La filosofía adelanta como intuición mucho de lo que luego se verifica empíricamente en el campo de la investigación científica.
Ello abre una puerta para que se puedan proponer reglas provenientes de la amalgama entre tradición e innovación, unificando el conocimiento con la realidad.
Gran parte de las falencias de nuestra democracia en ese aspecto vital del conocimiento humano, provienen de la escasa formación cultural de hombres y mujeres que se desempeñan en las funciones públicas, favorecidos por los magros requisitos legales exigidos para ocupar dichos cargos.
Gracias a ello, muchos políticos y dirigentes han ido construyendo un escenario donde privan conjeturas ideológicas sin relación alguna con el sentido común y las investigaciones históricas, divulgando verdades engañosas que son presentadas como soluciones “innovadoras”, que resultan ser a la postre un verdadero fiasco.
El sectarismo y la falta de apertura mental imperantes en el escenario nacional nos han ido arrastrando así a un fracaso recurrente por la soberbia de los que no saben, que no saben.
Solo la buena educación, la investigación y el conocimiento histórico permiten que los seres humanos nos despojemos de ciertos experimentos voluntaristas aislados de la razón y el sentido común, que no nos permiten aglutinar lo múltiple y lo diferente, ni desterrar doctrinas excluyentes que, en nuestro caso, nos fueron alejando de ciertas ideas clásicas, de lejana procedencia en el tiempo, pero sumamente útiles para afrontar los males del presente.
Algunas medidas del actual gobierno para “entrarle” a muchos problemas hasta el hueso, denuncian su intención de extirpar ciertos vicios encerrados en un “sistema” impenetrable, que en estos últimos días ha sufrido la influencia de una profusa y amañada propaganda respecto de la educación pública, dejando al descubierto el magro nivel de información sobre la realidad de manifestantes callejeros apurados por manifestar sus quejas, con fundamentos bastante alejados de la verdad “verdadera”.
Afortunadamente, el Congreso parece estar encaminado para dotar al gobierno de algunas herramientas legales, útiles para salir del statu quo de una decadencia conceptual que nos tiene agobiados y sumergidos en la irrelevancia desde hace muchos años.
Para finalizar estas breves reflexiones, recordamos unos versos del político y escritor del siglo XVI Francisco de Quevedo, que aluden a la fragilidad de las personas y nos parecen útiles para reflexionar sobre lo aquí apuntado:
“¿Qué cosa es verdad sino pobreza en esta vida frágil y liviana?
Los dos embustes de la vida humana, son honra y riqueza.
Y el tiempo, que ni vuelve ni tropieza, en horas fugitivas se devana;
y en errado anhelar, siempre tirana, la Fortuna fatiga su flaqueza.”
A buen entendedor, pocas palabras.
Fuente Periodico Tribuna