Rafael Nadal llegaba a Brisbane con el objetivo único de sumar minutos, rodaje y recordar cómo era la tensión de competir. Ya lo tiene en el raquetero. Y también los límites que todavía tiene que superar tras casi un año sin jugar. El primero es el físico, claro. Es uno de las cicatrices que más lejos están de cerrarse porque apenas ha podido entrenarse el último mes después de tantas semanas de baja por la lesión y la operación de junio. Y ahí entra un Jordan Thompson de muy alto nivel, que exprime al balear del regreso y lo castiga con un partido muy duro de tres horas y 25 minutos. Gana el australiano, y pierde Nadal, a pesar de tres bolas de partido, su primer choque de 2024, y todo sería de lo más normal tras 349 días sin tenis si no fuera por esa zona de la cadera que ha quedado cargada. Es Thompson, con uno de sus mejores partidos, quien juega la semifinal este sábado ante Grigor Dimitrov.
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En su tercera puesta en escena, el balear se topa con una roca, un Jordan Thompson que le anula la exhibición de fuerza que había protagonizado en jornadas anteriores. Pega duro el australiano, y se mueve bien, y lo pone a prueba en sus golpes desde el fondo y también con los restos.
Lanza Thompson con acierto y criterio durante todo el primer set, inabordable con su servicios y muy metido dentro de la pista para quitar tiempo de reacción al español. Hay muy pocos errores en su mano y sí hay cierto menos convencimiento y más cansancio en el cuerpo del balear, que ya lo afirmaba tras su segundo partido. Después de tanto tiempo sin ritmo de competición es normal que el cuerpo se queje un poco más de la cuenta.
Hay un partido igualado, con puntos largos y elaborados, un buen espectáculo en el que se enreda un poco Nadal porque no está la efectividad del saque de Thiem y Kubler y Thompson tampoco son Thiem ni Kubler. Sufre el balear, a quien las ideas no le llegan tan frescas y a quien las piernas le pesan un poco más. Muy fino, el australiano se emplea a fondo para meter presión al español con acierto a la hora de dirigir la derecha y desde el resto, consciente de que no está el rival en las estadísticas de otros días y tiene su oportunidad para lograr lo que no había conseguido en los dos precedentes, ni siquiera un set ni en París-Bercy 2020 ni en Roland Garros 2022.
Sufre el balear en este primer parcial, un 53 % de primeros servicios convertidos (luego afinará hasta el 73 %) en los ocho primeros juegos y solo dos puntos ganados con su segundo. Pero ante Nadal, esté como esté, es difícil mantener la concentración que muestra Thompson durante todo el partido. Sobre todo cuando lo haces todo bien y aun así no consigues nada de premio. El australiano logra la rotura en el séptimo juego, pero, de pronto, comete todos los errores que no había cometido y Nadal se salva de una buena. O, al contrario, Nadal recupera de su cabeza esa lección que de la que tantas veces ha sido maestro: aguantar, sufrir y solventar el peligro con buenos golpes, paciencia y un buen rédito de confianza.
Del tirón, Nadal también pone en práctica otra lección que todos los rivales tiene tatuados: si el español escapa del peligro, se encargará de ponerte a ti en el límite y prevalecerá su cabeza. Así lo asume Thompson, que vuelve a empezar, recupera su buen juego y en el turno para llevar el partido al tie break, comete tres errores de bulto que lo dejan cansado, con un gran aplauso por su esfuerzo, pero con un set en contra.
De ese susto, a un juego más despierto en el segundo set, despejado de las dudas y con más convicción para evitar más problemas. Aumenta la efectividad en el servicio, hay más seguridad en los golpes y sus riesgos a la línea se ajustan mejor. Para el planeta tenis empieza también el balear a acumular puntos para el aplauso y el recuerdo de cómo volvió tras 349 días de ausencia. Un remate de espaldas, una volea exquisita y una bola de partido al resto porque vuelve a temblar el australiano con 5-4 y saque.
Aguanta el australiano, algo que incomoda a Nadal porque tampoco es cuestión de forzar lo que todavía está en proceso de desarrollo. Por eso aprieta a Thompson en el último turno de resto, con 6-5, como había pasado en el primer set. Porque, en el intermedio, hay una mano que se marcha a la la cadera izquierda y un gesto y palabras con Rafa Maymó, su fisioterapeuta. Se está cargando la zona.
Pero tiene que aplicarse un poco más, porque en un tie break en el que apura los golpes ganadores para no tener que alargar la pelea mucho más, que son 37 años y mucho tiempo sin ritmo, hay una defensa férrea del rival. Y hay un resto ganador, otra derecha a la línea, un buen primer saque, una volea a la línea, dos bolas de partido, pero es Thompson quien alarga el partido hasta el tercer set.
Se le tuerce el gesto al de Manacor, que despliega de nuevo un buen tenis, pero le empieza a pesar el cuerpo. Ya no llega a todo y hay, sobre todo, una señal de alarma en el cuarto juego con una mano suya que se marcha a la cadera, y hay rotura en contra, y una asistencia del fisio en el sexto juego para tratar la zona.
Se topa Nadal, 38 ganadores y 29 errores no forzados, por 47 y 28 del rival, en cuartos con un Thompson convencidísimo y muy acertado, que no tiembla cuando saca para ganar. Se topa Nadal con esta barrera física, que entra en la lógica del tenis y del deporte tras tantos meses de ausencia. Thiem y Kubler fueron los dos primeros pasos, Thompson es el tercero. No es uno atrás, es uno que enseña el camino. A la espera de que la zona de la cadera solo esté sobrecargada por la exigencia recibida.
Fuente ABC