Ciudad de México, México.- Cada jueves, los niños cubanos estaban sin falta frente a la televisión esperando las aventuras de Nino y sus amigos en un mundo lleno de magia.
Castillo de Rá-Tim-Bum fue el nombre de una de las serie que cautivó a la generación de los 90 y que cuando la restransmitieron, en el 2008 aproximadamente, muchos volvieron a ver. ¿Qué tenía de especial? Todo.
Nino es un niño brujo de 300 años que vive con su tío, el Dr. Victor, un hechicero y científico de 3 mil años, y con su tía abuela Morgana, una hechicera de 6 mil años que vuela en su propia escoba.
Nino, aunque se comporta como un niño, es alto como un adulto, usa ropas rayadas y de mucho color, y su peinado anticuado. Es algo así como como una boina de pelo negra con un mechón erguido en el centro, tal y como si una antena saliera de su cabeza
Nino y sus tíos viven en un castillo, con pasadizos, en el corazón de la ciudad de São Paulo, Brasil. Es un espacio muy peculiar con un árbol dentro del salón principal en cuyo interior vive la serpiente Celeste y y unos pajarillos (en realidad eran humanos disfrazados) que cantaban todo el tiempo: “¿Qué sonido es ese?”
En el castillo conviven animales parlantes, criaturas sobrenaturales, adelantos científicos; pero aún así Nino se siente solo y decide lanzar un hechizo para atraer a otros niños de la ciudad a su casa.
Pedro, Biba y Zequinha fueron los elegidos para entrar a ese mundo maravilloso y comienzan a visitar Nino y a ser partícipes de la magia de su universo.
Esta serie, además de ese mundo de fantasía y color, enseñaba a los niños reglas básicas como lavarse siempre las manos antes de comer, no mentir, y también les mostraba el valor de la amistad y de soñar.
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Fuente Cubanet.org