Lourdes siempre tuvo miedo. Es como si esa condición fuera innata a su persona y eso podía comprobarse en cada uno de sus elocuentes gestos cotidianos. La lógica macabra del peso de sus denuncias no podían provocar otra sensación en ella que no fuera pánico.
Recordemos que las declaraciones de Di Natale han sido claves en el caso del contrabando de armas a Ecuador y Croacia. Su declaración de casi 50 carillas permitió que fueran encarcelados el ex presidente Carlos Menem y Emir Yoma, entre otros.
La última vez que hablé con ella fue en febrero de 2003, días antes de que muriera. Su voz temblaba intermitentemente y sus miedos se hacían evidentes en cada una de las palabras que pronunciaba.
En esa oportunidad me habló de la famosa carpeta que guardaba bajo siete llaves. Fue en el marco de una conversación en la que le pregunté si tenía miedo por las cosas que estaba ventilando. “Si me llega a pasar algo, guardo una carpeta naranja que está en una escribanía y donde hay mucho más que lo que conté públicamente”, disparó Lourdes ante el silencio inevitable provocado por mi asombro.
La confirmación de la existencia de dicho documento me llegó de mano de una amiga intima de Lourdes, quien me aseguró que a ésta la amenazaban constantemente. “Se había metido en un camino sin salida”.
Di Natale tenía un conocimiento tan acabado de la causa armas y sus detalles financieros, que el juez en lo penal Económico Julio Speroni le había pedido que declarara en su juzgado. Pero dos semanas antes de la cita, la testigo estrella cayó por el balcón de su departamento.
Lourdes sabía lo que nadie: cómo había sido el reparto del dinero producido por la venta de armas y quiénes se habían quedado con los “porcentajes de intermediación”.
Obviamente, su muerte era cuestión de horas.
¿Succinilcolina?
La segunda muerte de Lourdes se dio cuando el juez Ricardo Farías determinó el archivo de la causa que investigaba su muerte y determinó que se trató de un “lamentable accidente”, provocado por el nivel de alcohol que tenía en su cuerpo.
Ese mismo punto –el del alcohol- es el que Farías debió tener en cuenta antes de archivar el expediente.
Y es que, según el análisis de sangre que se efectuara sobre el cuerpo de Lourdes, la cantidad de alcohol que se encontró es de 3.1 gr., equivalente a casi una botella de whisky.
Según los entendidos en la materia, si Lourdes tenía realmente tal graduación de alcohol, su estado, antes de caer por la ventana, tendría que haber sido de “inconsciencia pre–comatosa”.
En el libro Tratado de medicina legal de Bonet se explica que 3.1 gr. de alcohol en la sangre corresponde a 950 CM3 de una botella de whisky de graduación “43”.
Para volver la situación aún más sospechosa, en la casa de Lourdes Di Natale nunca se encontró alcohol de ningún tipo, sólo una botella de limonada.
Este dato debería ser clave, ya que no es improbable que le “introdujeran” alcohol contra su voluntad, ya sea inyectándoselo intravenosamente o a través de una enema.
Si esto fuera así, el cuchillo Tramontina que apareció en el departamento pudo haber sido usado por Lourdes para defenderse y así se explicaría el desorden del lugar.
En agosto de 2004, este periodista se encontró en un local de comidas rápidas con un agente de inteligencia de la Policía Federal, en el marco de una investigación sobre los oscuros manejos de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE).
En un tramo del diálogo con el espía, se deslizó una palabra que cambiaría radicalmente mi visión sobre el tema de las muertes irresueltas: “Succinilcolina”. Según mi nervioso interlocutor, muchas de los decesos no esclarecidos de los últimos años están relacionados a esa maldita palabra.
La succinilcolina, según pude saber posteriormente, es una droga que relaja los músculos de la persona a la que se le inyecta y es casi indetectable en la sangre.
“A Lourdes Di Natale, al igual que a Marcelo Cattáneo en su momento, la mataron inyectándole esa droga. Cuando quedó inconsciente, la arrojaron por la ventana”, me aseguró en ese momento la muy confiable fuente, agregando que “las personas que lo hicieron están íntimamente relacionadas con la Policía Federal”.
Recordé entonces el caso de Marcelo Cattáneo, quien apareció ahorcado con una nota en su boca y sin signos físicos de haber opuesto resistencia a su muerte. Cattáneo era hermano del testigo más importante de la causa IBM-Banco Nación y su deceso siempre fue considerado un suicidio.
Los sospechosos de siempre
A la hora de averiguar quién pudo estar detrás de la muerte de Lourdes, debemos preguntarnos a quién beneficiaría su desaparición.
No olvidemos que poco antes de caer por la ventana de su casa, Lourdes había dejado en una escribanía un manuscrito dando instrucciones precisas en caso de que a ella le pasara algo. El contenido de la mencionada misiva refiere, entre otros, a los nombres de Monzer Al Kassar, Alfredo Yabrán, Carlos Saúl Menem y Emir Yoma, y asegura algo muy sugestivo: “pienso que las personas antes mencionadas pueden verse beneficiadas con mi desaparición, o pueden intentar perjudicar con igual fin a mis seres queridos”.
De las personas nombradas, podemos descartar a dos: Menem y Yabrán: al primero porque era el más sospechoso de que a Lourdes le pasara algo y su muerte complicó su campaña electoral; al segundo porque no estaba vivo al momento de perecer Lourdes.
Teniendo en cuenta la información que manejaba Di Natale, no es difícil sospechar a quiénes benefició su muerte. En un reportaje aseguró que tenía “pruebas de muchas cosas. Declaré ante el juez Urso en la causa de la explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero, de la venta ilegal de armas, de la coima. No solamente hablé de Monzer Al Kassar, que lo conocí, sino que tengo pruebas contra la Corte Suprema, pues yo me comunicaba personalmente con (Julio) Nazareno y Adolfo Vázquez (…) De todo lo que dije, no me desdije. Por eso, soy molesta”.
La pista Monzer
El 28 de septiembre de 1992 un ciudadano llamado Ismail Khalil El Kchoure murió en extrañas circunstancias al “caerse accidentalmente” desde el cuarto piso de un edificio de Marbella. Días más tarde debía declarar contra su ex jefe, el traficante sirio de armas y drogas Monzer Al Kassar. La autopsia determinó que El Kchoure estaba en coma etílico desde por lo menos dos horas antes de que su cuerpo se precipitara al vacío.
Las coincidencias entre la muerte de este testigo y la de Lourdes Di Natale, no dejan de llamar la atención: al igual que en el caso de El Kchoure, Di Natale tenía gran cantidad de alcohol en su organismo.
En tal sentido, no parece casual que ambos hayan sido testigos estrella contra Monzer Al Kassar. Ismail Khalil El Kchoure había trabajado para el sirio y murió antes de poder declarar contra su ex jefe en el juicio que estaba a punto de comenzar en la Audiencia Nacional de Madrid. Por su parte, Lourdes Di Natale fue la primera persona que denunció los vínculos –y negocios- de Al Kassar con Emir Yoma y el entorno de Carlos Menem.
Oportunamente, Lourdes declaró ante el juez Jorge Urso que Al Kassar visitaba a Yoma en sus oficinas y que regaló a Emir y a varios de sus hermanos -como Karim y Zulema- ametralladoras conteniendo sendas placas con el nombre de cada destinatario.
No está de más recordar que el comienzo de la venta ilegal de armas argentinas a Croacia coincidió con la presencia en nuestro país de Al Kassar, quien en enero de 1991 comenzó a tramitar su ciudadanía argentina con el apoyo del gobierno de Menem. La justicia suiza, por su parte, decomisó dinero del traficante sirio proveniente de ventas de armas que realizó a Croacia desde Europa.
Como broche de oro, quien escribe estas líneas escuchó de boca de una de las secretarias del abogado de Lourdes Di Natale –Rodolfo Chimeri Sorrentino- que en el departamento de la fallecida se halló el pasaporte de Al Kassar.
Más coincidencias
Por si todo lo antedicho fuera poco, Lourdes Di Natale ha sido esposa de Mariano Cúneo Libarona, quien en 1991 defendió a Amira Yoma en la causa del Yomagate, cuando se descubrió una red de personas que contrabandeaba valijas Samsonite repletas de narcodólares.
Al Kassar, por su parte, ha sido uno de los que más ha insistido ante el Gobierno argentino para que la ex secretaria de audiencias –Amira- fuera desvinculada del caso. De hecho, durante un juicio celebrado en 1995, el propio sirio acusó –falsamente- al juez Baltasar Garzón de haberle pedido 30 millones de dólares para dejarlo en libertad y no perseguir judicialmente a Amira.
Cúneo Libarona, ha sido también abogado de Emir Yoma, en ese entonces jefe de Lourdes Di Natale. Fue en ese contexto que el abogado conoció a esta última.
Las coincidencias se entrelazan como eslabones de una cadena siniestra que no tiene fin. Y lo peor es que aparenta desencadenar nuevos decesos a futuro.
Esos decesos que siempre son transvestidos como “suicidios” dentro del mundillo de las infaltables “casualidades permanentes”.
Fuente Mendoza Today