Por Nicolás J. Portino González
En una decisión que ha generado repudio a nivel internacional, se ha anunciado que el día de mañana, lunes 18 de marzo de 2024, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) otorgará la presidencia de la conferencia de desarme a Irán. Este acto, no es otra cosa sino una afrenta a los principios de paz y seguridad global, sumada a una serie de controversias recientes que han manchado gravemente la reputación de la ONU.
La elección de Irán como presidente de la conferencia de desarme es especialmente preocupante dado el historial de dicha nación terrorista, siendo señalada repetidamente por su programa nuclear. Asignar a un país con tal historial la presidencia de un foro dedicado al desarme no solo es paradójico, sino que también socava definitivamente la credibilidad y la misión original de la ONU de promover la paz y la seguridad internacional.
Más alarmante aún es la reciente revelación de evidencia que involucra a miembros de la ONU en actos de terrorismo, durante los eventos del 7 de octubre de 2023, en los que se ha demostrado la participación de elementos de la ONU en la invasión y los asesinatos masivos perpetrados por Hamas en Israel, que han dejado al descubierto una complicidad que trasciende la mera negligencia. La implicación de la ONU en tales actos no solo es inadmisible, sino que también plantea serias preguntas sobre su integridad y su capacidad para cumplir con su mandato.
La colaboración sistemática de la ONU con organizaciones terroristas, evidenciada a través de estas acciones ya de modo inequívoco, representa un punto de inflexión en la percepción pública de la organización. Lo que debió ser un bastión de esperanza y un mediador imparcial en conflictos internacionales, ahora se ve manchado por acusaciones de partidismo y complicidad en actos que van en contra de los más básicos principios humanitarios.
Este último episodio con Irán a la cabeza de la conferencia de desarme no hace más que reafirmar la necesidad urgente de una revisión profunda y exhaustiva de las políticas y prácticas de la ONU, por lo menos. Es imperativo que la comunidad internacional exija responsabilidades, garantizando que la ONU vuelva a alinearse imperativamente, con sus principios fundacionales de promover la paz y la seguridad en todo el mundo.
La decisión de otorgar a Irán un rol tan destacado en el contexto del desarme es, sin dudas un insulto -uno más- para el mundo libre. No podemos permanecer indiferentes ni silenciosos ante acciones que contradicen los valores que aspiramos a defender. Es momento de que la comunidad internacional se una, en una condena firme y unívoca, contra las decisiones y acciones que comprometen la paz mundial y la integridad de las instituciones destinadas a protegerla.