Por Carlos M. Reymundo Roberts
La vida puede ser así de cruel y despiadada. Lo digo por Cristina. Corría enero de 2014, ella era reina y señora, todavía iba por todo, sin sospechar que acababa de nacerle su bestia negra: un ignoto empleado público que trabajaba para la continuidad del kirchnerismo. Por favor: a quién se le ocurre pensar que estoy hablando de Kichi. El recién llegado al mundo pestilente de la política era Javi, sí, Milei, cerebro económico de la Fundación Acordar, el think tank que apuntalaba la candidatura presidencial de Dani Scioli. A Javi le pagaba por esos servicios Provincia Seguros, es decir, el Bapro. Hay que ver su cara de asco cada mes al retirar dineros con olor a caja del Estado; lo bien que hacía en presentar facturas truchas. Quiso el destino que esa feroz distancia entre la poderosa bella y la bestia insignificante se extendiera hasta nuestros días, solo que con la tortilla dada vuelta. La venganza es un plato que se sirve frío: la semana en que a ella le confirmaron la condena por haberse robado medio país (la mitad restante se ventila en otras causas), el Presi, salteándose el debido proceso, la dejó sin jubilación de privilegio. ¿Cris corta de cash? La historia es circular: Kichi le va a tirar un hueso del Bapro.
Milei con la sartén por el mango está produciendo entre ellos contrastes brutales, y casi que ya me da lástima. Javi es presidente de la Nación; Cris, jefa del PJ, de cuya relevancia estratégica habla su último líder: kickboxer Fernández. Javi espera, este fin de semana, la visita de Macron; Cris, la de Quintela. Cris llamó el martes a sus abogados, y Javi, a Trump, que le tiró este piropo: “Sos mi presidente favorito”. Javi viene de salir al balcón de la Casa Rosada con Su Giménez, atracción de multitudes; Cris, el miércoles, salió al balcón del Instituto Patria para ser aclamada desde la calle por 50 camporitos. Cris salió a la caza de votos en Moreno justo cuando Javi hacía las valijas para ir a buscar dólares a Miami (con lo que daría ella por un par de horas quemando la tarjeta en el mall de Bal Harbour). Hiperactiva esta semana, porque el estatus de condenada la moviliza, discurseó para agradecer lo que, creo, fue un nuevo doctorado honoris causa, ahora de Smata, el sindicato de los mecánicos; anteanoche y ayer, Javi fue ovacionado al hablar en el majestuoso complejo de Mar-a-Lago, en Palm Beach, como invitado especial del presidente electo; en cualquier momento adornan el predio con un busto del Pelu, mientras retiran el de Néstor de la sede central de la Anses. Ella se fotografió con Wado; él, con Trump y Elon Musk. Javi puso al frente de la embajada en los Estados Unidos a Alec Oxenford, fundador de dos unicornios; Cris dice que hay un solo unicornio, es azul y lo creó Silvio Rodríguez.
¿Qué cambia la sentencia confirmatoria de Casación? Ansiosos por verla entre rejas, abstenerse. El problema no es que el fallo será recurrido: un sondeo entre la población carcelaria reveló que ahí nadie la quiere. “Cristina salta de escala”, dijo un condenado a prisión perpetua. Ansiosos por verla otra vez candidata, aflojen: si sale la ley de ficha limpia no va a poder postularse ni para jefa de cuadra en El Calafate. Este proyecto, que sería tratado la semana próxima en Diputados, prohíbe que alguien condenado en segunda instancia por delitos de corrupción se presente a cargos públicos electivos. Pero en este caso en particular se plantea un escollo jurídico no menor: la contradicción de que pueda ser víctima de la “ficha limpia” una experta en lavado.
Amparados en la terminología propia del derecho penal, algunos ya califican a Cris de “rea”. Más respeto, por favor. ¿Rea con Rolex de oro y Louis Vuitton? ¿Rea una señora que no repite vestuario? Rea será, en todo caso, si el fallo queda firme y le decomisan 84.835.227.378,04 pesos, la cifra fijada por el tribunal. Perdón, Cris, perdón: una ligereza la mía. Le queda el recurso de vender el Rolex.
Muchos se preguntan cuán seria es la sala de Casación que se acaba de expedir. No mucho. Lo más serio es ese saqueo monumental, al que le hubiese correspondido jueces que no dejaran dudas. Por ejemplo: la fecha del dictamen se anunció con un mes de anticipación, algo nunca visto. ¿Teorías? La más disparatada es que si Cris entraba en el blanqueo le bajaban la pena. La más consistente: querían darle tiempo para que se preparara psicológicamente. Otra versión indica que el problema fue la situación de Lijo, que dudaba entre ir a la Corte u ofrecerle sus servicios a Cristina para apelar a la Corte; para el querido Ariel, lo importante es el mostrador y no de qué lado estés.
“Pequeño dictadorzuelo”, lo llamó Cris al Presi por lo de la jubilación, sin que él la desmintiera. Trump prometió una dictadura para el comienzo de su mandato. La nueva derecha es así de picante. Su santo y seña: con este verso de la democracia no se come, no se cura y no se educa.ß
Fuente La Nación