Por Héctor Gambini
Nadie cree que el país está en el abismo porque Milei lo destruyó en 45 días.
Un hilo rojo, repartido la misma noche en que se conoció la derrota de Sergio Massa, viene enhebrando una saga de acciones públicas de grupos o personajes que llaman la atención por su determinación y premura.
Los cacerolazos “espontáneos” de la calurosa noche en la que Milei dio a conocer su intrincado DNU -llevaba 10 días en el Gobierno- perdían espontaneidad a medida que uno se acercaba a preguntar contra qué era la protesta exactamente.
“¿A vos te parece bien la política de cielos abiertos?”, se indignaba, a los gritos, un hombre en la esquina de Corrientes y Scalabrini Ortiz. Era un argumento demasiado fino para un DNU que llevaría días desentrañar en su totalidad.
El grupo cantaba “La patria no se vende”.
El triunviro de la CGT apuntó contra “los bloques del PRO, radicales y Hacemos Cambio Federal”.
Idéntica consigna se oía en casi todos los demás cacerolazos de la ciudad, donde llegaba gente en autos que a su vez cargaban a otra gente para llevarla a otros cacerolazos menos nutridos.
Para esos militantes derrotados, la Patria es un instituto. El sitio al que regresa Cristina Kirchner.
El hilo rojo pasó por la boca del director de cine Adolfo Aristarain, quien arengó a tomar las calles (el paro de la CGT tiene que ser por tiempo indeterminado, escribió en Página 12) hasta que el nuevo gobierno caiga, convencido de que sólo los “imbéciles, ignorantes y zombies” podrían votar algo que no fuera el peronismo.
La ministra de Seguridad le respondió al secretario general de la CGT, que lanzó una durísima amenaza contra diputados de la oposición “dialoguistas” que negocian con La Libertad Avanza cambios en la ley ómnibus.
Más fascismo no se consigue. Un alegato en favor del voto calificado (sólo califica quien vota como yo quiero). Otro tiempo de revancha para Aristarain, que estrenó su última película hace ya 20 años.
El carretel siguió girando y alcanzó a Enrique Pepe Albistur, insultado mientras cenaba en Cariló, quien se hizo el chistoso desde la playa: “Esto es como Semana Santa… no sabemos si cae en marzo o en abril”.
Caramba. ¿No es esa una clásica y rancia advertencia “gorila”?
Rápido, el vocero presidencial lo llamó “golpista de reposera”.
El paro de la CGT llega este miércoles -vaya curiosidad- con la misma consigna de aquellos primeros cacerolazos “espontáneos” de hace un mes: la Patria no se vende, posteó en las redes Héctor Daer.
Será por medio día -el consenso interno no da para más-, mientras Pablo Moyano afirma que el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner (él dice “nuestro gobierno”) no duró cuatro años sino dos (los otros dos fueron de la pandemia, dice Moyano), y que “el único problema que tuvo” fue que no pudo bajar la inflación.
Cuando le dicen que ese pequeño inconveniente disparó la pobreza a niveles históricos, él contesta: “Y los jueces iban a jugar al paddel con Macri a Olivos…”.
Ajá.
Las chicanas desnudan que nadie piensa seriamente que el país agoniza porque Milei lo destruyó en 45 días.
Ninguno de los vicios que asoman del nuevo Presidente -posteos impulsivos en las redes, polémicas con periodistas sobre sus perros, alguna confusión discursiva con procesos históricos o aprietes típicos de “la casta” para que salga la ley ómnibus- llevaron al país al abismo donde la CGT acaba de descubrir que está.
Es un paro contra la derrota del peronismo: Paramos porque perdimos.
Un argumento tan pobre y tan obvio que, por contraste, podría terminar beneficiando la imagen del nuevo gobierno, entronizado por ninguna otra razón que por los desatinos crónicos de sus antecesores que acaban de dejar el poder y no aguantan el llano ni un mes y medio.
Fuente Clarín