Por Pablo Vaca
El robo de motos pasó de 15.000 a 42.000 en diez años. Ahora los delincuentes disparan antes, para asegurarse que no haya resistencia, y los homicidios se multiplican.
El lector atento notará que de este mismo tema se habló ayer en esta misma columna del editor. Silvia Fesquet planteaba en ella que la cuestión “desapareció de la conversación pública y los discursos oficiales. Sin embargo, está cada vez más presente en otra conversación: en la de todos los días de los ciudadanos de a pie”. Hablaba de la inseguridad, por supuesto.
Es cierto: es tanto el barullo que desata el estilo de gobierno de Javier Milei, sumado a los ruidos que explotan en las filas peronistas, radicales y macristas, más la atención que demanda una economía en crisis perpetua, que pareciera que no hay espacio para hablar del tema.
Sin embargo, como hace notar Fesquet, el 39% de la gente está preocupada por la inseguridad de acuerdo a Ipsos, mientras que en un sondeo del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la UBA, el porcentaje trepa al 41%.
No son los únicos números que respaldan la idea de que una cosa es lo que ocupa al círculo rojo y otra lo que se palpa en la calle. En los últimos 10 años, el delito que más creció fue el de robo de motos (sin contar el de celulares, que en general no se denuncia). Mientras que en 2014 fueron oficialmente unos 15.000, el año pasado superaron los 42.000.
De ellos, 27.000 sucedieron en la provincia de Buenos Aires, un territorio enorme en extensión, en pobreza y en inseguridad. En el primer semestre de 2024 se denunciaron allí 540.000 delitos, un 4% más que el año pasado. Que el distrito sea gobernado por Axel Kicillof, ferviente seguidor de la doctrina cristinista en el tema, que consiste en hacer de cuenta que el problema no existe, no es casualidad.
Un dato tan o más preocupante, que no surge de las estadísticas, aparece en el repaso de las crónicas periodísticas sobre los violentos asaltos protagonizados por motochorros en el GBA en las últimas semanas: los delincuentes no dudan en disparar primero y robar después.
Sucedió en Hurlingham, el 11 de este mes, cuando dos motochorros cruzaron al gendarme Víctor Formichelli para robarle la moto. El ladrón que conducía frenó delante de su víctima, el acompañante se bajó y directamente le disparó en la pierna. El caso fue muy comentado porque el chofer de una camioneta que pasaba por allí decidió retroceder y atropellar a los delincuentes, que primero huyeron e instantes después volvieron a los tiros, aunque por suerte no hirieron a nadie más. Todo quedó registrado en un video.
Horas más tarde, en San Justo, cuatro delincuentes en dos motos le robaron la ídem a un vecino. También primero le dispararon dos tiros en las piernas.
Al día siguiente, en Merlo, otra escena parecida: al ver que cuatro motochorros estaban asaltando a una persona para robarle la moto, el conductor de una camioneta los atropelló. Dos veces. Los ladrones le dispararon, pero se salvó. La ley de la selva o el salvaje oeste, usted elija.
El conductor embistió al menos dos veces a motochorros que atacaban a otra persona. Uno de los ladrones le disparó. Todo sucedió a metros de la comisaría.
La violencia se repitió el miércoles pasado, en Remedios de Escalada, cuando un motochorro asesinó al principal José Luis Gómez, detective de la División Homicidios de la Policía de la Ciudad. Le disparó en el pecho para llevarse la moto del policía, que estaba de civil.
Hay un último punto por el cual se impone insistir con el tema de la inseguridad. Entre la publicación de la columna de ayer y esta, se conoció que una agente de la Bonaerense mató a un ladrón e hirió a otro en Isidro Casanova.
Fue en la madrugada del domingo, cuando la agente, que estaba de civil, llegaba a su casa en moto con un amigo. Apenas ella se bajó, un auto con dos delincuentes a bordo los atropelló. Los ladrones bajaron y la apuntaron, pero ella disparó primero y le dio un tiro a cada uno.
¿Alguna duda de que el tema resulta gravísimo y atacarlo, urgente?
Perdón por el lugar común, pero es exacto: así no se puede vivir.
Fuente Clarin