LA HABANA, Cuba. – Recientemente se publicó en la Gaceta Oficial de la República de Cuba la Ley No.162 de Comunicación Social, y los decretos-leyes 101 y 102 que establecen los reglamentos de dicha ley. De esa manera, con bombo y platillo, el castrismo proclamó el inicio de la transformación comunicacional del país, para así continuar consolidando la sociedad socialista en la Isla, supuestamente.
En el contexto de las actividades que se han celebrado para dar a conocer los pormenores de la ley, se efectuó una Mesa Redonda en la que participaron varios de los personeros que, de una forma u otra, estuvieron involucrados en la confección de los documentos antes mencionados.
Uno de los panelistas de ese programa, el presidente de la oficialista Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), Ricardo Ronquillo Bello, expresó que “la ley es la sombrilla legal mediante la cual el sistema de prensa y de comunicación en el país vivirán cambios importantes”.
De esas palabras se desprende que podría acabarse el monopolio gubernamental sobre la información, que no habría más temas tabúes para la prensa, y que los medios estarían en condiciones de ir a la caza de las noticias, sin tener que esperar a que la cúpula del poder emitiera la versión oficial de cualquier hecho.
Sin embargo, muy pronto hemos podido comprobar que todo es una falsedad. No hay cambios en el control absoluto de los medios de prensa por el aparato ideológico del partido gobernante. No hay prensa; solo propagandistas que repiten las directivas provenientes “de arriba”, o simplemente callan ante la imposibilidad de emitir cualquier criterio que se aleje del punto de vista oficial.
Nadie duda de que en cualquier otra sociedad ―claro, excepto en las pocas que cojean de la misma pata que el castrismo― los sucesos acaecidos en la Finca de los Monos habrían provocado una avalancha mediática. Porque, con independencia de que hubiese o no muertos en los altercados que allí tuvieron lugar, el solo hecho de contemplar a pandillas de jóvenes, armados con palos y machetes, pelear entre sí y alarmar ―o aterrorizar― a los cientos de personas que pretendían disfrutar de ese centro recreativo, ha constituido un suceso de suma gravedad.
La gente se pregunta, una vez más, ¿en qué ha fallado la formación que el régimen ha pretendido ofrecer a los jóvenes? ¿En qué momento la consecución del “hombre nuevo” que iría a construir la sociedad comunista se transformó en fábrica de vándalos que no respetan las normas de convivencia?
Claro, el cubano de a pie se hace las preguntas anteriores. Pero la prensa oficial no se pregunta nada. Bastó con que Humberto López, vocero oficial del régimen, emitiera la versión de los hechos que le conviene a la maquinaria del poder, para que ningún otro periódico, canal de televisión o emisora de radio hablara una palabra más del asunto. Se insta a los ciudadanos a que confíen en la infalibilidad de lo que diga papá Estado. Para los que quieran ahondar en lo acontecido en la Finca de los Monos, todo queda en el campo de la especulación, o lo que publiquen los medios independientes o las redes sociales.
A la postre, si esos son los cambios que la Ley de Comunicación Social va a traer a la prensa cubana, hubiese sido mejor no haber gastado tanto tiempo ni recursos en la confección de tamaño panfleto.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org