Hace 30 años ETA consiguió cambiar el rumbo de la historia de nuestro país asesinando a Gregorio Ordóñez. Sé que puede sonar un tanto exagerada esta afirmación, pero estoy convencida de ello. Qué fácil les resultó, con un tiro en la nuca. Gregorio entró en política en el lugar y en el momento más difíciles para hacerlo; nunca ha habido un tiempo más peligroso y complejo para hacer política que en la Euskadi en la que ETA mataba todas las semanas. Y al hacerlo sabía que estaba poniendo en riesgo su vida, su tranquilidad y la de los que más quería. Pero el compromiso que tenía Gregorio con la libertad y la democracia estuvieron por encima de su propia vida. Se sacrificó, de manera consciente, no por la sociedad en la que vivía, sino por la sociedad en la que aspiraba a vivir.Su forma de hacer política fue toda una revolución. Hoy también lo sería. Estos días estoy recibiendo incontables muestras de cariño y de admiración hacia mi hermano de multitud de ciudadanos de distintas inclinaciones políticas e ideológicas. Todos resaltan cuánto lo echan de menos, incluso aunque no lo hayan conocido porque son muy jóvenes. ¿Qué ha pasado, qué está pasando, en la política de nuestro país para que tantas personas se sientan más representadas por Gregorio Ordóñez que por los políticos que lo han sucedido?Ocurre que la política de hoy carece por completo del espíritu y del talante de mi hermano Gregorio, que nunca entendió la política como un medio para conseguir poder, sino para servir a los demás. Gregorio era un ciudadano comprometido por encima de siglas y de partidos. Así lo plasmó en el lema ‘Siempre a tu servicio’, que explicó así: «Significa que, frente a la politización, apostamos por el trabajo diario en favor y beneficio de todos, sean del color que sean». Quizá sea esto lo que tantos ciudadanos echamos de menos.También estoy convencida de que, si no hubieran asesinado a Gregorio Ordóñez, hubiéramos derrotado a ETA exclusivamente con las herramientas del Estado de derecho, como él defendía: mediante el rechazo social, la eficacia policial y el aislamiento de los violentos. Mientras sus adversarios decían que había que negociar con ETA para acabar con el terrorismo, él sabía perfectamente lo que eso significaba: que estaríamos «prostituyendo la democracia». Así de explícito lo decía: «Significa que vale más comprarse una escopeta que votar». 30 años después de su asesinato, resulta doloroso comprobar que su derrota soñada nunca se produjo. La tan ansiada paz -que ha sido lo mejor que nos ha pasado en nuestra historia reciente- se ha logrado a cambio de un precio: la legalización de los brazos políticos de ETA, la escenificación de un final sin vencedores ni vencidos y la impunidad para muchos de sus asesinos. Y las víctimas estamos pagando las consecuencias de este final.SOBRE EL AUTOR Consuelo Ordoñez Consuelo Ordoñez es hermana de Gregorio Ordoñez y presidenta de Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco (Covite)
Fuente ABC