Aunque, en comparación con otros veranos, la campaña estival de lucha contra los incendios forestales no ha sido especialmente virulenta, en este de 2024, la Unidad Militar de Emergencias (UME) ha vuelto a prestar un benemérito servicio a todos los ciudadanos, dando muestras otra vez de su profesionalidad, competencia y espíritu de servicio. Es admirable la generosidad con la que trabajan los soldados y marineros que sirven en esa extraordinaria unidad, siempre en primera línea a la hora de trabajar y arriesgar, siempre en un discreto segundo plano cuando se trata de recoger elogios y alabanzas; «tratando de ser lo más, y de parecer lo menos,» como diría Calderón.El reconocimiento de la calidad de la UME y de la valía de sus componentes no es incompatible, sin embargo, con la reflexión sobre la necesidad y conveniencia de mantener en el inventario de las Fuerzas Armadas una unidad de estas características y con estas misiones. Como es bien sabido, la creación de la UME en octubre de 2005 fue consecuencia de una decisión nacida de las cenizas del pavoroso incendio forestal que costó ese verano la vida a once bomberos en Guadalajara, y vino de la mano de una modificación de las misiones constitucionales de las Fuerzas Armadas que, en virtud de la Ley Orgánica 5/2005 de la Defensa Nacional (Art. 15.3), recibían ahora la de preservar la seguridad y bienestar de los ciudadanos en ciertos supuestos como, por ejemplo, el de calamidades públicas. En otras palabras: el apoyo que siempre habían prestado los ejércitos a sus conciudadanos de forma subsidiaria, y del que tanto se han preciado siempre sus miembros, se transformaba ahora en una misión permanente al mismo nivel que la defensa militar de España.Varias y variadas han sido las consecuencias de ese cambio. La primera es que, si antes los ejércitos se dimensionaban y dotaban para el combate, y ponían sus medios orgánicos -pensados, no se olvide, para la guerra- al servicio del ciudadano en caso de emergencia o catástrofe, ahora también lo hacen para ejecutar misiones no estrictamente militares. Al margen de que la UME compita con el resto de las Fuerzas Armadas por recursos limitados, si no se tiene cuidado, o en función de cómo se definan las prioridades, podría llegarse a situaciones orgánicas absurdas.La segunda consecuencia es la de crear una fuerza militar armada ordinariamente fuera del control operativo del JEMAD -y siempre del orgánico de los JEM,s-, y dependiente directamente del titular de la cartera de Defensa. Por razones que no procede desgranar en este limitado espacio, el empleo de las Fuerzas Armadas en cometidos domésticos no resulta, en general, conveniente -pudiendo, en muchos casos, llegar a ser contraproducente-. Además, quebrar el principio de unidad de mando y situar entidades de la misma naturaleza bajo dos cadenas de mando diferentes, cargando al nivel político con la minucia del control de una unidad táctica, es entendible en un escenario de desconfianza hacia la lealtad de los militares, pero puede no ser la mejor ni la más funcional de las soluciones orgánicas en una democracia avanzada como la española.Es innegable que la UME es un gran activo desde el punto de vista de la comunicación, y que ha contribuido notablemente a generar entre los ciudadanos una imagen favorable de los ejércitos. Sería bueno capitalizar sobre esa mejora para que los españoles entiendan y apoyen con idéntico entusiasmo la misión central de las Fuerzas Armadas, que no es otra que la de defender a España militarmente y combatir y ganar las guerras que, eventualmente, no fueran capaces de disuadir.Igualmente cierto es que el concepto de seguridad ha ensanchado sus costuras para salir de lo meramente militar e incorporar otros aspectos como el económico o el medioambiental. Pero eso no quiere decir, necesariamente, que las Fuerzas Armadas deban acumular más y más misiones para atender a todas las dimensiones de la seguridad sino, más bien, que todas las administraciones públicas, el sector privado y, en definitiva, toda la ciudadanía deben adquirir una sólida conciencia de seguridad y defensa para implicarse en ellas, asumiendo activamente el papel que les corresponda, de acuerdo con sus capacidades.A lo largo de sus casi veinte años de existencia, la UME ha hecho un esfuerzo notable y ejemplar por alcanzar el grado de organización, preparación, equipamiento y, sobre todo, prestigio, de que hoy disfruta para bien y orgullo de todos. ¿No habrá llegado el momento de transferir tan precioso legado al Ministerio de Fomento para concentrar el esfuerzo de los ejércitos en el incierto horizonte que nos acecha a españoles y europeos?
Fuente ABC