LA HABANA, Cuba.- La noche del jueves 8 de febrero, en De cierta manera, un programa semanal dedicado al cine cubano del Canal Educativo, se estrenó el documental realizado por Rebeca Chávez Sigo siendo Barbarroja, sobre Manuel Piñeiro, quien fuera durante tres décadas el jefe del servicio secreto castrista y encargado de la subversión en América Latina.
Luego de su muerte, la noche del 11 de marzo de 1998, cuando, tras salir de una recepción, su carro se estrelló contra un árbol en Miramar (no se informó si le fallaron los frenos, la dirección del carro o el corazón), pasó casi un cuarto de siglo en que apenas se habló de él en los medios oficiales. Posiblemente era más recordado entre los más veteranos de la izquierda latinoamericana que en su país.
Pero en marzo de 2023, en La Pupila Asombrada, la versión televisiva del blog de Iroel Sánchez, con motivo de cumplirse los 90 años del nacimiento y los 25 de la muerte de Barbarroja (como lo llamaban), reprodujeron fragmentos de una entrevista que concedió a la CNN en 1997.
Ahora, en el recién estrenado documental de Rebeca Chávez, volvieron a usar más fragmentos de esa entrevista –que fue realizada, de modo complaciente y casi amistoso, por la periodista norteamericana Lucía Newman– y de las hechas a la norteamericana Lorna Burdsall y la escritora y teórica marxista chilena Martha Harnecker (que fueron sus esposas, ambas ya fallecidas), su hija Camila Piñeiro y “la compañera Elsa”, la secretaria de Barbarroja a quien bautizó como Ginita.
No son muchas, como algunos podían esperar, las revelaciones del documental sobre los hechos de Barbarroja. Y de las pocas revelaciones que hace, no aporta detalles.
Por ejemplo, que fue Manuel Piñeiro quien se encargó del traslado a Santiago de Cuba de un camión cargado de armas que debieron emplearse el 13 de marzo de 1957 en el ataque al Palacio Presidencial pero que inexplicablemente quedó rezagado. Dichas armas fueron recibidas por Frank País, el jefe del Movimiento 26 de Julio en Santiago, quien las hizo llegar a la Sierra Maestra.
También se habla del papel que jugó Piñeiro, por su dominio del idioma inglés, en el secuestro, por fuerzas al mando de Raúl Castro, de varios marines norteamericanos de la Base Naval de Guantánamo, en la llamada “Operación Antiaérea”.
Y la revelación de la oficial Ginita de que, en 1963, Piñeiro, con un pasaporte a nombre de Celestino Martínez, viajó a la Unión Soviética para estudiar durante varios meses en la escuela de la KGB.
El documental, además de intentar humanizar la figura de Barbarroja, se centra en destacar su fidelidad a Fidel Castro y a negar que el Máximo Líder traicionara a Ernesto Che Guevara, deshaciéndose de él para evitarse problemas con los soviéticos, al enviarlo primero al Congo y luego a Bolivia, dos fracasadas misiones en cuya preparación intervino Barbarroja.
Los que querían saber más, luego de ver este documental, se quedan con las ganas. Tendrán que esperar las nuevas revelaciones para un futuro que anunció Ginita y conformarse con lo que hasta ahora se sabe.
A inicios de los años 50, el padre de Manuel Piñeiro, un gerente de la Bacardí, lo envió a estudiar administración de empresas a la universidad de Columbia, una de las mejores de los Estados Unidos.
Regresó a La Habana en 1955, hablando un inglés fluido y con una esposa norteamericana, la bailarina Lorna Bursall. Luego de integrarse al Movimiento 26 de Julio, en 1958 se unió a los rebeldes en la Sierra Maestra.
En el Segundo Frente, dirigido por Raúl Castro, fue el encargado de vertebrar el G-2, el servicio de inteligencia castrista que se convertiría en el Departamento de Seguridad del Estado.
Fue Viceministro del Interior entre 1961 y 1974. En 1962, lo designaron jefe de la Dirección General de Inteligencia. Durante casi 12 años repartió su atención entre el contraespionaje y la coordinación de los movimientos revolucionarios en América Latina a través del Departamento Liberación.
Estando Barbarroja en Santiago de Chile en 1972, mientras por encargo de Fidel Castro, tramaba la radicalización del gobierno de Salvador Allende, conoció a Martha Harnecker, con quien se casaría.
En 1974, salió del Ministerio del Interior para integrar el Departamento América del Comité Central del Partido Comunista.
Cuba se aproximaba más a la Unión Soviética y normalizaba sus relaciones con los partidos comunistas y algunos gobiernos latinoamericanos. Entonces, los conspiradores de Barbarroja en Latinoamérica se apostaron en embajadas, empresas importadoras, círculos intelectuales y oficinas de Prensa Latina. Y Barbarroja se tuvo que conformar con tratar con izquierdistas moderados, intelectuales majaderos como Gabriel García Márquez, viejos políticos estalinistas, trotskistas y maoístas, exiliados chilenos y las viudas y huérfanos de la guerra sucia que desataron las dictaduras militares del Cono Sur.
En 1978, con la ofensiva guerrillera contra el régimen de Somoza en Nicaragua, volvió a brillar la estrella de Piñeiro, que fue el artífice de la victoria sandinista. Se ocupó luego de la insurgencia en Guatemala y El Salvador. Lo hizo a su manera. Según sus concepciones tácticas o sus simpatías, apoyó o dejó en la estacada a grupos guerrilleros. Recomendó, según el caso, moderación o posturas más radicales. Lo mismo aconsejó alianzas estratégicas que atizó sangrientos conflictos entre facciones que degeneraron en carnicerías, como ocurrió en El Salvador.
El Departamento América no disponía de tropas. La capacidad operativa y logística estaba en manos del Departamento de Operaciones Especiales. El DOE tenía los soldados y las armas, pero Piñeiro controlaba los contactos con los principales jefes revolucionarios de América Central y Sudamérica. Con algunos de ellos las relaciones fueron amistosas, cimentadas durante años en los polígonos de entrenamiento o entre comelatas y cervezas en las casas de protocolo desperdigadas por toda Cuba.
Los prosélitos latinoamericanos de Barbarroja tuvieron que acudir a medios nada ortodoxos para el financiamiento de los grupos guerrilleros: asaltaron bancos, secuestraron para exigir rescates, entraron en tratos con narcotraficantes. Y Barbarroja, desde su oficina en el Palacio de la Revolución, muy cerca de la de Fidel Castro, administraba las finanzas de la subversión.
Barbarroja, integrante del Comité Central desde 1965, emergió indemne de los conflictos de los años 60 con los soviéticos y el Partido Socialista Popular (PSP). También logró salir airoso, a inicios de los 90, de los choques con el por entonces jefe del Departamento Ideológico del Partido Comunista Carlos Aldana. Lo que nunca logró Barbarroja fue que lo eligieran miembro del Buró Político.
La derrota electoral del Frente Sandinista y el desplome de la Unión Soviética marcaron el ocaso de la lucha armada en el continente. Y también el de Barbarroja. Cuando el Departamento América desapareció en 1992, Piñeiro se retiró. Para el castrismo, alejado del romanticismo guevarista, personajes como él resultaban inoportunos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org