El plan de Maduro para ‘ganar’ las elecciones este domingo
Control, coacción, pánico y bloqueo: el chavismo pone en marcha estrategias de ingeniería electoral para forzar su victoria el 28J
Daniel Lozano-Reuters-
La revolución bolivariana va a “ganar” el domingo, pese a estar entre 20 y 30 puntos por debajo en todas las encuestas independientes. La ecuación luce imposible, pero los colaboradores más estrechos de Nicolás Maduro repiten sus cuentas una y otra vez a sus interlocutores, ya sean observadores nacionales o diplomáticos internacionales.
Bajo este supuesto es por lo que han decidido encarar el proceso del 28J y no golpear la mesa electoral, ya sea con la suspensión de los comicios o con la inhabilitación exprés del diplomático Edmundo González Urrutia, candidato de la oposición democrática. Maduro está convencido de que con este Plan A recuperará la legitimidad ante la comunidad internacional, “imprescindible” para gobernar sin contratiempos los seis años próximos.
“De aquí al domingo, con tanta presión internacional, han descartado otras vías. Van irremediablemente a tratar de producir una diferencia pequeña y manejarlo mediáticamente. Por el contrario, creo que la diferencia a favor de la oposición va a ser muy grande”, sopesa a El Mundo Cristóbal Fernández Daló, antiguo presidente del Parlamento.
¿Cómo es posible semejante milagro estadístico pese a las evidencias? A groso modo, el chavismo calcula que con un universo electoral de 11 millones de votantes, el “hijo de Chávez” conseguiría cinco millones de votos cautivos pese a ser una de las figuras políticas más detestadas del país. Cerca de otro millón se repartiría entre los siete candidatos colaboracionistas más Enrique Márquez, el único que es reconocido como opositor en ese grupo. Y la oposición no alcanzaría los cinco millones de apoyos, pese a que el 71% del país sueña con un cambio inmediato, una cifra que según el Centro de Investigaciones Populares se dispara por encima del 80% en los barrios populares.
“Si la derecha extremista llegara al poder político en Venezuela vendría un baño de sangre, no es que lo digo inventando, 5.000 muertos en el país (durante la rebelión del Caracazo en 1989). Ellos son la violencia, el capitalismo salvaje, la muerte y la sangre. Y nosotros somos la encarnación del proyecto bolivariano y somos la paz”, repitió el martes Maduro, con mensaje incluido al presidente brasileño, Lula da Silva: “El que se asuste que se tome una manzanilla”.
El chavismo ha acentuado los mensajes belicistas para amedrentar y provocar el pánico entre los opositores, a la vez que usa los múltiples mítines del “presidente pueblo” para repartir dádivas entre sus supuestos seguidores, aquellos que deben alcanzar el listón de cinco millones para ganar el domingo. Una forma de engrasar la maquinaría bolivariana de cara al domingo. Pero, de momento, no es bastante, según los sondeos.
USO DE RECURSOS DEL ESTADO
“Salta a la vista que todo el aparato del Estado está al servicio de una parcialidad política, y eso ya es un gran fraude. Estamos hablando del uso de fondos del Estado, también de todos los recursos, ya sea personal y oficinas, vehículos, combustible, las Fuerzas Armadas…
El partido es el aparato del Estado”, asegura Fernández Daló como punto de partida.
“El oficialismo sale a jugarse su permanencia en el poder tras 25 años de inicio del Socialismo del Siglo XXI. Frente a una realidad adversa que se manifiesta no sólo en los números de las encuestas confiables, sino también en las movilizaciones de la oposición democrática y en las suyas propias, usará distintas herramientas”, adelanta el experto electoral Jesús Castellanos a este periódico.
Son las ya conocidas maniobras de ingeniería electoral fraudulenta, que se suman a la inhabilitación ilegal de la líder opositora, María Corina Machado; el bloqueo contra su sustituta, la filósofa Corina Yoris, y el veto a la participación electoral de en torno a seis millones de personas, tanto los emigrantes en el exterior como los jóvenes no inscritos en el interior.
Por consiguiente, los venezolanos se enfrentarán el domingo a “un abanico de malas prácticas electorales”, avizora Castellanos, que van desde la asistencia ilegal, fotografía del voto o del comprobante de votación y el despliegue de los famosos puntos rojos, que Maduro llama ahora puntos tricolor, que se sitúan en las inmediaciones de los centros electorales como forma de control y coacción. Con ello se pretende forzar a los votantes que tienen algún vínculo con el Estado.
“Van a potenciar la persecución de electores a través de mecanismos de control social clásicos, como las ayudas oficiales, los nexos laborales y van a promover el miedo focalizado entre sus militantes a través del uso de la fuerza y el acarreo forzado de electores”, añade Castellanos, que no olvida los “recursos de violencia del Estado”, como la presencia de militares y policías.
Históricamente, el chavismo ha puesto en práctica en el domingo electoral la llamada Operación Remate, que en su mejor momento, las elecciones de 2012 en las que un Hugo Chávez moribundo derrotó al opositor Henrique Capriles, le supuso un millón de votantes. El gobierno utilizó todos los recursos posibles en una campaña en la que gastó 70.000 millones de dólares de los fondos públicos, una cifra que aceleró el posterior derrumbe económico, según el entonces vicepresidente económico Jorge Giordani, gurú marxista del “comandante supremo” posteriormente defenestrado por Maduro.
A través de los puntos rojos el gobierno sabía quién de entre su “público” no había votado al principio de la tarde. Se le contactaba, se le aplicaba la coacción y se le iba a buscar para llevarle al centro de votación gracias a una flotilla pagada de miles de vehículos y motocicletas.
El Consejo Nacional Electoral (CNE), siempre al servicio del Palacio de Miraflores, retrasaba el cierre de los colegios para que la maquinaria cumpliera su trabajo.
Posteriormente, técnicos gubernamentales calcularon que del millón de votantes acarreados en 2012, al menos 150.000 eligieron la opción opositora.
OPERACIÓN MORROCOY
Para el próximo domingo en los colegios electorales de mayoría opositora se recuperarán viejas estrategias, como ralentizar las colas (Operación Morrocoy, la tortuga venezolana) mientras se dificulta la incorporación de los testigos electorales. La primera denuncia en este sentido se realizó el martes: Delsa Solórzano, principal representante opositora ante el CNE, advirtió que los testigos de la Plataforma Unitaria no se habían podido acreditar debido a que “el sistema entorpece el proceso”.
“Pretenden que nuestros testigos no tengan las credenciales para hacer su trabajo este viernes en la instalación de las mesas”, advirtió María Corina Machado antes de que cientos de miles de seguidores reventaran la avenida principal de Maracaibo, la segunda ciudad del país.
La ausencia de observadores internacionales de peso ha multiplicado la importancia de los testigos opositores. El chavismo retiró la invitación a la Unión Europea, cuya misión electoral es una de las más prestigiosas, y apostó por redoblar la presencia de aliados llegados desde distintas partes del mundo. Sólo el Centro Carter y un panel de cuatro expertos de Naciones Unidas, cuyo informe no será público, observarán con otros “ojos” las elecciones del domingo. Nada positivo espera la oposición de todos los demás invitados internacionales.
“En las zonas donde se sienten fuertes tratan de anular a los testigos por todas las vías posibles, con la connivencia de miembros de mesa, sorteados previamente pero que sustituyen a la fuerza. Luego alteran los votos en ausencia de testigos. Este tipo de fraude les ha dado en el mejor momento hasta 800.000 votos, pero ahora va a ser más difícil porque para todo necesitan mover gente.
El aparato del Estado no mueve hoy cuatro millones de votos. Y tengo el pálpito de que una parte de estos que mueven va a votar por la oposición”, añade Fernández Daló.
La presencia violenta de los temidos colectivos revolucionarios (paramilitares) en las ciudades y de la guerrilla colombiana aliada del chavismo en zonas fronterizas es otra de las habituales cartas revolucionarias, así como el corte de los servicios públicos, incluidos electricidad e Internet, “para generar un clima de ansiedad social”, concluye Castellanos.