Por Carlos Manfroni
En el viaje del ministro Massa quedó en evidencia el interés del gigante asiático por participar en obras hidráulicas y de electricidad; otros proyectos apuntarían a una nueva central nuclear, puertos en Tierra del Fuego y operaciones con vistas a la Antártida
n su reciente viaje a China, el ministro de Economía y candidato a presidente, Sergio Massa, se reunió con las empresas chinas que construyen represas en Santa Cruz y negoció otras obras hidráulicas y de electricidad. A pesar de la falta de difusión y oscuridad del Gobierno, trascendió que Massa mantuvo una reunión en el Ministerio de Defensa de China a la que asistió el jefe de la Marina de ese país. Durante ese encuentro, se trató la compra de armamentos por parte de la Argentina y la injerencia del gigante asiático en puertos de Tierra del Fuego y en las operaciones antárticas. Hay, también, decisión de avanzar en la construcción de una nueva central nuclear en nuestro país, con tecnología y financiamiento chinos, aunque no se firmó hasta el momento un acuerdo oficial.
El interés de la República Popular China en la Argentina se inscribe en su estrategia de competencia con los Estados Unidos y en el propósito de la potencia oriental de extender su influencia económica y militar, un proyecto presentado como la Ruta de la Seda o, más propiamente, el BRI (Belt and Road Initiative). Esta expansión proyectada por Xi Jinping no puede resultar indiferente, porque por mal que esté nuestra economía, la Argentina está dentro del mundo con una posición estratégica en el mapa.
El alcance y las implicancias de las inversiones chinas en la Argentina son motivo de preocupación entre voces expertas en temas de fefensa, seguridad, inteligencia y relaciones internacionales.
En la visión del general de división retirado Julio Hang, director del Instituto de Seguridad Internacional y Asuntos Estratégicos del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), desde hace muchos años, posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial, la geopolítica volvió a ocupar el lugar de importancia que había perdido. “En tiempos próximos, Robert Kaplan, quien en 2012 escribió La venganza de la geografía, puntualiza que las situaciones geográficas y sus características otra vez adquirieron relevancia”, observó.
El propósito de China está encaminado, entre otros objetivos, a conseguir puertos en el Océano Índico, controlar el estrecho de Bab el Mandeb (base de Djibouti), desarrollar obras de infraestructura en África y Asia y firmar convenios de uso de puertos para sus flotas en otros mares. También aspira a conquistar espacios cada vez más amplios en los países de América latina. Respalda ese proyecto con un gran desarrollo de su Armada –que cuenta con 395 buques y submarinos y tres portaviones–, una red de inteligencia electrónica y un creciente número de satélites.
Alianzas estratégicas
En contraposición, Estados Unidos fortalece y amplía su alianza estratégica de la OTAN, la AUKUS, con Australia y el Reino Unido, y QUAD, que es el cuadrilátero India-Japón- Australia y Estados Unidos para fines comerciales, que puede escalar hacia una alianza militar. Cualquier concesión de la Argentina nos sitúa en medio de un problema grave, de consecuencias no previsibles.
La primera declinación, durante la presidencia de Cristina Kirchner, fue la cesión de 200 hectáreas en el paraje Quintuco, Bajada del Agrio, en Neuquén, para la instalación de una antena de 35 metros de diámetro y una altura equivalente a un edificio de 16 pisos, idónea para ejecutar operaciones de inteligencia de señales sobre satélites y todo tipo de comunicaciones y actividades espaciales. La Argentina tiene un acceso muy restringido a la supervisión de sus operaciones y no puede asegurar que las actividades de los chinos no tengan fines militares. La instalación de esa antena para observación, que es el fin declarado, no hubiera demandado más de 10 hectáreas.
El gobierno de Mauricio Macri hizo agregar al contrato de cesión una adenda por la cual el cesionario asegurara a la Argentina que la base no sería utilizada con fines militares. Si así lo hiciera, se podría rescindir el convenio.
Sin embargo, las instalaciones en Neuquén son operadas por una empresa que depende del Ejército de China. Su status, aprobado por el Congreso cuando el kirchnerismo gozaba de mayoría, equivale casi a una extraterritorialidad, con exclusión de la jurisdicción argentina.
“El mayor problema –apunta Ricardo Ferrer Picado, especialista en Inteligencia e investigador del Center for Secure Free Society– es que no hay sólo una base, sino cuatro construidas o proyectadas en nuestro territorio”.
Revela que la de Neuquén fue levantada por una empresa de Gerardo Ferreyra, muy cercano al operador kirchnerista Carlos Zannini, de antiguas relaciones con el maoísmo, pero la mano de obra fue exclusivamente china. La empresa Beijing Aerospace Satelliteherd, junto con una socia local, colocará antenas de observación espacial que brindará servicios a satélites de la órbita polar, gracias a un convenio aprobado por la gobernadora Alicia Kirchner. “Se trata de seis antenas satelitales para proveer servicios de Telemetría, Seguimiento y Comando”, explica el especialista.
En San Juan, por su lado, hay ya un radiotelescopio en la localidad de Los Leoncitos, con un reflector primario de 40 metros de diámetro, y otro telescopio que, mediante la emisión de un rayo láser a los satélites, obtiene datos para estudios geofísicos, geodésicos y astronómicos, información que comparte con la Organización Académico-Científica China y fue inaugurado en abril. Se espera para este mes la visita de una numerosa delegación china.
Presencia de empresas chinas
Hay 65 empresas chinas operando en la Argentina en todo tipo de actividades, incluyendo la explotación de litio en Salta y Jujuy, otra planta de energía eólica en Jujuy, y empresas vinculadas con los ferrocarriles y otras áreas de importancia estratégica. Además, existen 14 proyectos en consideración, por valor de 20.000 millones de dólares, que serían en su mayor parte de inversión estatal china. El más delicado es el de la construcción de una central nuclear con tecnología y financiamiento chinos y un costo de 8500 millones de dólares.
La comunidad nuclearista argentina rechaza esa perspectiva, según entiende el excanciller Adalberto Rodríguez Giavarini, al interpretar que nuestro país posee una tecnología muy desarrollada en materia nuclear y no tiene sentido” comprar plantas llave en mano”.
En la misma línea, Irma Argüello, presidenta de la Fundación Cívico-Republicana y especialista en temas de defensa del equipo de Ricardo López Murphy, sostiene que la aprobación de esa central en Atucha “significaría el abandono del uso del uranio natural por el de uranio enriquecido. Además, explica que “una central a gas, para producir la misma cantidad de energía, costaría entre siete y ocho veces menos”.
“La energía nuclear debe continuar desarrollándose –apunta Argüello–, pero con tecnología propia y sin plazos apremiantes”. Y advierte que otro riesgo es el de la tecnología 5G para las comunicaciones.
Aviones militares
El gobierno argentino hizo tanteos para la compra de aviones paquistaníes, que utilizan motores chinos y requieren entrenamiento en la República Popular. Sería un enorme paso en falso que involucraría a la Argentina, en materia de defensa, con una región que no es aquella a la que pertenece. Una decisión así resulta tanto más absurda cuando se toma en cuenta que hoy Estados Unidos ofrece 24 aviones F-16 y otros tantos para repuestos, con su respectivo armamento y sin las trabas habituales del Reino Unido, a un precio competitivo.
No se trata de los únicos desafíos con los que deberá lidiar el próximo gobierno con vistas a decisiones estratégicas y geopolíticas, dado el interés de China por la construcción de un puerto multipropósito en Río Grande, Tierra del Fuego, que le permitiría a esa potencia el control del tráfico marítimo hacia la Antártida y el del paso bioceánico. Ese emplazamiento sumaría una dificultad en el camino de nuestro país hacia la recuperación pacífica de las Islas Malvinas y, por otro lado, serviría de apoyo a las flotas pesqueras chinas.
Como contrapeso a las intenciones de preservar nuestro alineamiento con Occidente y sus valores, cualquier país ve en China a un gran comprador de sus productos en un volumen suficiente como para hacerlo pensar con cautela la decisión a tomar.
“China es un socio estratégico de la Argentina y, por lo tanto, hay consultas políticas de alto nivel en forma regular. Pero tenemos que revertir una balanza comercial negativa de casi 10.000 millones de dólares por año”, observa el exsenador Federico Pinedo. Esa balanza –añade- había sido reducida durante el gobierno de Mauricio Macri a 2700 millones, pero la gestión actual la aumentó a 10.000 millonesd en favor de China.
“Si bien China es nuestro principal comprador –apunta Rodríguez Giavarini–, la Argentina forma parte del Mercosur y Brasil no tiene hasta ahora una posición que comprometa nuestra independencia en las decisiones”.
Por su lado, Maximiliano Gregorio Cernadas, ex embajador de la Argentina en Hungría y especializado en temas de Defensa, pone a Alemania como ejemplo de una política equilibrada entre los intereses económicos de su industria y su alineamiento con Occidente, lo cual ha llevado al gobierno alemán a mostrar su preocupación por una política de China que considera crecientemente agresiva hacia Occidente.
El experto sostiene que si la diplomacia alemana ha tomado en consideración estas cuestiones, la Argentina no puede ignorar esa lección. “La inseguridad termina siendo más costosa que cualquier pérdida económica”, es su conclusión.
Fuente La Nación