Quienes tienen miedo a volar saben que los aterrizajes suaves no existen. Los hay más o menos bruscos, pero todavía no se han inventado las pistas de algodón, por mucho que el pasaje aplauda la pericia del piloto cuando la maniobra se desenvuelve sin inconvenientes y la megafonía celebre que el 90% de los vuelos llegan puntuales. La Reserva Federal de Estados Unidos, que durante el último año ha reproducido ese mensaje triunfalista con la misma insistencia que las compañías de bajo coste, podría haber llegado tarde. Y el Boeing de la principal economía del mundo, el avión más poderoso del planeta, corre el riesgo de estrellarse por un exceso de confianza de la tripulación.
Las señales de una posible recesión al otro lado del charco, mientras a este aún estábamos luchando por no caer en ella, se emitían hasta ahora en una extraña frecuencia, que solo los controladores más avezados supieron identificar. Pero en los últimos días, hasta el más optimista empieza a advertir de que se avecinan turbulencias. Los malos datos de empleo, conocidos el pasado viernes, supusieron la llamada más clara de alarma. Hay otras, que rebaten el escenario hegemónico hasta la fecha. El control de la inflación sin dañar a la economía ya no parece tan obvio como el presidente de la Fed, Jerome Powell, y sus compañeros del Comité de Operaciones de Mercado Abierto habían insistido en presentar.
Y esta es una situación que comienza a generar angustia en los mercados, que después de sufrir varios batacazos la semana pasada arrancan esta con un remedo de lunes negro, que ha tenido un episodio histórico en el caso del desplome de la bolsa de Japón, pero que se reproduce a nivel global con pérdidas contundentes en bolsas y otros mercados, como el de criptodivisas. Un recordatorio de que los animal spirits siempre están al acecho cada vez que huelen algo parecido al miedo.
El banco central de Estados Unidos mantuvo los tipos de interés en el rango del 5,25%-5,5% durante su reunión de la pasada semana, pero introdujo un cambio en el wording para ponerse la venda antes de la herida. Del “modesto” al “cierto” avance de la desinflación. En otras palabras: el precio del dinero bajará en septiembre, como estaba previsto, pero gana fuerza la idea de que el recorte será de 0,5 puntos, y no de 0,25. La situación obliga.
Pese a los buenos datos de crecimiento, la economía se está enfriando. Y el gran temor procede del cuestionamiento del axioma sobre el que se sostenía toda la narrativa del aterrizaje suave: a diferencia de otras crisis anteriores, esta vez el empleo no solo aguantaba, sino que registraba datos excepcionales.
De Lunes Negro a Lunes Negro: la bolsa de Japón sufre su mayor desplome desde 1987
Óscar Hernández. Tokio
Si las lecturas de los meses anteriores ya invitaban a la desconfianza, la de julio ha supuesto un baño de realidad. El consenso del mercado vaticinaba la creación de 175.000 puestos de trabajo, pero solo se generaron 114.000. La ralentización es más profunda de lo esperado, y sitúa la tasa de paro en un 4,3%, dos décimas más que el dato anterior y que el que augurado por los analistas. La regla de Sahm dictamina que, cuando el desempleo sube medio punto por encima de su nivel más bajo del año precedente, la recesión emerge en el horizonte. El mínimo de 2023 fue del 3,4%.
El comentario diario de Bloomberg no deja margen para la interpretación: “En el pasado, una vez que se incumplía esa regla, la tasa de desempleo siempre seguía aumentando, entre 1,9 y 2,0 puntos porcentuales más. Algunos –posiblemente incluido el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell– piensan que esta vez será diferente. No estamos de acuerdo: las características actuales del mercado laboral no son lo suficientemente excepcionales como para que podamos concluir que el desempleo no seguirá el camino habitual hacia arriba”.
La Fed mantiene los tipos de interés pero señala que podría recortarlos en septiembre
J. Jorrín
Las cuentas no salen, y están salpicadas de trampas al solitario que algunos empiezan a poner sobre el tapete. Tej Parikh, analista de cabecera del londinense Financial Times, recuerda que la desaceleración del empleo empezó a finales del año pasado, si solo se miden aquellos a tiempo completo. La encuesta de la Oficina de Estadísticas Laborales, que excluye a los pluriempleados, apunta a un claro enfriamiento del mercado laboral, y las demandas del subsidio está en máximos de casi un año. La Fed ya había empeorado una décima la estimación de desempleo en sus últimas previsiones, emitidas tras la reunión de junio, pero parece que se ha quedado corta: el 4% de paro para este año y el 4,2% para el que viene ya están por debajo de la cifra actual.
Crecimiento con matices
¿Cómo casa eso con las cifras de crecimiento, que siguen siendo robustas? El PIB se incrementó un 0,7% en el segundo trimestre, frente al 0,4% del trimestre anterior, y un 2,8% en términos anualizados -el indicador predilecto en el país-, el doble que entre enero y marzo. Tiene un matiz, porque aquel dato había sido el peor en dos años, pero lo cierto es que el consumo de los hogares se mantiene fuerte, y también el consumo público, gracias al mayor plan de estímulos fiscales de la historia de Estados Unidos, desplegado por la Administración de Joe Biden frente a la crisis inflacionista.
Sin embargo, el incremento de los precios ha hecho estragos en la economía de las familias, que se ven penalizadas cada vez que sus créditos sufren revisiones ante unos tipos de interés que, de momento, no han bajado. La morosidad de las tarjetas ya está por encima de los niveles prepandemia, y la incertidumbre va en aumento. Todavía más en pleno año electoral, que suele frenar las decisiones de consumo e inversión de hogares y empresas, expectantes ante lo que pueda pasar. Biden ya es un pato cojo, mientras los estadounidenses empiezan a ver resentida su confianza sobre lo que está por llegar. Y, ya se sabe: en economía, la confianza lo es (casi) todo.
El sentimiento recesivo está más instalado en el imaginario de la economía europea, que atraviesa desde la guerra una crisis de baja intensidad
Más que los datos del pasado (PIB), o incluso los de presente (empleo), que llevan sin cumplir las expectativas desde el pasado mayo -así lo recoge el Índice de Sorpresa Económica de Citi-, lo que cuenta para esbozar la temida recesión son los que anticipan el futuro. Los indicadores adelantados preocupan. El petróleo, por ejemplo, está en mínimos de enero, mientras que los últimos datos de venta de coches muestran una desaceleración, y el sector prevé que continúe en lo que queda de año. El PMI de nuevos pedidos de manufacturas está en territorio contractivo.
Los mercados, a lo suyo
Pese a todo, los mercados habían disfrutado hasta ahora de una situación próxima a la euforia. La confianza del inversor, medida a través de la AAII’s Investor Sentiment Survey, sigue en niveles históricamente elevados, con los alcistas superando claramente a los bajistas. El S&P 500 y el Nasdaq, índices de referencia de la bolsa de Nueva York, han subido a ritmo de doble dígito este año, y coleccionan máximos históricos. Pero la historia está llena de ejemplos de que los mercados no siempre las ven venir hasta que las tienen encima.
El sentimiento recesivo está mucho más instalado en el imaginario de la economía europea, que atraviesa una crisis de baja intensidad desde que Vladímir Putin lanzó sus tanques hacia Kiev. Los Veintisiete, que solo lograron crecer cuatro décimas el año pasado, estaban empezando a salir de la zozobra, y se acercarán al punto este año tras las últimas revisiones al alza (la OCDE estima siete décimas y el FMI nueve), impulsadas por las rebajas de tipos emprendidas por el Banco Central Europeo ante unos datos de inflación muy positivos.
Una hipótesis bursátil para 2023: aterrizaje suave de la economía, duro para las acciones
The Wall Street Journal. Justin Lahart
Ahora, la recuperación se podría ver afectada por el impacto de una posible crisis en Estados Unidos inducida por la mayor severidad de su regulador: Powell subió tipos antes que Christine Lagarde y los bajará más tarde, debido al mayor componente de demanda en la inflación de la hasta ayer sobrecalentada economía norteamericana.
Conor Sen, fundador de Peachtree Creek Investments, pide en su columna de opinión en Bloomberg que la Fed tenga la audacia que ya ha mostrado su equivalente comunitario: “El informe [de empleos] ha provocado un intenso debate sobre si la economía está cayendo en recesión o si el aumento del desempleo en julio se debió a una continua normalización pospandémica del mercado laboral. Sea cual sea el campo en el que estés, la decisión correcta para la Reserva Federal es actuar con urgencia, recortando los tipos un punto porcentual al final del año en nombre de la gestión de riesgos“.
Pese a todos los matices explicados en este artículo, tanto la Reserva Federal como los principales organismos internacionales continúan anticipando un crecimiento robusto de la primera potencia para este ejercicio y los próximos: en torno al 2%. No se trata tanto de que el avión de Estados Unidos se esté dirigiendo al precipicio como de que el piloto debe maniobrar a tiempo para evitar un aterrizaje forzoso de imprevisibles consecuencias.
Fuente El Confidencial