LA HABANA, Cuba. — La tradicional figura de Santa Claus (Papá Noel) tiene en el mundo un gran protagonismo durante los festejos de la Navidad, el fin de año y los primeros días de enero.
Aunque muchos creen que es un personaje imaginario, tiene su origen en un ser real: San Nicolás. San Nicolás nació en la ciudad de Patara, Turquía, alrededor del año 280. Hijo de una familia rica, recibió una buena educación. Al morir sus padres, entregó su fortuna e ingresó en el monasterio de Sion. Su tío, que era arzobispo de Myra, lo ordenó sacerdote. Al morir su tío, pasó a ser obispo a la edad de 19 años. Murió alrededor del año 342 o 343, un 6 de diciembre. Considerado el Obispo de los Niños por su juventud y amor hacia los pequeños, practicaba la generosidad hacia los más necesitados.
Existen numerosas leyendas de este santo protector y milagroso, convertido también en el patrón de navegantes, hijas pobres casaderas, boticarios y constructores de puentes. Pero su principal función fue ser el guardián de los niños. Por regalarles dulces y juguetes, se convirtió en el émulo de los Reyes Magos.
Su fama se extendió por todo el Oriente católico, y pasó a Europa a través de Alemania en el año 972, donde más de un siglo después logró la primacía, cuando unos marinos robaron sus huesos en la catedral de su ciudad natal, y los trasladaron a Bari, Italia.
En el siglo XVI, después de la Contrarreforma católica, surgió otro personaje, Christkindel que haría una función similar pero el día de Navidad (25 de diciembre), por lo cual se fundieron en uno los dos personajes que amparaban a los menores.
El otro nombre más conocido de Santa Claus en la actualidad es Papá Noel, aunque tiene muchas variantes en diferentes países de Europa y Asia como: gran Klaus o Bon-homme Noel (Buen hombre Navidad), Sinterklaas o Sint Nicolaas, y Father Christmas.
La imagen desde esos tiempos, adoptada de acuerdo a los países y sus tradiciones, ha cambiado.
Apareció representado primero con barba blanca, con los ornamentos de la iglesia y montado en un burro o un mulo, con una cesta o saco donde lleva los regalos para los niños buenos acompañado de Pedro el Negro (que se llevaría en un saco a los díscolos) y un manojo de varas para castigar a los niños desobedientes.
Más adelante aparecía en el puerto de Amsterdam con ayuda de la barcaza Spanje (España) montado en caballo blanco. Los neerlandeses, al cruzar el Atlántico, llevaron consigo esta representación, pero quien dio una nueva visión de la clásica figura, fue el escritor norteamericano Washington Irving en su libro Historia de Nueva York según Knickerbocker, escrito en 1809.
En dicho libro, Washington Irving transformó a Santa Claus, sin vestimenta clerical, en un personaje alegre, amistoso, bonachón, generoso y atento con sus compatriotas. Complementó todo esto al imaginarlo montando en un corcel volador sobre las casas y arrojando regalos a través de las chimeneas.
El otro estadounidense que redondeó a San Nicolás fue el profesor de Estudios Bíblicos Clement C. Moore en un poema que escribiera para sus hijos, y que fue publicado por el periódico Sentinel el 18 de diciembre de 1923. Aquí sustituyó al potro por renos y trineos y a los suecos por medias colocadas en las chimeneas o cerca de las camas para recibir los obsequios.
El caricaturista humorístico Thomas Nast, entre 1863 y 1886, incorporó nuevos elementos, borrando su imagen de gnomo y humanizando la figura.
La imagen actual que conocemos fue una iniciativa comercial de la compañía Coca-Cola, que en 1931, como parte de su campaña publicitaria, encargó al dibujante Habdon Sumblom crear una nueva iconografía del personaje, para lo cual el artista se basó en un vendedor jubilado llamado Lou Prentice.
Este nuevo Santa Claus contó con características más reales al ser humano; fue más alto, gordinflón, simpático, de rostro dulce, alegre, bonachón, ojos pícaros, chispeantes y amigables, pelo, barba y bigote blanco, con risa franca y jovial; en fin, con gran parecido a un abuelo. Su ropa es del color de la marca de la Coca-Cola: roja y blanca.
Los cubanos, aunque más identificados con los Reyes Magos de la tradición católica, mezclan ambas tradiciones. Después de la visita del papa Juan Pablo II a Cuba, en 1998, resurgió en los comercios la efigie de Santa Claus junto a los arbolitos navideños. Hoy han vuelto a desaparecer. Solo se ven en algunas casas y establecimientos privados.
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Fuente Cubanet.org