Se iba Ancelotti por la zona mixta del Etihad Stadium con ganas de tomarse una cerveza y dormir a pierna suelta. Ya lo había avisado en la previa. A él nada le quitaba el sueño y eso no iba a cambiar después de una noche así. Un tipo feliz y tranquilo que, como en la final de la Champions de 2003, que ganó como entrenador del Milán, se la jugó con tres defensas en la tanda de penaltis. Hace 21 años fueron Serginho, Kaladze y Nesta. Ayer, en Mánchester, la épica la pusieron Lucas, Nacho y Rudiger.
«Todos los jugadores querían tirar, menos Militao porque nos dijo que Ederson le conocía muy bien de la selección», confesó Ancelotti, que vivió la tanda en el área técnica apartado del abrazo general de todos los suplentes y miembros de su staff. Luego, Davide, hijo y segundo de Carletto, desveló que Valverde tampoco quiso lanzar. Era uno de los elegidos, pero estaba tan cansado que prefirió no jugársela.
El Madrid ensayó el domingo y el lunes en Valdebebas los lanzamientos de penaltis, pero más que nada por soltar tensiones. Una pena máxima en un entrenamiento es un elemento de distracción y diversión. Una pena máxima en unos cuartos de final de Champions es toda una temporada desde los once metros. Agua y aceite.
La tanda comenzó perdida desde el sorteo. Walker ganó los dos. El de elegir orden de lanzamiento y el de elegir portería. Se fue al fondo donde no estaban los aficionados del Madrid, previa consulta con Pep Guardiola. Y el City dispararía primero. Decisión científica. Está matemáticamente demostrado que el 60% de las mismas las ganan los equipos que empiezan disparando desde los once metros.
Dato no opinable. Como tampoco lo era que el Madrid había fallado cuatro de los seis lanzamientos de esta temporada, y que su mejor baza, Modric, falló el primero. ¿Miedo? Para nada. ¿Mandaría al carajo el Madrid toda esta estadística en su contra y remontaría también en una tanda de penaltis? Qué pregunta tan estúpida.
Ahí estuvo Lunin, de insospechado héroe. El pasado verano pidió irse del Madrid. Hoy es un portero con capa. El ucraniano, con la ayuda de Llopis y Davide, tenía muy preparados los penaltis. Sabía que Bernardo solía tirar al centro y se la jugó a hacer la estatua. Bingo. Luego, apareció Kepa. De su paso por el Chelsea conocía perfectamente a Kovacic y le dijo dónde iba a tirar el penalti. Raso y a la derecha. Bingo.
En un abrir y cerrar de ojos, el Madrid se había rehecho del fallo de Modric y ya tenía ventaja en la tanda. Y Lunin había agrandado una estadística de escándalo. Ocho paradas durante los 120 minutos, más las dos de la prórroga. Qué exhibición.
Llegó entonces el turno de los defensas. Como en la final de Milán de 2016, Lucas Vázquez volvió a asumir la responsabilidad. Esta vez no hizo girar el balón con el dedo índice de su mano derecha como si fuera un integrante de los Harlem Globetrotters, pero sí se quitó la tensión con unos toquecitos con los pies antes de poner el esférico en la cal. Diez pasitos hacia atrás y movimiento hacia su izquierda, como en Milán, y balón a la cazuela.
Lo mismo que hizo Nacho. Brazalete de personalidad y agallas. Y, finalmente, vino Rudiger. Disparo al palo izquierdo de Ederson, piña de celebración y carrera de 60 metros para irse al fondo donde estaba la afición madridista y subirse con ellos a la grada: «Nacho es un jugador con mucha experiencia y personalidad y Antonio es un jugador con huevos», confesaba Davide. «Realmente, en Rudiger era el único en el que tenía confianza», decía Kroos entre risas en zona mixta.
Y así pasó el Madrid.
Primero, con un ejercicio de resistencia mayor que los supervivientes de ‘La sociedad de la nieve’. Realizó 48 despejes, no remató entre palos desde el gol de Rodrygo (minuto 12) hasta el 120. No llegó al área del City desde el minuto 30 hasta el 105. De hecho, solo llegó al área del City en seis ocasiones, por 46 de los ingleses, que además lanzaron 18 saques de esquina por solo uno del Madrid.
Y, segundo, por una tanda de penaltis que ya es de culto. Lanzando detrás del City. Con su mejor lanzador fallando el primer disparo en un lanzamiento impropio de él. Con su portero sin moverse ante el mejor pateador del City. Con tres defensas cerrando la tanda. Y el con el último lanzamiento de Rudiger tocando la madera antes que la red.
El Madrid no tiene explicación
Fuente ABC