LA HABANA, Cuba. – El 21 de septiembre de 1956 cuatro balazos pusieron fin a dos décadas de sangrienta dictadura en Nicaragua. Veinte años antes, en 1937, Anastasio Somoza García, entonces jefe de la Guardia Nacional, había dirigido un golpe de Estado contra el presidente Juan Bautista Sacasa para hacerse con el poder absoluto en la nación centroamericana.
Hombre ambicioso, duro y sin escrúpulos, Somoza hizo matar al líder popular Augusto César Sandino y su familia se apoderó de casi la mitad de las tierras en Nicaragua. Durante sus dos mandatos, la corrupción, el nepotismo y el tráfico de influencias alcanzó niveles jamás vistos, protegiendo con prebendas e impunidad a todos los miembros de su familia, consanguíneos y políticos.
Somoza controlaba el Ejército, la prensa y la Constitución, que había modificado en 1939 para configurar un gobierno enteramente sujeto a sus intereses. Mientras sus socios y allegados vivían a todo tren en una Nicaragua totalitaria, donde la represión estaba a la orden del día, el descontento popular se expresaba cada vez con mayor fuerza.
Se sucedían disturbios en el país y los manejos políticos del dictador dejaron de funcionar. En 1947 simuló retirarse de la política con la intención de gobernar desde su casa, utilizando como tapadera a Leonardo Argüello, quien había sido su íntimo colaborador y hombre de confianza.
La traición no tardó en revelarse. Argüello había tratado de controlar a la Guardia Nacional, que permaneció fiel a su caudillo y el nuevo presidente pudo salvar su vida gracias a la intervención de varios diplomáticos. Aun así, los escudos que protegían al tirano comenzaron a vacilar ante el rumbo de caos y violencia que había tomado el país.
En la década de 1950 varios oficiales de la Guardia Nacional se sublevaron contra el régimen de Somoza, que respondió con terror, pero no pudo asegurar la estabilidad política. Entre discursos demagógicos, una corrupción desfachatada y atentados fallidos, un poeta solitario asestaría el golpe mortal al tirano.
La noche del asesinato, Somoza se encontraba en una fiesta en la Casa del Obrero. Hasta allí llegó un joven de 28 años llamado Pascual Rigoberto López, con un revólver Smith & Wesson calibre 38, para vaciarlo en el pecho del dictador.
Cuatro o cinco disparos, según diversas fuentes, acabaron con la vida del dictador. El atacante ―miembro del Partido Liberal Independiente― cayó baleado en el lugar, mientras Somoza era llevado al hospital, donde moriría pocos días después. Tras su deceso, más de 500 personas fueron detenidas y torturadas en Nicaragua bajo cargos de conspiración.
Fuente Cubanet.org