Por Nicolás J. Portino González
En una fecha marcada por el dolor y la injusticia, se cumplen 32 años del atentado terrorista contra la embajada de Israel en Buenos Aires, un hecho que no solo sacudió los cimientos de nuestra sociedad toda sino que dejó una herida abierta en el corazón de la colectividad judía.
Este acto de violencia sin precedentes, que precedió a otro igualmente devastador en la sede de la AMIA en 1994, continúa resonando -aunque por algún motivo silenciado- como un sombrío recordatorio de la impunidad y la falta de resolución judicial que aún prevalece.
El ataque de 1992 no fue solo un golpe contra la comunidad judía en Argentina sino contra la humanidad misma y por supuesto, contra nuestro país. Las vidas perdidas y las familias destrozadas por este acto de barbarie merecen más que el olvido y la indiferencia; merecen justicia, una justicia que ha sido esquiva, silenciada por la inacción y la negligencia de quienes tienen el poder de buscar la verdad.
A lo largo de estas tres décadas, la sociedad argentina ha sido testigo del permanente y ya indudable encubrimiento político y de una justicia ciega, sorda y, trágica e intencionalmente muda, frente a las demandas de esclarecimiento y castigo a los culpables. La sombra de impunidad cubre a los hechos ocurridos en la embajada de Israel y a la AMIA.
Este día de memoria debe servirnos no solo para recordar a aquellos que perdimos sino también para reflexionar sobre el estado de nuestra justicia y nuestra sociedad. El silencio y el olvido no son opciones; son cómplices de la injusticia. Es hora de exigir y actuar por una justicia transparente y diligente, que no se doblegue ante presiones políticas ni se pierda en los laberintos de la burocracia.
Recordar el atentado a la embajada de Israel no solo significa honrar a las víctimas sino también reafirmar nuestro compromiso con la paz, la justicia y la dignidad humana. Es un llamado a la acción para que hechos como este no se repitan, para que ninguna comunidad tenga que sufrir el dolor y la desesperación de la espera por justicia.
Hoy, a 32 años de aquel trágico 17 de marzo, elevamos nuestras voces en homenaje a las víctimas y en solidaridad con nuestra sociedad y el hermano pueblo judío. Que su memoria sea un faro de esperanza y una guía hacia un futuro donde la justicia no sea una palabra vacía, sino una realidad tangible y justa para todos.
Argentina, la impunidad no puede ser el legado de nuestra historia. Es tiempo de cambiar el curso, de sanar las heridas abiertas y de construir un país donde la justicia prevalezca sobre el olvido y la indiferencia. Por las víctimas, por sus familias, y por la integridad de nuestra nación, es ahora.