapa patente sustraída días antes de uno de los robos en San Isidro estaba vinculada con un sticker utilizado para el pago electrónico de los peajes. Entonces, se empezó a buscar esa chapa patente por las distintas zonas después del peaje y su rastro se perdió en Escobar hasta que se determinó que había entrado a una estación de servicio YPF de la autopista Panamericana y ruta 25.
“En las filmaciones se pudo observar que si bien el conductor pagaba en efectivo, le firmaba un comprobante al playero. Se trataba del voucher por la carga de puntos del programa YPF Club. En ese momento, gracias a la carga de puntos, se pudo ponerle nombre y apellido al conductor de la camioneta usada en los robos: Gastón Refatti”, explicó un investigador.
Pero no fue el único error de Refatti. Antes de ser detenido fue filmado en una estación de servicio en una de sus camionetas 4×4 cuando colocaba un rosario en el espejo retrovisor. Ese rosario fue secuestrado por la policía cuando fue apresado y pertenecía a una de las víctimas de la banda.
Además de Refatti fueron detenidos otros tres sospechosos y secuestraron siete camionetas Toyota Hilux, dos autos, una moto BMW, 11.000 dólares, 280.000 pesos, 100 euros, diez celulares, mochilas, prendas de vestir y una pistola Bersa calibre 9 milímetros.
Hoy, la jueza Rodríguez Mentasty dictó la prisión preventiva de Refatti y de otros dos sospechosos detenidos a fines de mayo pasado.
Fuente La Nacion