Afuera del país, el Presidente es el que quiere ser, sin las ataduras ni contradicciones que le plantea la realidad local; su hermana se consolida como el poder detrás del poder
Por Luciana Vázquez
Para dar otra puntada más en el manto global, Javier Milei partió la semana pasada para encontrarse con Elon Musk en Estados Unidos y volvió para posicionar a la Argentina frente a Israel y al ataque de Irán. En ese viaje de ida y vuelta al exterior, Milei hizo dos cosas. Primero, buscó consolidar el sentido de su presidencia y controlar la interpretación sobre un gobierno mileísta tan hiperactivo como contradictorio. En el exterior, donde no gobierna, su batalla cultural logra evitar mirarse en el espejo de los efectos colaterales y paradójicos de la gestión concreta: en sus viajes, el Milei libertario, defensor global de las ideas de la libertad económica y más allá, no se topa con el Milei intervencionista en su guerra contra las prepagas de salud o los formadores de precios de alimentos, por ejemplo. Afuera del país, Milei es el que quiere ser. Y segundo, la otra tarea fue sumar señales que conducen todas al mismo puerto: la consolidación de Karina Milei, la hermana confidente y protectora, la estratega de campaña, la secretaria General de la Presidencia, enel poder detrás del poder, un artefacto de conducción política que integra dos figuras al volante. Desde las decisiones más políticamente periféricas como en las más centrales en la construcción mileísta, Karina Milei refuerza su influencia. En el viaje, hubo más señales en ese sentido.
El mundo de Milei es un pañuelo de contornos bien definidos que borda con la misma energía con la que Cristina Kirchner, y antes Néstor Kirchner, tejieron su relato global. Claramente, el dibujo que va quedando delineado es el opuesto al del kirchnerismo: la Patria Grande que Milei entreteje es un mapa que tiene como paradas al Estados Unidos de Musk y Trump, a Israel como arquetipo del progreso material capitalista en conjunción con la espiritualidad, a la Italia de Giorgia Meloni, Irlanda como caso testigo de recuperación del progreso capitalista, la España de Vox y el Brasil perdido de su amigo Bolsonaro.
En esa línea de puntos que conecta a la audiencia de la derecha global con una serie de líderes internacionales, Milei fue visto en este viaje como “uno de los pensadores políticos más fascinantes de la actualidad”. Así lo presentó el influencer de derecha Ben Shapiro en entrevista con el Presidente. “En un mundo en el que se cierne el espectro del socialismo, Milei se erige en un baluarte contra las amenazas de la libertad económica, aboga por políticas que empoderan individuos y fomentan el espíritu empresarial”, sintetizó Shapiro.
Esa entrevista deja datos clave sobre Milei y su visión del mundo, que lo conecta con ese fenómeno de derecha más o menos extrema que nació con el Brexit en 2016, se institucionalizó cuando Trump llegó a la presidencia ese mismo año, sumó otra cucarda con el triunfo impensado de Bolsonaro en Brasil en 2018, se cohesionó con la explosión de la lógica de cámara de eco de las redes sociales y se fortaleció con la hegemonía de la virtualidad en la pandemia que volvió al mundo más chato y a los debates globales, más interconectados.
Tanto Milei como Shapiro y como Musk comparten la noción ampliada de “socialismo” o “socialismo de distintos pelajes”, según Milei. La condena arranca con el “socialismo puro”, el socialismo real de la Unión Soviética, para extender el concepto a años luz de ese núcleo fundacional histórico, hasta la guerra cultural contra una matriz conceptual progresista y liberal en sentido clásico donde caen el feminismo, el aborto, la identidad de género, el relativismo cultural, la política inmigratoria de masas, la justicia social, el Estado de Bienestar, el Estado interventor. En el diálogo con Shapiro, se repone también un contexto que se vuelve vigente en el conflicto con eje en Medio Oriente: “el riesgo existencial de Occidente” que empezó con las afrentas del “socialismo cultural” y ahora llega al campo bélico, cuando jaquea la seguridad de Israel. Y del mundo.
Para Milei, la batalla cultural es una sola, y el proceso que lidera en la Argentina, un capítulo más pero clave de ese relato fundacional. La entrevista da indicios sobre el sentido de las peleas culturales que se dan desde Casa Rosada. En la Argentina de Milei explicada a Shapiro, el experimento a cielo abierto que es la Argentina libertaria nace de la lucha para revertir la herencia kirchnerista: Milei se extiende minutos explicando el legado kirchnerista de inflación, caída del PBI, pobreza, déficit, deuda y emisión. “Era la suma de todos los males todos juntos”, resume. “No había alternativa a hacer el ajuste y sin financiamiento, tenía que ser de shock”, le dice a Shapiro.
Y sobre el éxito inicial de su gestión medido en apoyo popular, según muestran las encuestas, a pesar del ajuste, Milei tiene una certeza: es el resultado de la batalla cultural que está llevando adelante. “Quiere decir que la batalla cultural está dando resultado y los argentinos decidieron madurar, ponerse los pantalones largos. Los argentinos han decidido abrazar la libertad”, le asegura al influencer. En esa relación causal, batalla cultural-aumento de la popularidad, está explicada parte de la política de los próximos meses, hasta la elección parlamentaria de 2025: “Si no me aprueban ahora las reformas, pienso enviarlas en 2025 con una mejor composición del Congreso”, explicó Milei: con la inflación domada y la batalla cultural ganada, Milei espera consolidar su gobierno.
Hay una ilusión óptica que generó el balotaje en 2023: que la Argentina cambió de una vez y para siempre. Que la elección de Milei alineó los planetas y sumó a la Argentina al concierto de naciones donde la libertad ordena el mapa político, económico y social. Esa percepción de cambio de época es, al menos, parcial. O, como máximo, un proceso en marcha al que todavía le faltan muchos kilómetros de recorrido para que quede completo. Basta con cruzar al conurbano bonaerense y mirar el triunfo de Axel Kicillof en 2023 para entender que la Argentina es bicéfala. Reveló sueños libertarios cuando vota una línea política libertaria para el Estado nacional pero sueños populistas perokirchneristas cuando vota para el Congreso o a sus gobernadores. Sobre todo, en el caso de la Provincia de Buenos Aires.
Por eso, 2025 es un desafío enorme para Javier Milei. La clonación de liderazgos no está tan desarrollada como la clonación de Conan: no está para nada claro que pueda encontrar en cada territorio un traje para sus candidatos. No está claro que la sola invocación de su apellido genere arrastre territorial. Por eso, el crecimiento de la figura de Karina Milei, la única candidata capaz de portar literalmente el apellido Milei y, además, con contenido: está claro que su presencia junto a su hermano nada tiene que ver con lo decorativo. Karina Milei suma dos intangibles únicos en un entorno presidencial: capital político y capital emocional-familiar.
Por eso la salida de Fátima Florez del universo femenino de Milei y el lugar central de Karina Milei en el encuentro con Musk y su rol en la comedia de enredos políticos entre Menem, Zago y Pagano no hicieron más que destacar el crecimiento incesante del poder de la hermana Presidencial. “She‘s ‘The Boss’”, le dijo Milei a Musk, señalando a su hermana. Quedó claro.
La hermana presidencial no fue ajena a la decisión de comunicar en pleno viaje el fin de la relación del Presidente con Fátima Florez, presente también en Miami para la ceremonia de entrega de los premios “Embajadores internacionales de la luz”. Ese encuentro dio la última postal de una relación que aportó mucho a la imagen de Milei y a su presencia en la conversación pública. Hubo un beso apresurado con el premiado y un abrazo, veloz e incómodo, con la hermana. Después, nada hasta el comunicado oficial del mismo Presidente para anunciar el fin de su vínculo con Florez. La salida de escena de la pareja presidencial destaca todavía más la presencia de la hermana de Milei, que otra vez es la única persona privilegiada con un vínculo íntimo y personalísimo con el Presidente.
En este caso, lo familiar se vuelve político: el funcionamiento de La Libertad Avanza y de Milei como líder político es indiscernible del rol y del tipo de influencia que ejerce su hermana.
Hasta tal punto es así que el reconocimiento de “embajador internacional de la luz”, otorgado por la congregación ortodoxa Jabad Lubavitch, no fue sólo para Milei, sino para los dos hermanos. En ambos casos, por esa serie de valores que pueden compartir Musk o Shapiro: “inquebrantable dedicación a difundir la libertad, esperanza y positividad” y “los incansables esfuerzos para Israel y la comunidad global”.
En realidad, para Milei, la batalla cultural más esencial para sostener su proyecto político es otra: que la Argentina logre mirarlo con los mismos ojos con los que lo mira la parte de occidente que Milei admira.
Fuente La Nación