Por Federico Mayol
El ex jefe de Gabinete, que pasa sus días recluido en su casona de San Vicente, manejaba buena parte del círculo rojo provincial. La incertidumbre en torno a la fabulosa maquinaria de poder que controlaba
En las calles de Lomas de Zamora ya casi no quedan rastros de Martín Insaurralde. La cartelería de la vía pública muestra a Federico Otermín, el candidato a intendente de su riñón, acompañado por Sergio Massa y Axel Kicillof. La imagen del ex jefe de Gabinete, y ex candidato a concejal, apenas puede aparecer en algunas zonas marginales. El sábado 30 de septiembre cuando empezó su caída, los encargados de la campaña municipal estaban a punto de enviar a imprenta las boletas con la cara y el nombre del ex funcionario cuando la modelo Sofía Clérici colgó en sus redes las postales del paseo en yate por la costa del sol española, y ordenaron frenar todo.
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En San Vicente, su segundo hogar, el distrito bonaerense lindante con Presidente Perón y cercano a Ezeiza de algo más de 100 mil habitantes que Insaurralde tomó como propio y en el que el peronismo arrasó en las PASO con más del 63% de los votos, tampoco se lo ve en la calle. Meses atrás era posible cruzarlo en la farmacia del centro. Ahora está recluido en el country Fincas, sobre la ruta provincial 58, acompañado de a ratos por un puñado de familiares que conocen el pueblo desde hace décadas -el ex jefe de ministros bonaerense visitaba la quinta de la familia desde chico- y que pueden dar fe de que así como la política te puede llevar a lo más alto del poder hasta hacerte sentir intocable, con un posteo de Instagram puede bajarte de un plumazo y dejarte a merced de la Justicia. “Martín está muy mal: te diría que está roto”, confió a este medio un dirigente que habla seguido con él.
¿Qué llevó a Insaurralde a embarcarse en un yate en Marbella con una modelo exuberante en medio de la campaña electoral? Es, por estos días, la pregunta del millón. “Varios intendentes le habían dicho hace rato que estaba pasado de rosca”, explicó un operador bonaerense que lo conoce.
Martin Insaurralde y Sofia Clerici
El poder político de la provincia de Buenos Aires está ahora atravesado por una creciente incertidumbre. Hasta el último sábado de septiembre, Insaurralde fue una pieza central de la maquinaria de poder bonaerense que moldea desde hace años la política, la Justicia y los negocios provinciales. El jefe, sin papeles, de un sistema de financiamiento muy opaco que era un secreto a voces pero que nadie se atrevía a cuestionar. El líder de los intendentes del conurbano que facilitó la avanzada de Máximo Kirchner sobre el PJ bonaerense. También el interlocutor principal con la oposición de Juntos por el Cambio. Y una piedra incómoda en los zapatos de Kicillof a través de la cual los jefes comunales -al menos varios de ellos y un sector de la conducción camporista- buscaron inquietar en los últimos tiempos al gobernador.
Con Insaurralde en baja, y a una semana de las elecciones generales, en el sistema político provincial se empiezan a preguntar quién o quiénes quedarán a cargo de esa maquinaria que crujió con el estallido del caso “Chocolate” y el viaje por la costa del sol española del ex funcionario.
“Hoy no hay nadie. Hay que ver qué hace Martín desde las sombras. Muchas cosas las estamos haciendo los intendentes”, aseguró a Infobae un intendente del Gran Buenos Aires de esos que alguna vez Néstor Kirchner apodó como “los mini gobernadores” del conurbano por el imponente poder territorial, en muchos casos superior al de algunos jefes provinciales.
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En ese contexto de zozobra política, el liderazgo de Kicillof es toda una incógnita si el próximo domingo retiene la gobernación.
El gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof – EFE/ Demian Alday Estévez
El gobernador nunca comulgó con el estilo fastuoso de conducción de Insaurralde. Aún así, quedó perplejo cuando se enteró que su ex jefe de ministros había paseado en yate por Marbella en medio de la campaña. Desde la intervención de su gabinete, en septiembre del 2021, que la tensión del vínculo con él y con Kirchner fue in crescendo. Insaurralde no ocultó jamás sus intenciones provinciales.
Hasta ahora, Kicillof no mostró ningún interés por hacerse cargo de los beneficios que prosperan al calor de la política provincial. Es más: fue el primero en mostrar disposición a discutir con la oposición la modificación de la constitución que plantea la unicameralidad de la Legislatura, una reacción al escándalo del puntero de las tarjetas de débito Julio Rigau que anoche se entregó en una comisaría de La Plata, a la espera de las pesquisas sobre su teléfono.
Insaurralde controla desde el 2019 el manejo de los fondos de la Legislatura a través de Otermín en sociedad con La Cámpora y en sintonía con un sector de la oposición. Como José Ottavis durante algunos años, Máximo Kirchner designó para ese y otros rubros a Facundo Tignanelli, un dirigente de La Matanza de extremísima confianza del jefe del PJ bonaerense que, a su vez, delegó algunos trabajos en el legislador Cesar Valicenti.
Durante la administración de María Eugenia Vidal, Insaurralde fue un hábil interlocutor -el otro fue Massa- y el principal negociador con el PRO en tiempos en los que en el peronismo pronosticaba una gestión de Cambiemos de al menos ocho años. El ex intendente de Lomas de Zamora se puso al frente del Grupo Esmeralda, un conjunto de jefes comunales que se reunían en oficinas del dirigente en el centro porteño, sobre la calle homónima, a pesar de que el ex funcionario pasaba mucho más tiempo en otro despacho propio sobre la calle Arroyo, en Retiro.
Cuando desde el PJ notaron que el macrismo empezaba a naufragar, dieron un vuelco de 180 grados y se abocaron de lleno a la promoción de la vuelta del kirchnerismo al poder: Insaurralde aprovechó para cerrar de esa manera su alianza política con Máximo Kirchner.
“Martín negociaba por los intendentes, pero siempre sacaba una tajada mejor para él”, resaltaron desde un municipio peronista de la tercera sección electoral. Con base en Lomas, Insaurralde desparramó su influencia en todo el conurbano, y se afincó en San Vicente con dirigentes de su entorno como Gastón Lasalle -fue echado en abril del 2020 por supuestas compras con sobreprecios en el Ministerio de Desarrollo Social- y Anahí Vazquez, presidenta del Concejo Deliberante -el concejal Diego Barralle completa el círculo de poder local- , a los que envió a operar políticamente al distrito, una jugada que terminó con la candidatura de Mantegazza, a punto de obtener la reelección. Insaurralde se enfrentó entonces en el municipio contra Daniel Di Sabatino y Gustavo Arrieta, el hombre fuerte de Cañuelas que, al final, terminó de socio del ex jefe de Gabinete. El PRO busca terminar con esa dinastía a través del candidato Marcelo Raimondo, por ahora con escasas probabilidades.
Diferente es la situación en la provincia de Buenos Aires, donde Kicillof lidera las encuestas pero los recientes escándalos dejan al peronismo en una inconveniente posición. La caída de Insaurralde aconteció justo cuando la relación entre el gobernador y el jefe del PJ provincial se encontraba atravesada por los peores fantasmas: el vínculo entre ambos es malo, tienen una visión diferente de la concepción del poder y Cristina Kirchner nunca pudo zanjar ese entuerto.
La tensión escaló de tal manera que en el cierre de listas de junio pasado las versiones dan cuenta de una serie de trascendidos muchísimo más intrincados que los publicados. Antes de eso, Insaurralde se encargó de operar sistemáticamente al gobernador. El grosero tropiezo del ex intendente de Lomas no fue festejado en la gobernación, pero nadie se ocupó por defenderlo.
“Máximo está activo y prudente”, sentenció un intendente de la primera sección electoral que hace equilibrio entre todos los actores del sistema bonaerense. Para varios de los jefes comunales, la decisión del gobernador de eliminar la Jefatura de Gabinete sienta un complejo precedente. “Si Martín era el ministro de Salud, ¿qué hacía, cerraba el Ministerio de Salud?”, se pregunta con algo de ironía el intendente.
Kicillof arrastra otra lógica, incluso en las cuestiones relacionadas a los aspectos financieros de la política: está dispuesto, por caso, a promover una reforma constitucional que incluya una ley de financiamiento que no existe en territorio provincial.
Es otra consecuencia del affaire “Chocolate” y del paseo en yate del ex jefe de Gabinete provincial, cuyo hundimiento mantiene en vilo al círculo rojo bonaerense. De la performance de Massa y de Kicillof en las elecciones del próximo domingo empezarán a develarse algunas respuestas. Por ahora, son mucho más los interrogantes.
Fuente Infobae