LA HABANA, Cuba.- El pasado lunes 20 de mayo, una delegación de agentes vinculados al sector de la seguridad aérea en Cuba recorrió, en el Aeropuerto Internacional de Miami, las instalaciones de la TSA, que son las siglas en inglés de la Administración de Seguridad del Tránsito. Diversos órganos de la prensa independiente cubana, tanto en la Isla como en el Exilio, se han hecho eco de la visita.
Los intercambios de ese tipo constituyen la regla entre países que mantienen relaciones buenas o simplemente normales. Según una declaración brindada a Martí Noticias por el Departamento de Estado, “dada la proximidad de Cuba y la existencia de vuelos directos hacia y desde ambos países, las autoridades estadounidenses y cubanas deben colaborar mientras cada una trabaja para garantizar la seguridad de los viajeros en los aeropuertos”.
Insisto en que ese tipo de situaciones, entre países que mantienen entre sí unas relaciones simplemente normales, no tiene por qué despertar extrañeza alguna. Pero el problema radica justamente en que, desde la trepa al poder de Fidel Castro hasta hoy, los vínculos entre ambos países vecinos —Estados Unidos y Cuba— pueden recibir cualquier calificativo, menos ese de “normales”.
La historia de ese desencuentro es bien larga. Su origen podemos situarlo en la carta que en plena Sierra Maestra, mientras aún luchaba contra el régimen de Fulgencio Batista, un joven Fidel Castro le escribió a su confidenta Celia Sánchez: “Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero”.
Todo se basaba en una increíble serie de malentendidos: Es cierto que Estados Unidos había suministrado armas al gobierno contra el que combatían los castristas; pero esos envíos habían cesado antes de ser escrita la carta en junio de 1958… El jefe rebelde creía que el campesino Mario Sariol había muerto junto con toda su familia por efecto de las bombas “yanquis”; en realidad, todos resultaron ilesos al refugiarse en una vieja mina…
Por encima de confusiones y datos erróneos, la que sí se materializó fue la guerra desatada “contra ellos”. Esta estalló pocos meses después de la trepa al poder en enero de 1959. Lo triste del caso es que, como se trataba de la decisión de un gobernante omnímodo, lo que se concibió como una cruzada personal castrista terminó involucrando a un pueblo entero tomado de rehén…
A lo largo de los decenios más recientes, esa hostilidad a ultranza comprendió el despojo sin compensación de las propiedades de norteamericanos, la instalación en suelo cubano de bases de cohetes nucleares soviéticos dirigidos contra Estados Unidos, el entrenamiento de guerrilleros de toda laya, durante decenios, para enviarlos a combatir a gobiernos aliados del gran país del norte, y un largo etcétera.
En fechas más recientes, ello implica el mantenimiento de relaciones cordialísimas con cualquier régimen del mundo (sin importar cuán fundamentalista sea) que se proclame “antiyanqui”. Es el caso de la Rusia de Putin, la China de los sucesores del “Gran Timonel”, el Irán de los ayatolas, la Norcorea de la dinastía Kim y otros estados-parias similares.
¡Entonces tienen sus razones (y muy dignas de atención) quienes argumentan que hay desacierto al tratar a la Cuba castrocomunista como un país “normal”! No resulta difícil comprender a la alcaldesa de Miami Danielle Levine Cala, que se declaró “consternada”; al representante federal por Miami, Carlos Giménez, quien califica la decisión de “patética y peligrosa”; y a los demás.
Análogas a esas son las reacciones de la prensa cubana no oficialista. El día 21, ADN Cuba, invocando declaraciones de “funcionarios del aeropuerto” a Diario Las Américas, plantea: “Tuvieron acceso directo a la nueva tecnología de rayos x tridimensional, entre cuyos objetivos está la identificación de explosivos para impedir que grupos terroristas los introduzcan en la cabina de un avión y otros sitios sensibles. Es algo inconcebible, absurdo, injustificable y muy peligroso”.
Resulta oportuno el recordatorio hecho el 21 de mayo, en Diario Las Américas, por César Menéndez. El colega recuerda la aprobación, por los legisladores de la Florida, del proyecto de ley SB 264, el cual, entre otras cosas, prohíbe a personas y empresas de Cuba comprar propiedades cercanas a aeropuertos. Esto se concibió para “garantizar la seguridad y evitar que tengan acceso a información sensible”. En verdad no parece tener mucho sentido que esos extranjeros hostiles no puedan adquirir propiedades aledañas a un aeropuerto, pero que sí se les brinde acceso al interior de este.
Con respecto a las declaraciones adversas formuladas, es probable que, por su aire informal, la mejor de todas sea la de Kevin Cabrera, uno de los cinco cubanoamericanos que forman parte de la comisión de 13 miembros que supervisa el aeropuerto: “Claramente jugaron contra el Departamento de Estado y toda esta gente. No tienen idea. Están dormidos al volante”.
Sí. Para enfrentar con efectividad las fullerías de estos castrocomunistas hace falta conocer bien los puntos que calzan… De lo contrario puede darse pie a que un encuentro indeseable como el narrado se produzca precisamente el 20 de Mayo. Se trata de la fecha que, por ser la de la independencia, era la más destacada en la Cuba de antaño, pero que los castristas ningunean. No por casualidad esa efeméride fue la escogida por estos para realizar la visita, y precisamente en Miami, que es, después de La Habana, la ciudad del mundo en que reside mayor número de cubanos.
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Fuente Cubanet.org