Por Carlos Mira
Sergio Massa es probablemente el político más peligroso que la Argentina haya conocido después de Néstor Kirchner. Muchos podrían decirme si no estoy olvidándome de Cristina Fernández, y es comprensible. Pero Massa y Kirchner pertenecen a dimensiones diferentes de la de Fernández. Massa y Kirchner son amorales, cínicos, nada dogmáticos y solo están comprometidos con aquello que pueda hacerlos alcanzar sus objetivos. Fernández es ideológica, resentida y, en muchos casos, estaría dispuesta a sacrificar algo de lo que le interesa si supiera que a cambio de eso logra causarle un daño a aquellos por los que siente una profunda repugnancia, aun cuando nadie sepa de dónde le viene tanto rencor.
Massa y Kirchner pueden afirmar con la misma enjundia lo que ayer negaban con ahínco y sostener ideas contrarias si eso es funcional a sus objetivos. Fernández, es en ese sentido, mucho más intransigente: prefiere romper todo a sentarse en una misma mesa con los que considera sus enemigos.
Desde ya que esta es una descripción general que puede sufrir adaptaciones. Por ejemplo Fernández estuvo dispuesta a “tolerar” a Alberto Fernández y usarlo como fronting para impedir una reelección de Macri que hubiera complicado aún más su futuro judicial. Es más, creo que ella compró el verso del hoy presidente retirado de que él podía manejar sus causas con sus contactos en la Justicia y eso la apresuró -en mayo de 2019- a presentarlo como su candidato.
Ahora se avino a tolerar a Massa (que había dicho que iba a meter presos a los corruptos y que cada vez que ella apareciera en el escenario político él iba a estar allí para frenarla) para seguir usando a un peronismo en el poder como su escudo personal.
Pero aun así, el fondo de Fernández es mucho más inelástico que el que caracterizaba a su esposo y que, hoy en día, Massa comparte y potencia.
Massa puede decirte en la cara -con un velado amago de sonrisa cínica- que el feriado largo es algo dispuesto por ley y que no se puede cambiar por decreto, cuando (más allá de los periodistas que no lo confrontan con los hechos) Cristina Fernández de Kirchner en 2015 utilizó un DNU para mover este mismo feriado del 20 al 27 de noviembre por el balotaje que iban a protagonizar Macri y Scioli y usando las mismas motivaciones que hoy Massa dice que no se pueden usar.
Massa es capaz de poner a su propio canciller en ridículo cuando advierte que el comunicado de la Cancillería, jugándose por un abierto (más que velado) apoyo a Hamas, puede impactar negativamente en su campaña. Entiéndase bien: no importa que esa jugada sea por las buenas razones, como, claro está, ocurrió en este caso. Lo que quiero decir es que a Massa (como antes era a Néstor Kirchner) no le importa nada con tal de que su objetivo se logre.
Si en este caso la situación hubiera sido inversa (que la cancillería hubiera emitido un comunicado de apoyo a Israel y Massa hubiera advertido que eso impactaba negativamente en su campaña) habría salido a desautorizar a Cafiero pero por las razones contrarias.
Para dejar satisfecha al ala resentida de su coalición (que se encolumna detrás de los sarcasmos, las indirectas, las ironías y las acideces típicas de Cristina) a veces juega el papel de “ir contra los poderosos”, aun cuando tenga con ellos acuerdos de todo tipo bajo cuerda, que los propios poderosos admiten y valoran.
La jugada de los combustibles tuvo todo el aroma de un arreglo de ese tipo. Hay fuentes (no confirmadas, es cierto) que hablan que en el pico del desabastecimiento y de las colas en las estaciones de servicio, había millones de litros de nafta súper, premium y gasoil, almacenados en las refinerías de las empresas, pero que “algo” había hecho que los camiones no fueran a retirarlos para su distribución.
Fue en ese momento en donde apareció el Batman malo con su ultimátum para que hubiera nafta en los surtidores el miércoles a la madrugada, que fue, de hecho lo que ocurrió.
Producido el “milagro” apareció el Batman justiciero adjudicándose la capacidad de haber resuelto el problema que angustiaba a los argentinos.
Ahora salió a declarar que perseguirá a los argentinos que tengan campos en el exterior. Si su objetivo real fuera mejorar la vida de los ciudadanos, en lugar de conformarse con emitir bravuconadas que dejen contentos a los envidiosos y a los resentidos sociales, ¿no sería más interesante que se preguntara por qué esos argentinos decidieron comprar campos en el exterior en lugar de hacerlo en la Argentina? ¿No le convendría más (insisto: si realmente estuviera preocupado por mejorar el nivel de vida de los argentinos) intentar saber qué es lo que hace que los argentinos no confíen en invertir su dinero en su propio país, en lugar de hacerse el matón amedrentador?
Pero Massa no está interesado en detectar esas claves porque no le importa en lo más mínimo cómo viven los argentinos, igual que a Kirchner. Lo que concentra la atención de Massa (como concentraba la de Néstor) es la detección de aquellos estímulos que hacen que los argentinos lo elijan a él con independencia si eso les conviene a los propios argentinos.
En este caso de los campos en el exterior, Massa detecta ese gen envidioso y nacionalista al pedo que caracteriza a muchos argentinos y entonces le da al inflador de esa demagogia,
No hay que olvidar que hay millones de argentinos a los que se les erizan los pelos por el solo hecho de escuchar la palabra “exterior”. Massa lo sabe y Massa lo explota. Explotaría lo contrario si fuera al revés, igual que Kirchner y diferente a Cristina. El odio y el resentimiento social de Cristina nunca le permitirían hablar bien de los que tienen algo en el exterior aun cuando la realidad le mostrara que los argentinos no tienen nada contra eso: ella seguiría despotricando contra los cipayos. Para Massa (como lo habría sido para Kirchner) los “cipayos” cuentan solo si hay una mayoría que se les opone.
En definitiva, estamos frente a un hombre sin ningún principio, sin ninguna convicción. Es, en ese sentido, la contracara más evidente de Milei, a quien, a veces hay que aconsejar para que modere la profundidad de aquellas cosas de las que está convencido. Desde este punto de vista, también, el enfrentamiento del 19/11 no podría ser más extremo.
Por eso la próxima elección volverá a ser un elemento útil para saber de qué está hecha la sociedad argentina, o qué valores tienen más preponderancia en ella. Como se ve, todos los caminos conducen a concluir que lo que está en juego en un poco más de dos semanas no es solo el nombre de quién será el presidente.
Fuente Periodico Tribuna