Cruel en grado superlativo. No merece otra calificación el final del partido que el Betis Baloncesto perdió este miércoles con el Força Lleida en San Pablo, cortando así una racha de siete victorias consecutivas en casa. Estaban invictos los verdiblancos en su feudo en 2024 hasta que apareció en escena el acorazado conjunto catalán, la mejor defensa de la LEB Oro. Las pasó canutas el Betis, que anda ya muy justo de gasolina y se desorientó en el segundo cuarto con varias discutibles decisiones arbitrales que enervaron los ánimos del equipo, de Savignani (dos técnicas se llevó) y el respetable. En un partido marcado, entre otros factores, por el desacierto perimetral de los anfitriones (6/27, 25%), el Betis parecía entregado a su suerte cuando el Força Lleida se fue diez arriba al término del penúltimo cuarto. Pero hete aquí que la tropa de Savignani no se abandonó. No lo hace nunca sea como sea el temporal. Siempre busca soluciones y las acaba encontrando.
Con varios triples de Kuksiks equilibró el choque y alargó el suspense hasta un doble final de cara o cruz. Dos veces se le negó la fortuna, y al mismo jugador además, Joaquín Rodríguez, su MVP. Sus dos tiros para ganar el partido los repelió el aro como si aquello fuese un imposible y no hubiese manera de girar la rueda del destino. No estaba la victoria para el Betis por mucho que se empeñase. El uruguayo erró primero en una penetración plena de talento y, luego, cuando con siete segundos en el reloj le regaló la pelota el Lleida desde un saque de banda, otra vez el charrúa se armaba de valor y encaraba con personalidad el aro para estrellarse de nuevo contra el yerro y la frustración del triunfo que inevitablemente volaba.
Polanco, deseoso de desquitarse de su discreto partido en Oviedo, arrancó con la energía, determinación y capacidad de liderazgo acostumbradas. Y todo el Betis, con una premisa clara: para desarmar al Lleida, defensa más sólida de la LEB Oro, mucho mejor el gañafón del ataque rápido que la contemporización. Eso intentó el Betis, siendo intenso en defensa, pero no siempre le salió. Que en sus intentos triples escuchase casi siempre el sonido metálico del aro repeliendo el tiro no complementaba ese plan. Lo fisuraba. Krutwig dio un par de pinceladas de su clase bajo tablero hasta que, en lugar de DeBisschop, Savignani le puso de zapador a Berzins. El báltico se ha venido arriba tras la marcha de Wembi. Parece mucho más válido y hambriento que hace tres semanas. Los tres triples ilerdenses no impedían que el Betis se apuntase por los pelos (18-17) el cuarto inaugural.
El partido era igualadísimo, sin un solo break reseñable hasta ese momento. Savignani agitó el equipo con una extraña (y breve) pareja por dentro: Kuksiks y Domènech, a quien se le encomendaba la tarea de defender a Krutwig, con el que había compartido muchos entrenamientos. Cuando Kuksiks ensayó un triple que ni tocó el aro, se puso de manifiesto ya el atasco del Betis con el tiro exterior: 1/7 a esas alturas. Mala cosa. La estadística aún se afearía más. Domènech interpretaba bien el bloqueo y continuación, pero luego regalaba una antideportiva al rival y, ante su protesta a los árbitros fruto de la desesperación, era descalificado del partido con una falta técnica. Dos torpezas en una, en la misma secuencia, unida a un muy puntilloso criterio arbitral hacían un cóctel explosivo. Duró dos minutos y veintiún segundos en la pista, enfiló el camino de los vestuarios y su eliminación dejó aun más cogida con alfileres la rotación verdiblanca.
Entonces, con 21-23, entró en acción Joaquín Rodríguez subiendo dos marchas cual microondas. Triple y asistencia para DeBisschop, que machacaba poco después (28-25). El estadounidense levantaba la mano… pero otro incidente lo sacó del partido. Se golpeó violentamente con el soporte de la canasta tras un pase de Joaquín y se fue corriendo al vestuario, seguramente con una herida en la cabeza. Ipso facto, Berzins hacía falta en un bloqueo y los árbitros señalaban técnica a Savignani. Estas muy discutidas decisiones arbitrales cambiaron el escenario porque desde entonces ya venía el Betis con ojeriza al trío arbitral. Se sentía dañado.
Cuando Kuath culminó un alley oop (28-30), el técnico brasileño paró el partido. Las pulsaciones del Betis, desorientado por todo lo que le había sucedido en el accidentado segundo cuarto, estaban disparadas. Y la sobreexcitación no lo llevaba a ningún lado. El partido estaba en el territorio Força Lleida: ritmo escaso, muchas interrupciones, pocos triples y anotación exigua. Polanco forzaba situaciones, absorbiendo el contacto, rascando la falta y visitando la línea. Faggiano se buscaba la vida para anotar y Almazán se empecinaba, sin suerte, en el triple. Al descanso, empate (34-34) y una estadística preocupante: 2/13 (15%) en el triple para el Betis. El equipo estaba seco, muy exigido y se sospechaba que con la gasolina justa.
Igual de errático volvía a la pista, con Almazán fallando de cuatro metros y DeBisschop una bandeja por falta de tacto. No se entendía muy bien por qué, estando Faggiano en la pista, no era el argentino quien armaba las jugadas. Se fajaba en el trabajo defensivo el equipo, pero el Betis era una máquina repetidora de fallar triples. Los erraba de todas las maneras, los forzados y los liberados. Cada ataque era un parto. Suerte para el Betis que el Lleida también andaba muy obturado en el tiro exterior. Savignani seguía muy enfadado, como todo el Betis, con el criterio arbitral hasta que le cayó otra técnica. Con lo mínimo que se despachaba, el Lleida estaba ya a siete (38-45). Y aquello parecía el Evererest.
El partido se espesaba y ralentizaba cada vez más. De cada ataque, una falta y tiros libres. Hacía lo imposible el Betis por seguir enganchado al encuentro, por sostenerse más bien, pero no encontraba la fórmula para anotar con fluidez. No le dejaba su rival, que ampliaba de nuevo a siete con un triple de Jaume Lobo (47-54) y luego a ocho con el mismo protagonista (51-59), que estaba martirizando a los verdiblancos. Varela ponía los diez de ventaja al final (51-61) del tercero y dejaba al Betis en shock, contra las cuerdas, casi noqueado. No tenía gasolina.
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Real Betis Baloncesto (18+16+17+22): Faggiano (5), Polanco (14), Joaquín Rodríguez (16), Almazán (2), DeBisschop (8) -quinteto inicial-; Hanzlik (5), Domènech (3), Dedovic (2), Berzins (5), Kuksiks (13), Fevry (-).
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Força Lleida (17+17+27+13): Rafa Villar (4), Brito (10), Matulionis (3), Simeunovic (6), Krutwig (12) -quinteto inicial-; Cuéllar (-), Vega (-), Lobo (24), Kuath (6), Arroyo Varela (9), Hasbrouck (-).
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Árbitros e incidencias: Lezcano, Franquesa, Rodríguez Fernández. Descalificado Domènech (m. 12) con antideportiva, técnica y descalificante. Partido de la 29ª jornada de la LEB Oro. Palacio de los Deportes San Pablo.
Le quedaba apelar a la heroica y empezó el cuarto decisivo con un 0-4 (55-61) pero sin Polanco ni Joaquín en la pista. 30 de los 55 puntos del Betis llevaban la firma de la pareja. El Lleida jugaba ya muy abierto, buscando liquidar el pleito por la vía rápida del triple. Kuksiks, de tres, descontaba a cinco (60-65) y Hanzlik, a cuatro (63-67). Dos bombazos tremendos de Kuksiks empataron el partido (71-71) y desempolvaron la fe verdiblanca con más de tres minutos en el reloj. Vuelta a empezar. De nuevo descargaba Lobo desde el perímetro, pero esta vez no había réplica de Kuksiks sino de DeBisschop (73-74). Fue la última canasta de un Betis justo de energía, de mucho corazón y suerte, en esta ocasión, esquiva. El domingo, oportunidad envenenada para el desquite contra el San Pablo Burgos.
Fuente ABC