Formada en el Espanyol, con paso en el Levante, fue al recalar en el Barcelona cuando Alexia Putellas (Mollet del Vallés, 1994) pudo ir forjándose a golpe de balón como un icono. El fútbol femenino necesitaba un referente para dar el salto, que las niñas tuvieran en la mente un claro «quiero ser como Alexia», con todo lo que esa frase implica sobre un cambio social y generacional. ¿Está cumpliendo con esa responsabilidad? ¿Y desde siempre?
Lluis Cortés, entrenador triunfante del Barça al que pese a ganar cortaron la cabeza, contaba que Alexia nunca preguntaba qué había hecho bien. Siempre preguntaba «¿qué he hecho mal? ¿Cómo puedo hacer para mejorar?». Eso podría preguntarse ahora.
Porque Alexia levanta hoy la voz y se pone al frente de una manifestación que va mucho más allá de un partido de fútbol después de quedarse mucho rato interesadamente callada. Denuncia y reclama una discriminación que viene de lejos, pero ante la que hasta ahora se puso de perfil. Lo hizo en el motín de Las Rozas, escondiéndose tras su lesión para no sumarse a las reivindicaciones de las 15. Desaprovechó sus sucesivas condecoraciones como mejor jugadora del planeta, con todos los focos encima, para airear lo que ahora parecen llevar tanto tiempo soportando ahí dentro. Priorizó jugar el Mundial (reaccionar mal cuando la cambiaban), cumplir con los patrocinadores que la tienen como la futbolista mejor pagada, agarrar los premios a acompañar a esas compañeras que, dicen, protestaban exactamente por eso que protestan ahora ya sí unidas y lideradas por ella, la importante.
«¿Qué he hecho mal? ¿Cómo puedo hacer para mejorar?». Si algo ha hecho mal Alexia en este escenario es dejar que la bola de nieve rodara por la ladera haciéndose cada vez más grande. No debió dejar que un problema que venía de lejos se enquistara y no se solucionara. Ahora está en el camino, pero no tiene que dar giros inesperados como en el pasado ha hecho. Y como Alexia, la gran mayoría. Con la excepción de Mapi León, Patri Guijarro y demás amotinadas persistentes, que sí hicieron una renuncia histórica (profesional y económica) en pro de su reclamación. El sacrificio era demasiado doloroso. Alexia no lo hizo.
El reto de las futbolistas del #seacabó es lograr un fútbol limpio de micromachismos y desigualdades, por tibias que estas sean. Para ello deben mantenerse firmes, sin fisuras y sin idas y venidas. Se echó de menos que la fuerza, la solidez del discurso y la unión que ahora están demostrando hubiese llegado antes. Eso las habría hecho imbatibles en su conflicto y su revolución de palabras gruesas (valores, dignidad, igualdad, esfuerzo, tenacidad, mejora social, feminismo bien entendido). Pero Alexia antepuso otros intereses. Es el momento de que actúe como el icono que es y el fútbol femenino español necesita.
Fuente ABC