Los taxistas de Madrid , muchas noches, son la antesala de la placidez de la cama hogareña. Nada queda del chófer tostón al que había que echarle en cara que diera vueltas y vueltas a una Cibeles ennegrecida de humo, como si el taxista estuviese en la puñetera Meca. Con todos los respetos. En el taxi pasó el tiempo. De aquellos primeros taxis del Rayo (sí) con la raya roja hasta este nuevísimo diseño, rico en carrocerías, pantallas, y en emisoras que emiten a Cole Porter cuando Madrid vive la calma de las luces. Son miradores andantes de la ciudad. Ya no salgo, y el hecho de salir es ir departiendo con amigos a la espera de un taxi es una maravilla. Y ahí puede andar un paraíso perdido; en cómo entrar en un taxi, o un Uber, puede ser motivo de la dicha última, quizá la ultima del día.Noticia Relacionada LAPISABIéN opinion Si Campos de soledad Jesús Nieto Jurado Aprendimos qué era un ‘zutabe’ antes que el plegamiento alpino Ya he contado aquí que el viejo reportero conoció a un taxista que no conocía a Luis Rosales llevándolo hasta su funeral, donde le comentó que era cervantista y de Juan Benet.Los andaluces hablamos con las madres a voces, en un cabreo que no es tal, pero que trae una letanía de hipérboles que asustan a los taxistas. Cuando colgamos, oídos por los taxistas los problemas familiares, nos son unos segundos psicólogos y sintonizan una tertulia calmada para templar gaitas. A los taxistas hay que agradecerles que hayan dejado los cabreos de antañazo, la comunicación monocorde, y parezcan ahora botones del Ritz. Vamos llegando a Europa, claro que sí. Los taxis fueron la velocidad, el servicio, el primer habitáculo con el que los provincianos, rumbo a una pensión triste de la calle de la Ballesta, se encontraron con una ciudad que sí, que sería para siempre.
Fuente ABC