Los ministros de Finanzas de la Unión Europea han debatido este martes un documento de la presidencia española del Consejo de la UE que buscaba encontrar una “zona de aterrizaje” para la reforma de las reglas fiscales, un punto en el que los Veintisiete puedan empezar a ponerse de acuerdo respecto a cómo funcionará la gobernanza económica de la Unión Europea en el futuro. Las distancias siguen siendo considerables, pero Nadia Calviño, vicepresidenta económica del Gobierno en funciones, confía en que en la próxima reunión, prevista para la primera quincena de noviembre, haya ya un texto legislativo encima de la mesa.
A su llegada a la reunión, que se ha celebrado en Luxemburgo, Bruno Le Maire, ministro francés de Finanzas, ha anunciado que intentaría trabajar para tener un acuerdo previo con Alemania sobre los principales elementos de la reforma de las reglas fiscales que facilite el pacto a nivel de los Veintisiete. “Un nuevo acuerdo sobre las reglas fiscales pasa por un acuerdo entre Francia y Alemania“, ha señalado Le Maire al llegar al encuentro este martes por la mañana, señalando que es necesario hacer progresos durante esta reunión y lograr “avances concretos el 9 de noviembre“, que es cuando se celebra el próximo encuentro de ministros de Finanzas. “Las iniciativas franco-alemanas son habitualmente aceptables para muchos Estados miembros porque combinamos los mismos valores y el mismo compromiso por la unidad europea con diferentes perspectivas sobre los detalles”, ha señalado por su parte Christian Lindner, ministro de Finanzas alemán. Berlín y París habitualmente lideran los dos bloques que suelen enfrentarse en los debates económicos y fiscales.
Fuentes de la presidencia española creen, en todo caso, que es “esencial tener esta discusión a nivel de los Veintisiete“. “Si otros países están hablando entre ellos y nos acercan a un acuerdo, eso nos hace la vida más fácil“, explica la fuente, aunque señala que será la presidencia la que tenga que liderar los trabajos y centralizar los esfuerzos para tener en cuenta las sensibilidades de todos los socios, desde los más endeudados, hasta aquellos que quieren por ejemplo que no se tengan en cuenta las inversiones en defensa, algo que están solicitando especialmente los Estados miembros del este.
Las reglas fiscales, que llevan en pie un cuarto de siglo, han ido haciéndose cada vez más complejas, más difíciles de aplicar, menos eficaces. Incómodas para los que creían que eran demasiado rígidas, e incómodas también para los que creían que debían aplicarse a rajatabla. Por eso antes de la pandemia la Comisión Europea lanzó una revisión de las normas, que quedaron suspendidas en 2020 cuando empezó el coronavirus empezó a impactar en Europa. Desde entonces las reglas todavía no se han reactivado, aunque volverán a estar en vigor en enero de 2024. El objetivo es que el Ejecutivo comunitario pueda aplicar las viejas reglas con el espíritu del nuevo compromiso alcanzado entre los Veintisiete antes de que termine el año, aunque todavía quedará pendiente la negociación del texto legislativo final con el resto de instituciones europeas.
Las nuevas normas que propone la Comisión Europea mantienen los dos elementos centrales del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que son los objetivos de un déficit por debajo del 3% y de una deuda pública inferior al 60% del PIB. Sin embargo, Bruselas propuso unas nuevas reglas más flexibles y sencillas en las que los Estados miembros tuvieran más poder de decisión sobre su senda de consolidación fiscal y en la que se trabajara con una única referencia: el gasto neto primario.
Las conversaciones entre Francia y Alemania tampoco son sencillas. Ambos están de acuerdo en la importancia de la reducción de la deuda, pero no tanto en el papel que debe jugar el déficit. París considera que lo relevante es mantenerlo por debajo del 3%, mientras que Berlín busca que los Estados miembros tengan que seguir haciendo esfuerzos adicionales incluso cuando se encuentren por debajo de ese umbral. “Para nosotros la reducción del ratio de deuda pública y del déficit están conectados. Tenemos la referencia del 3% del déficit, pero este no es un objetivo, es el techo“, ha explicado Lindner a su salida de la reunión.
Vista puesta en diciembre
El Gobierno español, que es el que dirige las negociaciones al ostentar la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea, ha señalado que todo lo que ayude a que se cierre un acuerdo antes de final de año será bienvenido y que durante estos meses ha trabajado en muchos formatos, como de manera bilateral con los distintos países o en grupos más pequeños, por lo que el trabajo del eje franco-alemán también será bien recibido. Toda presidencia quiere mantener el control de la negociación, ser la que lleva las riendas. Pero cuando el eje franco-alemán empieza a actuar por su cuenta es difícil controlarlos y acaban marcando la forma y el fondo de todos los acuerdos que deciden tomar en sus manos.
Los ministros empiezan a notar cierta urgencia porque el objetivo ha sido siempre alcanzar un acuerdo entre los Veintisiete antes de que finalice el año y el tiempo comienza a agotarse. “Deberíamos trabajar duro. El sentido de urgencia está empezando a llegar“, explica una fuente que se ha encontrado en el nivel técnico de las negociaciones durante estos meses. Otra fuente de la presidencia no descarta que pueda ser necesaria convocar reuniones extraordinarias de ministros de Finanzas para desatascar el trabajo. “No contemplamos un escenario sin acuerdo (a final de año), así que todo lo que sea necesario por nuestra parte lo haremos, y si no es necesario un Ecofin (reunión de ministros de Economía y Finanzas) extraordinario no lo habrá, pero no nos limitaremos al calendario previsto“, explica la fuente.
Calviño estableció antes del parón veraniego un plan de cuatro ejes. El primero es el equilibrio entre instituciones a la hora de la aplicación de las reglas, el segundo es el establecimiento de los parámetros de esas normas fiscales, lo que Alemania denomina de “hitos numéricos“, el tercero son los mecanismos para asegurar el cumplimiento, es decir, la implementación, y el cuarto eje tiene que ver con hacer esas nuevas normas compatibles con la financiación de inversiones necesarias. Fuentes del ministerio explican que empieza a haber convergencia en dos de estos ejes: en el equilibrio institucional y también en la implementación.
“No contemplamos un escenario sin acuerdo (a final de año), así que todo lo que sea necesario por nuestra parte lo haremos”
La negociación es compleja porque cada país quiere afinar los enfoques en cada uno de los ejes dependiendo de sus intereses. Por ejemplo, una fuente diplomática holandesa explica que para La Haya lo más importante es la reducción de la deuda y garantizar que las reglas se apliquen, por lo que por ejemplo en el eje del equilibrio institucional sugieren que la Autoridad Fiscal Europea juegue un papel relevante. “Confiamos en el doctor (la Comisión Europea) antes de una operación importante, pero queremos una segunda opinión“, bromea la fuente.
Berlín no cede en la necesidad de tener “hitos numéricos”. Originalmente Lindner defendió que los países muy endeudados debían reducir un 1% su ratio de deuda respecto al producto interior bruto (PIB) anualmente. Esa idea fue descartada por la Comisión Europea, que considera que la propuesta de Berlín genera el riesgo de que las nuevas reglas fiscales caigan en los mismos errores que las viejas. “El objetivo no es tener el nivel de deuda más bajo posible, el objetivo es tener un nivel de deuda sostenible“, ha defendido Le Maire, que ha señalado que debe ser compatible “con el nivel de crecimiento” y con las inversiones estratégicas, mostrando una de las principales diferencias entre el Gobierno alemán y el francés.
70% del acuerdo
Los técnicos hicieron progresos a lo largo del verano, pero sigue habiendo importantes diferencias. Según explicaba la propia Calviño cuando los ministros se reunieron en un encuentro informal celebrado en Santiago de Compostela a mediados de septiembre, el trabajo estaba completo en un 70% y lo restante era “político”. “El 70% del texto legislativo es el menos problemático, el 30% restante es el que tiene un contenido más político. Hemos hecho progresos, entendiendo mejor la posición de los Estados miembros, pero también intentando definir en un nivel más detallado cuál es la landing zone. Diría que tiene que entenderse como un paquete, así que el 30% restante lo cubriremos todo junto, de un golpe, cuando tengamos un acuerdo global”, explica una fuente del ministerio de Economía.
Calviño ha puesto sobre la mesa en Luxemburgo la propuesta española de landing zone, una especie de esbozo de compromiso tras meses de nebulosa y de cierta indefinición en los que se han ido bosquejando los límites de las posiciones de cada país, observando los espacios en blanco, intentando diseñar un punto intermedio en el que las distintas posturas se puedan encontrar. Ahora quedan semanas complicadas de negociación a varias bandas y, especialmente, la parte más sensible, queda trasladar un cierto consenso, que todavía está por construir, a un papel. El folio en blanco es el terreno de batalla de Bruselas, el sitio en el que se pelea por cada coma, por cada palabra, por cada expresión que puede dar a entender una cosa o la contraria. Será difícil lograr un acuerdo político general, pero será todavía más complicado trasladarlo a un texto legislativo.
Fuente El Confidencial