El 14 de junio de 1941 marcó una triste fecha para el pueblo letón: Ese día, en horas de la madrugada, comenzó la deportación de más de 15.000 personas civiles por las autoridades soviéticas que ocupaban el país hacia campos de concentración.
Los deportados fueron personas consideradas hostiles al régimen estalinista. La cifra de deportados alcanzó la cantidad de 15.424. De ellos, alrededor de 2.100 menores de 16 años, unos 1.600 con menos de siete años. Murieron 8.259 hombres y 7.165 mujeres; 6.081 de ellos, el 39.43 %, en prisión.
El más joven de los deportados fue Arvids Baumanis, que nació ese mismo 14 de junio de 1941, en un vagón de tren en la estación de Stende y murió en el exilio el 4 de abril de 1942, a los 10 meses de haber venido al mundo.
Los desterrados se clasificaron en tres grupos, según el criterio de peligro político. El grupo mayor eran miembros de organizaciones y partidos que clasificaron como “contrarrevolucionarios”, e incluía a altos funcionarios del antiguo aparato estatal, policías, oficiales del ejército (algunos ya retirados), comerciantes, terratenientes, etcétera.
Se clasificaron también por su nacionalidad. El 81,27% eran letones, los judíos el 11,70%, los rusos el 5,29% y los alemanes el 0,39%.
De la ciudad de Riga procedían 4.231, el resto eran otras poblaciones como: Daugavpils, Liepaja, Jelgava, Ventspils, Tukums, Cesis, Valmiera, Kuldiga, Ludza, Rezekne, Talsi y Bauska.
A las familias desterradas se les permitía llevar efectos personales, pero en ocasiones no le daban tiempo suficiente para recoger sus pertenencias, o debían hacerlo con premura. Eran llevados a estaciones ferroviarias, separados de sus familias y colocados en vagones independientes.
Los cabeza de familia arrestados eran encerrados en campamentos habilitados como prisiones, siendo condenados a penas de entre cinco y ocho años. Después de cumplir la condena serían enviados a campos de reeducación por 20 años.
A esos campos de reeducación también eran enviadas las prostitutas y otras personas consideradas como “elementos antisociales”.
Mujeres, niños, adolescentes, y ancianos mayores de 70 años, fueron encarcelados por 20 años.
Algunos de los arrestados fueron acusados y enviados a campos de prisioneros de guerra de Yukhnov (Kaluga), pero después del ataque alemán a la Unión Soviética los trasladaron a los gulags (campos de trabajos forzados) de Vyatka, Norilsk, Usoljes, o a los campos de trabajo correccionales de los Urales del Norte.
Un grupo fue a la prisión de Astracán. Los acusados de delitos previstos en el artículo 58 del Código Penal de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia fueron penados a entre cinco y 15 años de cárcel o muerte por fusilamiento.
Esta barbarie también se aplicó en Estonia y Lituania, las dos otras Repúblicas Bálticas. En Estonia fueron casi los 11.000 los desterrados, y en Lituania 17.000.
Los listados de las personas consideradas “socialmente peligrosas se prepararon desde el comienzo de la ocupación soviética por los comités del Partido Comunista, y los ejecutivos de los condados y ciudades, y supervisadas después por el Comisariado de Seguridad de la República Socialista Soviética de Letonia que dirigía Semion Shustin.
En el caso de los militares del antiguo ejército, esta relación se hizo por los empleados de la Tercera Unidad (independiente) de la zona Especial de Guerra del Báltico.
El 14 de junio del 2007, en un discurso durante los actos conmemorativos del genocidio, el por entonces presidente de Letonia, Valdis Zatlers, al definirlo como “uno de los días más trágicos y sombríos en la historia reciente de Letonia”, expresó: “El régimen de ocupación de la Unión Soviética cometió un crimen cruel contra el pueblo letón, la primera deportación masiva de civiles. Personas inocentes fueron arrestadas violentamente y deportadas por la fuerza a Siberia y otras regiones remotas del norte de Rusia sin cargos ni sentencia judicial”.
“Para poder mirar al futuro con confianza, necesitamos saber qué nos pasó en el pasado reciente”, dijo Zatlers y señaló: “Todos debemos trabajar para que en nuestra tierra no vuelva a suceder algo así”.
En Letonia, el 14 de junio se conmemora el “Día de Recuerdo de las Víctimas del Genocidio Comunista”, y colocan flores en el Monumento a la Libertad en Riga.
El recuerdo de aquel exterminio planificado de personas permite comprender por qué Letonia, Estonia y Lituania pidieron unirse a la OTAN frente al agresivo expansionismo de Putin.
Fuente Cubanet.org